Al día siguiente
Guayaquil
Antonio
Nos hemos quedado hasta tarde charlando con Leonor, se puede decir que fue una especie de despedida entre hermanos, por esa razón me quede dormido, claro que los gritos de mi padre no esperaron, haciéndome salir de la cama a las corridas, incluso ahora estamos llegando a la boletería comprando el pasaje para abordar el barco, aunque lo malo es tener que andar arrastrando mis valijas.
En fin, camino al lado de mi padre en medio de este mar de gente, hasta que me detengo por el peso de mi equipaje.
–Antonio deja la flojera, levanta esa valija, ni que pesara tanto.
–¡Papá! A última hora mi mamá guardo algunos regalos para Noemi…– le explico mientras me he quedado sin palabras.
Mi mirada se pierde al ver una hermosa chica de unos 18 años de edad, con cabello n***o, piel blanca como la nieve, diría que tiene 1.65cm de altura, lo malo es que está acompañada de un viejo, aunque en un segundo me cruzo en su camino tropezándome con ella, llegando a percibir el aroma de su perfume, hasta que escucho su voz como una música celestial para mis oídos.
–Lo siento, me das permiso, quiero pasar y tú me lo haces imposible con tus valijas– me repite mientras estoy hechizado por sus bellos ojos marrones.
–¡Sara! Apúrate hija, pide permiso– grita el hombre a unos cuantos metros de distancia.
Nunca pensé que me paralizaría antes las palabras de una mujer, pero lo estoy, incluso no logro pronunciar nada, tan solo me he quedado como un tonto hechizado por los bellos ojos marrones de está muchacha mandona, hasta puedo notar lo molesta que se encuentra por haberme cruzado en su camino, claro que no me importa, porque me da la impresión que el tiempo se ha detenido en su mirada, como si nadie más existiera a nuestro alrededor, aunque la magia del momento se termina cuando escucho los gritos del hombre que la acompaña, repitiendo su nombre, Sara.
“Sara” ¡Se llama Sara! Debo parecer un bobo repitiendo en mi cabeza su nombre, incluso no tengo idea que cara tendré, porque en un segundo me arrancan de mi mundo la voz de ella.
–¿Será que el caballero se digna en darme permiso?, ¿Puedes sacar tus valijas? ¿O prefieres que yo lo haga?
–¿Por quién me tomas? Soy un hombre fuerte y no necesito de una muchacha mandona como tú para mover mis cosas, dame un segundo– respondo molesto mientras me agacho.
–¡Antonio! Deja de charlar con la chica, recuerda que tienes que abordar un barco, ¡Muévete! –grita mi padre unos metros delante de mí.
–Pareces un holgazán arrastrando esa valija, seguro ni siquiera levantas un plato en tu casa, mejor te ayudo porque llegaré tarde por tu culpa– afirma molesta.
–No soy un holgazán, no hace falta que me ayudes ¡Sara! –repito frustrado para terminar moviendo las valijas.
–¡Gracias Antonio! –me dice con un tono de malestar en su voz para terminar alejándose.
–Lo siento papá, pero ese holgazán no podía mover sus cosas– escucho que repite Sara al hombre mayor mientras mis ojos la siguen.
¡Es su padre!, por un minuto creí que era su esposo o su prometido, igual no sé porque me emociono si nunca más la volveré a ver, además yo debo abordar un barco a Paris, en mala hora, pero pensemos positivos habrá muchas chicas con quien divertirme en Europa, me repite mi interior hasta que soy interrumpido por mi papá.
–¡Antonio! No pierdes oportunidad para conquistar chicas, pero espero que este viaje te ayude a madurar, porque necesitas poner los pies sobre la tierra, tienes que cambiar esa actitud hijo.
–¡Papá! No estaba conquistando a ninguna chica, mucho menos a alguien tan mandona como esa muchacha, incluso me llamo holgazán, ¿Puedes creerlo? –me defiendo ante sus palabras ganándome una mueca.
Una hora después
Sara
Todavía me cuesta creer que estoy en Guayaquil, hasta parece un sueño del que no quiero despertar, así nos hemos dedicado a caminar por las amplias calles y avenidas con el fondo del malecón, incluso unos cuantos barcos anclados se vislumbran en el rio Guayas, es que existe una ferviente actividad en la ciudad, en las cafeterías, además de poder ver que circulan gran cantidad de autos, la verdad es que parezco una tonta sonriendo admirando cada edificio, cada monumento, la catedral que suena sus campanas, claro que nunca me imaginé que mi padre cedería tan pronto, que me acompañaría, pero solo don Ezequiel Quinde es capaz de sorprenderme con su actitud.
