IV

1445 Words
Elizabeth iba en el auto rumbo a casa, al lado de Otto, a quien había encontrado en la salida. Otto la había estado esperando, con la suerte de encontrarla. —Mi abuelo falleció hace unos meses, él no quería a mi madre y se alejó de mi padre, así que, fue extraño cuando supe que me dejó como su heredera, sin embargo, las herencias tardan tiempo, yo no la recibo todavía. —Sí necesitas cualquier asesoría, puedo ayudarte —dijo Otto titubeante —Gracias, cuando tenga nuevas sobre eso, te las diré. —¿Y mañana a qué hora entras al trabajo? —A las siete de la mañana, tendremos mucho trabajo para la nueva presentación estelar del verano y además serán las nacionales de Phoenix, así que tendré que dar lo mejor de mí. —Lo harás. Elizabeth observó al joven sonriendo, y notó como Otto se sonrojaba, clavando la mirada en las calles, eso le gustaba. —¿A ti como te fue? —Bien, aprendí mucho, mañana aprenderé más. Al cabo de unos minutos llegaron al edificio donde vivía Elizabeth. Ella estaba por despedirse —¿Mañana quieres que pase por ti? —preguntó Otto con nervios en el estómago, se había arriesgado, sus manos sudaban, estaba temeroso —¡Sería genial! Espero no retrasarte. —No, yo paso por aquí. —Está bien, ¿A qué hora vendrías? Soy muy floja, no quiero hacerte esperar. —Yo madrugó mucho, podría pasar a las seis y media, no te mortifiques, esperaré a que tu salgas. Ella sonrió, asintió de prisa, y al despedirse besó su mejilla, el hombre abrió los ojos incrédulos, sintió una corriente eléctrica desde la punta del pie a la cabeza. Se puso rojo como un tomate, Elizabeth se despidió observando aquella actitud. Entró a su edificio y desapareció de la vista de Otto. Otto esperó unos minutos antes de arrancar, porque aun estaba aturdido por aquel beso, tocó su mejilla sintiendo la sensación cálida de esos labios. Sentía calor y emoción. Intentó controlarse, una sonrisa se dibujó en su cara. Luego arrancó y manejó a casa.   Elizabeth entró a su apartamento, observó las fotografías, miró a su madre y tocó con la yema de su dedo la imagen, la extrañaba tanto. Después se sentó en el sofá. Sonrió al recordar a Otto, si bien era cierto que no era un joven atractivo, Elizabeth se dejaba llevar por la energía de las personas, y la que desprendía Otto la hacía sentir muy bien. Aquel joven era diferente a todos esos chicos que ella conocía, ya no quería lidiar con hombres pretenciosos y narcisistas, que solo querían exhibirla como una joya para presumir. No. Elizabeth buscaba a un hombre tierno, honesto, afectuoso, creía que en Otto encontraría eso, a pesar de su frialdad que le parecía provenir de la inseguridad, Elizabeth estaba ilusionada, haciéndose castillos en el aire, creyendo que la felicidad era posible.   Fiona daba vueltas frente a los espejos de su salón privado. Giraba intentando imitar aquellas piruetas que Elizabeth Zok realizó, de pronto, perdió equilibrio en uno de los giros y cayó al suelo. Se quejó amargo del dolor, y comenzó a llorar. Sentía demasiada rabia. —¡Maldita sea! —exclamó con furia. Pensó en Alice y sus palabras, recordó todo lo que había hecho para llegar hasta ahí, incluso el sacrificio de estar lejos de su familia, todos esperaban algo de ella, sobre todo sus padres, esperaban que Fiona triunfara, así toda su lucha valdría la pena, se miró al espejo, limpió su rostro, sus pies dolían de tanto trabajo. Apenas había dado una comida. Caminó a la cama y se acostó a dormir, aunque sus sueños se volvieron pesadillas, que la hacían despertar cada par de horas.   