El repiqueteo de la lluvia contra la ventana no paraba, llevaba horas lloviendo, muchas horas, igual que la noche pasada, esa donde dormí con él, donde sus manos cobraron vida propia y me llevaron a ese viaje cósmico de placer, uno nuevo, desgarrador y lleno de nosotros, de nuestro olor, besos, caricias y jadeos, uno que me muero por revivir, pero del que no admitiré nada por lo que reste de las semanas. A cambio, ahora, solo recibía la vista de las paredes de mi cuarto, un cuarto vació de placer, en una cama que no huele a él, en una casa llena de gente, pero sin su presencia, una… o por dios ¡¿Qué carajos me pasa?! - Debes dejar las drogas Sam – murmuro. Tú no te drogas, mi mente me retruca automáticamente. - Quizás debería comenzar con ellas – me quejo mientras co