El mismo día
San Miguel del Morro
Sara
Muchos ni siquiera tendrían las agallas para dejar las comodidades que pueden darle sus padres, pero yo estoy dispuesta a dejar todo atrás con tal de realizar mis sueños, yo creo que tengo todo el derecho de descubrir lo que quiero, de elegir mi vida, no hacer la voluntad de mis progenitores, porque por más que quisiera quedarme en mi pueblo, no es lo que busco, ya que ante todo primero soy yo, es mi elección a un futuro que quiero, además los argumentos que me da mi madre para nada me convencen, más bien ella debería entenderme hasta me da rabia lo que repite.
En fin, después de expresarle a mi madre lo que quiero en esta vida, la miro pensativa, hasta que hace su voz presente.
–¡Sara! Desde que eras una niña siempre supe que serías diferente, porque buscabas la forma de sobresalir, nunca te conformabas con lo que hacías, querías conseguir las cosas a tu modo, y esta vez lo has vuelto a repetir, pero si te ayudo me tendrás que prometer algo.
–Mamá lo que tú quieras, pero si te preocupa que olvide mis raíces no lo haré, porque yo estoy orgullosa de haber nacido en este pueblo, aunque necesito salir al mundo para lograr mis sueños.
–¡Sara! Yo no quiero arrepentirme de ayudarte, si vas a Guayaquil será a estudiar, en ningún momento para andar metida en bailes, en fiestas, como lo hace la juventud que vive perdida allá, porque yo he escuchado cada cosa de las chicas que van a la ciudad, todas son tan libertinas, sin respeto por las costumbres, por los valores, ni por sus padres.
–¡Mamá! No hace falta que me repitas nada, porque ustedes me han inculcado todos los valores que debemos tener, me han sabido criar y yo siempre los tendré presente, además yo voy a estudiar para que se sigan sintiendo orgullosos de mí…–le explico mientras la abrazo hasta que somos interrumpidas por la voz de mi padre.
–Qué bello ver a mis amores tan cariñosas, ¿Puedo saber el motivo?
–¡Ezequiel! ¿Debe haber un motivo para abrazar a mi pequeña?
–Claro que no Margarita, pero las conozco y me parece que hay algo que quieren contarme, ¿Verdad?
Un momento después
Por más que mi madre supo manejar la situación, pudo más la curiosidad de mi padre y en pleno almuerzo siguió insistiendo en el tema, más aún, sabiendo que nunca le gusta sentir que pierde el control, incluso yo me escapé por pedido de mi madre, porque en este preciso instante escucho los gritos de él, seguro el tema del que charlan debe ser sobre mis planes, me repite mi interior mientras camino de un lugar al otro en la habitación, hasta que me detengo cuando abren la puerta.
–Sara aquí estás metida, tengo que hablar contigo para que me ayudes a ver a María.
–Vicente no cuentes conmigo, porque no quiero problemas con esa gente, además no entiendo ¿Qué sigues haciendo detrás de esa mujer?
–¡Sara! ¿Por qué nunca eres capaz de apoyarme? ¿De ayudarme? Recuerda que eres mi sangre, además no puedo acercarme a María desde que su padre me saco a escopetazos cuando nos encontró besándonos.
–Vicente es lo que obtienes por andar a escondidas con esa mujer, si tanto interés tienes en ella has las cosas como corresponden, habla con nuestro padre para que pida su mano y se casen.
–¿Cómo si fuera tan fácil que mi padre acepte mi relación con María? Sabes que para él nadie es suficiente para sus hijos, pero tú nunca lo entenderías porque eres incapaz de enamorarte.
–Hablas como si fuera un delito no enamorarse, pero yo tengo otras prioridades en mi vida, además no creo que pueda encontrar a un hombre que me entienda…–le explico hasta que me quedo callada al escuchar gritar mi nombre.
–Lo descubrirás algún día, pero ahora te toca escuchar los gritos de nuestro padre que te llama.
Sin más remedio me encamino a la sala encontrándome con mi padre todo alterado, incluso me mira furioso hasta que escucho su voz.
–¡Sara! Tú madre me está contando algo que no tiene pies, ni cabeza, ¿Cómo es eso que te quieres ir a estudiar a Guayaquil? ¿Qué necesidad hay de hacerlo?
–¡Papá! Para mi estudiar no es solo una necesidad, es un sueño, porque quiero ser profesora, sentir que mi vida es más que este pueblo, además no veo nada de malo en hacerlo.
–No vas a ningún lado, porque tú lo que necesitas es dejar esas ideas ridículas de ser profesora, más bien lo que te hace falta es casarte, comprometerte con Miguel.
–¡Papá! Yo no me casó con ese cavernícola, primero muerta, por último, yo me voy a Guayaquil con o sin tu consentimiento, así que acostúmbrate a la idea.
–¡Sara! Si quieres irte, ¡Vete!, pero sin llevarte nada mío, porque de mi parte no verás ningún centavo para pagar semejante locura.
–¡Ezequiel! No voy a permitir que dejes a mi hija en la calle, tienes que apoyar a Sara, porque de lo contrario dormirás en la habitación de huéspedes, ¡¿Entendiste?! –interviene mi madre furiosa.