Otto estaba recostado, en sus manos sostenía una Tablet, leía un e-book, cuando su madre abrió la puerta dejó sobre una mesa el aparato para ponerle atención —No llegaste a la cena, tu madrina Sussy te echó de menos. —Lo siento, me entretuve no pude llegar —dijo Otto, la madre se sentó a su lado —¿Y eso? ¿Fuiste a visitar a algún amigo? —No. E n realidad acompañé a una conocida a casa. —¿Conocida? ¿Es una amiga? —preguntó Bianca con curiosidad, Otto sintió que sus mejillas enrojecían —Pues, sí, algo así. —¿Y es linda? —Otto rodó los ojos, sabía a donde quería llegar —Sí, mamá es linda, pero solo es una amiga. —¿Y tiene novio? —No lo sé, y ahora por favor, déjame descansar, mañana tengo mucho trabajo —inquirió el joven, ante la sonrisa de su madre —Está bien, cariño, descansa, pero mañana pregunta a la señorita linda si tiene novio o es soltera, porque necesitas saber cómo actuar. —Madre, aunque ella fuera soltera, ten por seguro de que no se fijaría en un feo como yo. Bianca borró su sonrisa, odiaba escuchar a su hijo hablar así —Escucha, Otto, no todo en la vida es la belleza física, eso sirve para el gusto, pero, al cabo de un tiempo ya no te importa si la persona que amas es bonita o fea, porque el amor embellece todo. Así, que cuando te toque elegir una mujer, no te guíes por lo bella que sea, sino por su forma de ser. Bianca dio un beso a la frente de su hijo, salió de la habitación. Otto se quedó pensativo «¡Qué ridiculez! ¡Cómo si yo pudiera elegir a alguna mujer!» pensó con fastidió, luego se giró en la cama y apagó la luz para conciliar el sueño.   A la mañana siguiente, Otto estuvo puntual, esperando a Elizabeth, se sorprendió al verla bajar tan rápido, la chica llevaba su cabello húmedo —¡Lo siento! Me retrasé. —En realidad, estás puntual —dijo Otto sonriente, luego le ofreció un café —¡Gracias! —dijo la chica y se dispuso a beberlo —Aún es temprano —dijo Otto al mirar su reloj—. ¿Qué te parece si desayunamos? Ella asintió, creía que irían a cualquier cafetería, pero se preocupó cunado llegaron a una elegante. Elizabeth no era de lugares lujosos, se sostenía con el dinero que le pagaban en la Sayer Corp y a la vez con el pago que tenía de sus r************* , además de algunos trabajos de confección de trajes que diseñaba. Ella no era rica, pero Otto sí. —Sabes, en realidad no creo que me guste este lugar —dijo honesta Otto abrió bien los ojos, no le creía —¿Por qué? La comida es rica. —Te diré la verdad —dijo ella y bajó el tono de voz—. Creo que este lugar es muy caro y no tengo demasiado dinero. Otto se quedó inmóvil, mirándola, sonrió tibió —No te preocupes, yo invito. —¡Oh, no! No es necesario —dijo avergonzada —¡Qué sí! —Bueno… —titubeó—. Pero, el viernes que es día de sueldo te invitó a cenar yo. Otto sonrió y asintió. Tomaron una mesa y un mesero les tomó la orden, cada uno pidió una rebanada de pastel diferente y café, esperaron pacientes la orden —Cuéntame de ti, Otto. Otto se quedó mudo —¿Sobre qué? —Pues, sobre tu vida, que te gusta hacer en tu tiempo libre, ¿Tienes novia? Otto estaba sonrojado, titubeó —No. —Ah, ¿No has conocido a una chica especial? —preguntó Elizabeth con la mirada baja, Otto tragó saliva, nervioso —Creo que no. —¿Si pudieras viajar a cualquier lugar del mundo, a donde irías? —Elizabeth estaba persuasiva, había degustado de la rebanada de pastel de Otto, él sonrió al mirarla, le parecía una chica dulce y encantadora —Creo que viajaría al desierto de Atacama. Elizabeth estaba sorprendida —No lo conozco, ¿Es bello? –Es muy bello, ahí puedes ver la vía láctea brillar —Elizabeth imaginó ese lugar, con ojos brillantes, tomó la mano de Otto quien sintió una descarga eléctrica recorrer su cuerpo —Promételo, Otto, que algún día me llevarás ahí. Otto se quedó serio y luego dibujo una cálida sonrisa —Lo prometo —Elizabeth estaba feliz, cortó un trozo de su pastel con su cubierto y lo llevó hasta la boca de Otto, que sin pensar comió aquel bocado, embelesado por sus ojos verdes. El tiempo dejó de tener sentido para Otto y sintió que flotaba, como si de pronto estuviera bajo el efecto de una poción de amor.
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