En fin, luego de nuestra caminata un poco improvisada llegamos a la casa de mi tía Hortensia, donde ahora escucho la charla entre mi padre y su hermana, claro que yo me dedico a dar unos cuantos pasos observando cada detalle de la propiedad, hasta me detengo a mirar por una ventana unos segundos la vista de la ciudad, pero no tengo idea porque se me cruza en mis pensamientos la imagen del chico del puerto, el holgazán me repitió que soy mandona, yo no lo creo, solo soy determinante con mis cosas, pero no voy a negar que el tonto era muy guapo con su barba prolija, de 1.85 cm de altura, cabello castaño claro, ojos marrones claros, piel blanca, creo que tendría unos 24 años de edad, aunque debería olvidarme de él, porque yo he venido a estudiar, a cumplir mis sueños me repite mi interior hasta que soy arrancada de mi mundo por la voz de mi padre.
–¡Sara! Hija me doy cuenta que te ha gustado la ciudad, pero debo advertir que aquí muchas tentaciones, la gente de Guayaquil es un poco más liberal, tienen otros pensamientos, no todos, pero es bueno hablarte que no estás en San Miguel donde podías confiar en las personas, incluso nadie se atrevía a faltarte el respecto, en cambio aquí debes tener los ojos abiertos y saber con quién te relacionas, porque siempre hay cada sinvergüenza queriendo corromper a las chicas inocentes como tú.
–¡Papá! Te agradezco tus recomendaciones, pero yo se cuidarme sola, además puedo lidiar con cualquier desubicado que se me cruce, recuerda que lo hecho siempre en la hacienda con los capataces, por último, mi tía Hortensia me cuidará.
–¡Hija! Igual yo estaré viniendo más seguido a Guayaquil para estar pendiente de ti, aunque no tengo idea ¿Quién podrá ayudarme en la hacienda como tú lo hacías? Pero lo resolveré sobre la marcha, ahora quiero que me demuestres que harás todo para conseguir ser una profesora, hazme sentir más orgulloso– me repite mientras me rodea con uno de sus brazos.
Dos años después, 1938
Paris
Antonio
Cuando opté por venir a Paris creí que las cosas serían diferentes, incluso no pensé que todo el día transcurriría atado a un escritorio, pero estaba equivocado porque los dos últimos años he estado preso en la oficina del periódico, hasta me vi forzado a tratar temas de política, algo que detesto, aunque el único consuelo en este tiempo han sido las visitas que le hago a mi hermana Noemí, incluso hoy deje un poco antes el trabajo para cenar con ella, así ahora estoy jugando con mi sobrino en la sala, hasta que somos interrumpidos por su voz.
–¡Antukito! Lo vuelvo a decir una vez más, tienes un don con los niños, porque mi hijo te ama, te adora, deja todo por compartir un rato contigo, hasta me reclama cuando tardas mucho en visitarnos.
–Noemí no es un don lo que tengo, más bien me gustan los niños, además es imposible no amar a este pequeñín, es lindo tu hijo, aunque deberías buscarle un hermano a Cristóbal.
–¡Un hermanito! Yo creo que le hace falta un primo con quien jugar, y tú puedes dárselo.
–¿Qué? ¡No! Creo que te confundes, yo ni si quiera tengo novia– le repito pensativo.
–¡Antukito! Yo te he presentado algunas chicas, pero tú ni siquiera intentaste nada, es que como si no quisieras involúcrate con nadie, ¿Por qué? ¿Sigues pensando en la chica del puerto? ¡Respóndeme!
–En verdad no quiero tener lío de faldas con nadie, creo que aprendí mi lección, madure diría mi padre– le miento.
–Antonio yo sé que eras un casanova y de la noche a la mañana cambiaste, por favor puedes ser sincero conmigo, soy tu hermana.
–¡Noemí! ¿Qué quieres escuchar? ¿Qué parezco un tonto soñando despierto con una chica que vi una vez?, pues tienes razón, no logro quitármela del pensamiento, no logro olvidarla, hasta tengo tan presente su perfume, pero estoy consciente que me estoy castigando como un idiota– le explico frustrado.
–Hermanito todo tiene solución, regresa a Guayaquil para buscar a tu chica, además seguro nuestro padre olvido tú último escándalo, y te recibirá con los brazos abiertos.
–¡Noemí! ¿Estás escuchando lo que me propones? Tu idea es descabellada, es una misión imposible hallar a Sara, es como buscar una aguja en un pajar, lo mejor sería seguir intentando olvidarla, como seguramente ella lo hizo conmigo, porque nunca fui nada en su vida, además yo estoy confundido, nada más.
–¡Antonio! Deja de ser cobarde y búscala, ¡Piénsalo!