–Mamá no te preocupes que yo no necesito nada del señor Quinde, me iré ahora mismo con lo que traigo puesto, pero aclárale a tu esposo que ha perdido una hija, buenas tardes, voy a despedirme de mis hermanos.
–¡Sara! ¡Sara…! No hagas semejante disparate– escucho los gritos de mi madre.
Guayaquil
Antonio
Por más que me duela dejar mi ciudad lo haré porque no pienso ceder al chantaje de mi padre, no sería Antonio Cevallos si me caso con esa solterona, me tocará soportar a mi tía Lucrecia, no hay más salida, además estoy seguro que serán solo unos meses y se le pasará el enfado a mi padre me repite mi interior mientras empiezo a preparar mi valija, hasta que golpean la puerta de mi habitación para abrirla.
–¡Antukito! Entonces no hay vuelta atrás, te vas a Paris, es la mejor decisión que pudiste tomar, porque podrás cambiar de ambiente.
–Leonor no tenía otra opción, porque ni muerto me caso con Eloísa Cifuentes, me tocará estar una temporada en Paris, además la única ventaja que encuentro es que podré visitar a Noemí.
–Suerte de nuestra hermana que se casó con semejante partido, Charles es el sueño de toda mujer, guapo, de buena familia, buena posición económica y sobre todo vive enamoradísimo de Noemí.
–¡Exageras Leonor! Es un simple hombre, incluso se parece mucho a mí, porque yo también soy el sueño de muchas mujeres.
–¡Claro que sí! Pero hay una diferencia entre Charles y tú– me repite con un tono burlón.
–Nuestro cuñado no es un sinvergüenza, un mujeriego que no toma a nadie en serio como tú, incluso está demostrado, porque se casó con Noemí, pero por tu bien espero que te haga cambiar tu estadía en Paris, que madures.
–¡Leonor! Yo también espero que cuando regrese hayas olvidado al harapiento de Alfonso, búscate otro pretendiente que valga la pena, un hombre con clase, alguien que te merezca, no te conformes con él– le explico molesto.
–¡Antonio! Eres insoportable, pero yo estoy casi segura que en algún lugar está esperándote la mujer que te hará madurar, porque te enamorarás sin proponértelo, sin esperarlo y ese día cambiarás por ella.
–Leonor mejor deja de hablar tonterías y ayúdame a ver si llevo todo para mi viaje.
En verdad dudo que pueda haber una mujer por la que yo este dispuesto a cambiar, pero si existe ¿Por qué aun no la he conocido? Tal vez la encuentre en Paris.
San Miguel del Morro
Ezequiel
Yo he sido criado con firmeza, con mano dura por mis padres, ellos siempre buscaron mi bienestar, nunca ponía ningún reparo, y con los años he querido hacer lo mismo con mis hijos y con el pueblo, incluso soy un hombre respetado, llegando a ser ley mi palabra, aunque no puedo decir lo mismo en mi casa, porque de alguna forma Vicente, Dolores y sobre todo Sara me vuelven loco, la verdad es que siempre hay algo que interrumpe mi paz.
En fin, en este instante escucho los disparates de mi hija, pero sobre todo las amenazas de mi mujer, por cumplirle el caprichito a Sara, aunque están muy equivocadas si voy a permitir que hagan lo que quieren en mi casa, así me hago escuchar.
–¡Margarita! Yo no voy a permitir que apoyes los disparates de Sara, incluso voy a dormir en nuestra habitación, se hará lo que mando– digo con firmeza.
–¡Ezequiel! Aprovecha la cama para ti solo, porque yo duermo con mis hijas, hasta que cambies de opinión, te quedas sin mujer.
Unas horas más tarde
Han pasado unas horas de mi discusión con Margarita, pero al parecer no solo me quedaré sin una hija, sino que dormiré sin mi mujer a mi lado, algo que nunca ha ocurrido, incluso no veo otra salida que ceder, claro que se harán las cosas de mi forma, con mis reglas, me repito por dentro mientras camino a la habitación de Sara donde toco la puerta para después abrirla.
–¡Dolores! Has el favor de retirarte porque debo charlar con tu madre y tu hermana– pido ganándome la atención de ellas.
–Permiso papá– repite mi hija mayor mientras se retira.
–¡Padre! Pierdes tu tiempo si quieres que desista de mi idea de ir a Guayaquil, porque no lo haré, yo voy a estudiar en la universidad, seré una profesional– me asegura decidida.
–¡Sara! Me doy cuenta que estás decidida y nada te hará cambiar de parecer, pero haremos las cosas a mi manera, tú no andarás deambulando en Guayaquil manchando el buen nombre de mi familia, te quedarás con mi hermana Hortensia en su casa, además a ella la tendrás que obedecer a falta de mi ausencia.
–¡Papá! Hare lo que tú digas, no te voy a decepcionar y sobre todo te hare sentir orgulloso– me repite emocionada mientras me abraza.
–¡Sara! Organiza tu equipaje que mañana partimos temprano al puerto del Morro para embarcarnos en la Balandra, yo mismo te acompañaré a Guayaquil, además quiero conocer ese dichoso lugar dónde estudiarás.