VI

759 Words
Otto estaba en la enfermería, miraba a esa joven, estaba delgada y demacrada con los ojos cerrados, parecía vulnerable —¿Está bien? —Sí, no hay ningún motivo que haya provocado el desmayo, no tuvo ningún golpe, estás bailarinas son muy sensibles, no se preocupe —dijo la enfermera, tranquilizándolo, después siguió su trabajo y se fue de ahí   Otto miró a la joven, seguía preocupado, Fiona abrió los ojos, clavando su mirada castaña en Otto —Hola… ¿Qué me pasó? —preguntó aturdida —Lo siento… tropezamos y te caíste, te desmayaste. Fiona llevó sus manos a la boca, como si se sorprendiera —Lo siento, de verdad, ha sido mi culpa, llegué tarde, iba aprisa… —Yo también llevaba prisa, fue mi culpa, ahora todo lo que importa es que mejores. Ella sonrió con dulzura. —Te conozco —aseveró y Otto frunció el ceño confundido—. Eres el hijo de Bianca, recuerdo que hace como diez años te conocimos en el viaje a los Alpes. Otto estaba impresionado, asintió, no la recordaba, pero el viaje sí, sus padres siempre emprendían un viaje anual, aquel año habían decidido pagar un viaje a los empleados de Sayer Corp. —Sí, fue hace mucho tiempo. —Lo sé, te ves tan diferente —dijo mirándolo fijamente, Otto desvió la mirada—. Claro que en aquel entonces éramos casi niños, estabas diferente… con unos kilos de más y… diferente, cambiaste, ahora te ves tan… interesante. Otto estaba confundido, el tono de voz de aquella chica era extraño, además no le gustaba que le recordaran su antigua obesidad, con la que llevaba años luchando, pronto remembró las ofensas del colegio, quiso huir, porque una energía de puro rencor se apoderó de él —Gracias —la voz de Fiona era melosa, Otto tuvo una sensación de temor, sin saber por que —De nada, debo irme. —Te recuerdo mi nombre, soy Fiona. Otto asintió, sonrió, luego se fue, en el camino pensó sobre esa chica, Fiona Hanx, una de las bailarinas prolíficas de la compañía. Estaba dudoso de su actitud, recordó que hace unos días habían chocado como ahora, y ella lo había tomado a mal «Me llamó feo y ahora soy interesante. Muy raro» pensó desconfiado, pero cuando volvió su mente a Elizabeth, la desesperación se apoderó de él.   Otto intentó hablar con Elizabeth, pero fue en vano, la joven se había ido temprano, debido a un papeleó en migración. Tenía pinta de derrotado, caminó al estacionamiento para tomar su coche, ahí parada estaba Fiona, llevaba una rosa blanca en su mano. Otto, aturdido, se acercó a ella —Hola, Otto. —Hola. —Tenía que agradecer tus atenciones conmigo —dijo Fiona, luego le ofreció la rosa, Otto titubeó, pero cuando insistió tomó la ofrenda —Gracias, no debiste molestarte. —No es molestia, cuando algo te nace del corazón, Otto —dijo sin apartar la mirada de los ojos de Otto, quien no pudo sostener la mirada. Estaba nervioso, no entendía por qué esa mujer de buenas a primeras se volvía agradable, la conocía por los demás, y sabía que era el elitismo de belleza hecho persona, no hablaba con gente que consideraba inferior ¿Entonces que hacía hablándole a él? La mente de Otto no paraba —Debo irme, nos vemos otro día, Fiona —dijo cortante, la joven borró su sonrisa, hizo una mueca de molestia que el joven no pudo notar —Nos vemos, Otto. Otto subió al coche y arrancó. Fiona se quedó perpleja, no podía creer que aquel hombre feo era capaz de despreciarla de esa forma, una ira se sembró en su interior —¡Estúpido feo! —exclamó rabiosa   —¡Qué mal! —exclamó Alice acercándose a Fiona—. Por lo visto «la rusa» tiene su encanto, acaban de rechazarte, querida. Ponte lista, o siéntate a ver como pierdes la única oportunidad de triunfar. —¡¿Qué quieres que haga?! —exclamó desesperada —Mejora tu táctica, eres demasiado fría. Pero, Otto es igual de frío, si sigues así lo vas a congelar, necesita fuego, cariño. Sí él no da el primer paso, debes hacerlo tú. —¿De qué hablas? —preguntó con horror, mientras Alice la miraba con los ojos verdes severos—. ¡Ni lo sueñes, Alice! Dije que sería su amiga, pero jamás besaría a ese feo. —Bien, entonces disfruta el espectáculo que protagonizará Elizabeth Zok —dijo Alice frustrada, dejando a Fiona con la mente revuelta.
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