V

1465 Words
Fiona fue la primera en llegar a Sayer Corp, encontró a Alice justo en medio del salón —Buenos día, ¿Pudiste dormir? —dijo sarcástica, con una sonrisa amplia, Fiona le brindó un gesto de fastidio y rechazó decir cualquier palabra—. ¿Qué pensaste al respecto? —¿De qué hablas? —Ya lo sabes, de Otto Sayer. —¡No he pensado nada! «La rusa» puede acostarse con quien quiera, pero mi talento prevalecerá —dijo confiada —¿Y el talento de ella? ¿Acaso crees que no te dará una digna competencia? Fiona apretó sus labios con fuerza, salió despavorida, conteniendo la rabia, pero apenas caminó por el pasillo se encontró con aquel par frente a ella.   Elizabeth y Otto eran incapaces de notar a nadie a su alrededor, ni siquiera eran conscientes de las miradas de burla que acechaban. Fiona cruzó sus brazos, frustrada, observando la escena. Elizabeth se despidió de Otto, cuando la puerta del elevador que lo llevaba al piso decimo se cerró. Ella dejó escapar un suspiro, una sonrisa tonta iluminaba su rostro, cuando se giró tropezó con Fiona —¡Ten cuidado, rusa! —¡Lo siento, no te vi! —exclamó apenada —Te tienen cegada, por lo que veo. ¿Y quién era ese? ¿Es tu novio? Elizabeth dudó, nerviosa —No… ¿Por qué? —Nada, solo quería conversar. Elizabeth asintió y ambas entraron al salón de ensayos.   Alice estaba al frente de la gente, todos estaban expectantes —Como saben, este fin de semana iremos a Phoenix a la competencia nacional de baile de Saraton. Ganar es una meta, no aceptamos segundos lugares, a continuación, mencionaré los solos femeninos que se implementaran. Las bailarinas se miraron entre sí, nerviosas, ilusionadas —. He decidió darle la oportunidad a cuatro talentosas; Inna, Lilith, Fiona y… Elizabeth —los aplausos resonaron por la sala, Fiona tenía el rostro preocupado, el resto se abrazaban conmovidas —Muchas gracias por elegirme, señorita Alice, no la defraudaré —dijo Inna, con su sonrisa blanca, mientras controlaba lágrimas de felicidad, en sus ojos negros —Guarda tus lágrimas para los funerales —dijo Alice con frialdad, luego dio media vuelta y se apuró a informar el nombre de los bailes que asignaría.   Elizabeth bailaba frente a Rita, ella era una gran coreógrafa, sin embargo, era fiel a Alice, la conocía desde muy niña, había aprendido de ella. Pero, Rita tenía talento para la música, sabía cómo formar las mejores coreografías. Admiró a Elizabeth, definitivamente su solo no era el mejor, sus pasos de baile estaban diseñados para que no se luciera al cien por ciento. Rita lo sabía, conocía las artimañas de la instructora, aunque esta vez estaba dudosa, no sabía si las trampas de Alice tendrían efecto, Elizabeth era buena, incluso esa corografía insulsa lucía brillante en ella. Rita aplaudió al finalizar —Está hecho, Elizabeth, lo hiciste muy bien —dijo Rita y Elizabeth chocó su palma con ella, en señal de apoyo —Estoy nerviosa, pero creo que saldrá bien. —Eres muy confiada —dijo Rita —No, en realidad no, pero pienso en mi madre, ella siempre decía que lo importante es disfrutar el momento, ganar o perder es solo un resultado, pero vivir es indispensable. Rita sonrió, pensó que esa chica era inteligente, ¿A cuántas bailarinas conocía que se lanzarían a llorar por no ser geniales? En cambio, Elizabeth Zok era fuerte de espíritu y alma.   Unas horas después de los ensayos, Alice se encontró con Rita, platicaban de los solos —Lilith no logra vencer su inseguridad y de Inna no hablemos, pésima —dijo Alice amarga—. Fiona es espectacular, pero puede mejorar, ¿Y la rusa? —No voy a mentir —espetó con franqueza—. Es muy buena, lo hizo genial, si no fuera por la coreografía, no tendría duda de su triunfo. Fiona estaba justo detrás, escuchó aquellas palabras, un nudo apresó su garganta, se quedó como estatua. Alice y Rita la miraron sorprendidas. —Fiona ¿Estás espiando? —No. Rita la saludó y se despidió marchándose Fiona también quiso irse, pero fue detenida por Alice, quien sujetó su brazo con firmeza —¿Escuchaste? Hasta Rita piensa que «La rusa» es la octava maravilla. —Está equivocada, yo ganaré en Saraton, se los demostraré. —No te confundas, querida, ganarás, por supuesto, pero eso es por mi coreografía, ¿Acaso crees que es por tu talento? Vamos, te doy la mejor coreografía, pero ten por seguro de que, si Elizabeth tuviera esa misma, te ganaría con los ojos vendados —Fiona palideció de coraje—. Todo me lo debes a mí, no lo olvides, así que no dejes que esa aparecida te robe tu lugar. Fiona se soltó y dio la vuelta para irse de prisa, con puños apretados y pisando fuerte. Estaba descontrolada, al borde de la histeria, creía que podía arremeter contra «La rusa» si la encontraba frente a ella.   