El mismo día
San Miguel del Morro
Sara
Estoy todavía analizando que respuesta darle a mi padre, incluso me cuestiono, ¿Será este el momento adecuado? ¿Podré hablarle de mis planes sin terminar en una discusión? Yo creo que no, primero debo preparar el terreno hablando con mi mamá, porque voy a necesitar una aliada si quiero ir a estudiar a Guayaquil, además puedo notar que trae un genio de perros, me grita mi interior hasta que decido hacer mi voz presente.
–Papá me vi obligada a ir al pueblo, ya que alguien no cumple con sus tareas, entre ellas ocuparse de coordinar el embarque de los sombreros de paja toquilla, incluso don Rosendo estaba furioso, porque los hombres todavía no recogen su producción, tuve que prometerle que a más tardar mañana nuestra gente pasaría por su tienda.
–Bien hecho Sara, parece que eres la única persona en quién puedo confiar en esta familia, porque tus hermanos no tienen ese sentido de la responsabilidad– repite mientras mira con desagrado a mi hermano.
–¡Papá! ¿Qué sucede? ¿Me perdí algo? –repite Vicente mirándonos con curiosidad.
–¡Como siempre Vicente vives en las nubes!, nunca estás cuando te necesito, pero vamos a cambiar un par de cosas tú y yo, porque ahora más que nunca debes ayudarme– repite mi padre.
–¡Exageras papá! –exclama mi hermano viéndome.
En realidad, lo que menos quiero es escuchar los gritos que mi padre le dará a mi hermano en este momento, así me escapo de esa escena viendo que Vicente me mira con una cara de súplica, como pidiéndome ayuda, aunque no pienso quedarme porque debo aprovechar para charlar con doña Margarita, mi madre sobre mis planes.
Un momento después
Apenas ingreso a la casa recorro el lugar buscando a mi madre, encontrándola en la cocina organizando con las empleadas el almuerzo, así me acerco a saludarla con un beso en la mejilla.
–¡Sara! ¿Qué milagro que te dignas en aparecer por la cocina? ¿Me ayudas a organizar el almuerzo?
–¡Mamá! La cocina no es mi lugar, sabes que para mí estas cuatro paredes significan opresión, machismo, incluso recuerdo las palabras de tu querido esposo, “Una mujer siempre debe tener contento a su esposo alimentándolo y criando a sus hijos”, Según mi querido padre esto es lo que hay para la mujer, nada más.
–¡Sarita! Exageras en las palabras de tu padre, además no te haría mal ayudar un poco en la cocina para que el día que te cases con Miguel puedas atenderlo como debes hacerlo siendo su esposa…
–¡Mamá! Ni en sueños me casó con Miguel Mite, ese hombre es un cavernícola incluso tiene las mismas ideas machistas que mi padre, por eso ellos se llevan tan bien, así que olvídate de esa boda porque nunca se dará.
–Lástima con la ilusión que tenía de verte casada con Miguel, aunque creo que te estás precipitando, porque él es un buen partido, un hombre trabajador, responsable, algo tan difícil de encontrar en estos días que hay tantos muchachos sinvergüenzas.
–Mamá mejor cambiemos de tema, porque yo quiero pedirte un favor, algo para mí muy importante…–le repito mientras camino a su lado para ir al comedor.
–¿Un favor? ¿Qué puede ser para ti importante? –me repite mientras busca mi mirada.
–Mamá sabes que yo no me conformo con solo ser la hija de un terrateniente, quiero cumplir mis sueños, ser respetada por mis logros, que te sientas orgullosa de mí por ser alguien en la vida.
–¡Sara! Es que tú no eres solo la hija de un terrateniente más, eres la hija de Ezequiel Quinde, tú padre es un hombre de mucho prestigio en toda la provincia, incluso tu apellido es sinónimo de respeto, además yo estoy feliz de ver la mujer tan responsable, tan trabajadora, en que te has convertido, eres mi orgullo.
–Mamá es lo que intento decirte, no quiero ser alguien por el peso de mi apellido, quiero que respeten a Sara la mujer, no a Sara la hija de Ezequiel Quinde, pero para hacerlo realidad tengo que irme a Guayaquil a estudiar en la universidad, porque quiero ser profesora.
Guayaquil
Antonio
¿Cuándo aprenderé que no debo involucrarme con una mujer casada? Esto es lo que consigo, que mi padre me esté dando un ultimátum, aunque casarme con esa vieja fea de Eloísa Cifuentes no es una opción, ¿Cómo viviría con una mujer como ella? Solo de pensarlo me da escalofríos, además, mi reputación, mi imagen ¿Dónde quedarían? Por los suelos, no puedo caer tan bajo, pero no voy a dejarme enredar en las redes de esa solterona, se equivoca Ernesto Cevallos si piensa que me casaré con esa mujer, no lo haré así me corra a escopetazos, además yo soy el soltero más codiciado de la ciudad y no puedo defraudar a mis conquistas, debe haber otra solución.
En fin, a pesar que me siento entre la espada y la pared voy a dar pelea, así hago mi voz presente.
–¡Papá! A los gritos no vas a solucionar nada, ni me vas a obligar a casar con esa solterona, además ¿Por qué crees que esa es la solución?
–¡Antonio! No entiendo porque eres tan cínico, ni si quiera tienes un gramo de responsabilidad por lo que haces, ¿Acaso no tienes noción lo que has hecho con tus aventuras?
–Papá todos los hombres tienen aventuras y yo no soy el primero en hacerlo, pero sobre todo no estoy casado, no tengo compromiso con nadie.
–¡Te equivocas en tu razonamiento! Tú llevas mi apellido y tienes el deber de cuidar la imagen de esta familia no provocando escándalos, así que contéstame de una vez, ¿Qué eliges? ¿Te casas con Eloísa Cifuentes o te vas a Paris? ¡Responde!
–Papá es que no me convence todo lo que me propones, algo más debe haber, incluso podría considerarlo…– le repito con calma.
–¡Muchacho! Tú haces perder la paciencia a cualquier persona con tú postura de inmaduro, tienes que elegir porque recuerda que esta vez no voy a salvar tu pellejo, yo mismo le diré al Luis Méndez que eres el amante de su esposa para que aprendas a ser responsable.
–¡Papá! ¡Yo soy tu hijo! No puedes hacer esto, además quién continuará con el apellido Cevallos si me mata Luis Méndez, recuerda que yo soy el único varón en la familia.
–Antonio yo nunca hubiera hecho lo que tú me estás haciendo sufrir, porque mi padre me hubiera corrido a escopetazos por cada escándalo que hubiera manchado el buen nombre de la familia, además una mirada suya bastaba para realizar lo que él repetía, en cambio aquí estoy contigo intentando razonar, pero no hay forma, me obligas a hacer las cosas a mi modo, mañana partes a Paris en el primer barco que salga del puerto, incluso yo mismo te llevaré, aunque si quieres quedarte en Guayaquil ya sabes lo que tienes que hacer.