Cuando llegó al vestíbulo la encontró a lo lejos, platicando con uno de los bailarines, la sangre de Fiona hervía de furia, estaba por ir contra ella, entonces notó que a unos pasos de ella estaba Otto Sayer, tenía el rostro firme, admirando a la rubia con una mirada recelosa. Fiona respiró, de inmediato supo que el joven estaba celoso de ver a Elizabeth acompañada del guapo bailarín. Fiona sintió un impulso que la obligaba a huir, a callar, pero no hizo caso, terminó hablando —Ahí está, «La rusa» como siempre robando corazones, pobre hombre, creo que es el número tres de su lista de galanes, solo después del chico con carro que la lleva y trae a todos lados —espetó como si la oyeran o no Otto escuchó aquellas palabras, sintió un escalofrío en su interior, bajó la mirada dolida al escuchar las carcajadas de Elizabeth, vio lo hermosa que lucía en su alegría, se sintió ofendido, atontado. Dio media vuelta y salió de prisa, sin decir una palabra más.   Fiona estaba temblando por la adrenalina, recuperaba el aliento, una mano se posó sobre su hombro y casi gritó del susto —Muy bien hecho, así se hace, buena niña —dijo Alice acariciando su cabeza.   A la mañana siguiente, Elizabeth llegó tarde, había esperado a Otto, hasta que se convenció que el hombre no llegaría. Ni siquiera tenía su número telefónico, apenas llegó fue reprendida sobremanera por Alice —Escúchame bien, «rusa», aquí se llega puntual, en castigo realizaras mil abdominales, a ver si al fin entiendes que esto no es Internet. Elizabeth se fue a un rincón haciendo caso, sentía los ojos llorosos, su rostro estaba enrojecido, cuando terminó era hora del almuerzo. Estaba triste, incrédula. Decidió ir al piso donde se supondría que estaba Otto.   Llegó a las oficinas, ahí había una señorita bien vestida, se acercó amable y la chica sonrió —Buscó a Otto, ¿Sabes en que oficina puede estar? —¿Buscas a Otto Sayer? —¿Otto Sayer? —preguntó irresoluta, de pronto una puerta de la oficina se abrió y Otto se asomó, hablando a la secretaria, cuando su mirada se cruzó con Elizabeth titubeó, después de un rato la invitó a pasar a la oficina —¿Qué haces aquí? —Estaba preocupada, pensé que quizás no habías venido al trabajo, que estabas enfermo. —Pues, no lo estoy —dijo frío, se levantó y le dio la espalda, era un hombre orgulloso, pero no soportaba tratar mal a ninguna mujer —Ah, entiendo, bueno, solo pensé que pasarías por mí. —¿Acaso me crees un chofer? Elizabeth sintió dolor al escucharlo, sus ojos se nublaron, tragó saliva, no sabía porque las palabras de Otto estaban cargadas de enojo —No, Otto, lamento si te di esa impresión. Jamás pensaría así de ti. Ni te utilizaría, quizás yo te di una mala idea, lo lamento, no volverá a pasar —Elizabeth no dio pie a replica, se marchó Cuando Otto sintió culpa, decidió correr tras ella, no la encontró en la recepción y la secretaria le señaló el rumbo. Siguió de prisa el camino, iba rápido, llegó hasta el vestíbulo de los bailarines. Vio a lo lejos a Elizabeth, escapaba de sus manos, quería alcanzarla, sintió la necesidad imperiosa de tomarla y abrazarla con fuerza, disculparse para afirmar que todos los días pasaría por ella de ahora en adelante, sin embargo la mujer dobló el pasillo, intentó gritar, pero las palabras no salieron de su boca, decidido a luchar caminó para perseguirla, de pronto tropezó con fuerza, empujándola al suelo, al observar el accidente, encontró a una mujer que yacía en el suelo, con los ojos cerrados y desvanecida; era Fiona Hanx.
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