El mismo día
Guayaquil
Sara
Han pasado dos años desde que deje mi pueblo, dando un giro por completo mi vida, porque estoy realizando mi sueño de estudiar, claro que al comienzo me costaba mucho adaptarme a todo el caos de vivir en una ciudad, incluso extrañaba las charlas con Dolores, la verdad es que ha sido un verdadero reto mi nueva vida, claro que he tenido unas cuantas visitas de mi padre, hasta mi madre lo ha hecho, pero no es lo mismo, me hace falta mi familia, el calor de hogar, porque mi tía Hortensia y su esposo pueden ser muy amables, muy cordiales, aunque no tiene punto de comparación.
En fin, a pesar de no tener tiempo para nada, cada vez que camino por la calle nueve de octubre termino mirando el rio Guayas con una nostalgia, incluso no entiendo ¿Por qué mis pensamientos me llevan a él? Siempre está presente su recuerdo, su voz, hasta a veces no puedo evitar sonreírme ante las palabras que le repetí cuando lo conocí, la verdad es un misterio que no tiene respuesta, o no quiero verla, solo sé que sigue persiguiéndome la imagen del holgazán en mi cabeza.
Aunque ahora busco distraerme con la clase de filosofía, pero en un segundo suena el timbre haciendo que me levante de mi puesto agarrando mis cosas, hasta que escucho una voz que me detiene.
–¡Sara! ¿Puedes esperarme?
–¡Hola Maritza! Apuesto que sé lo que necesitas, pero esta vez tendrás que darme algo a cambio, para darte mis apuntes de la clase de matemáticas.
–Sara tú solo piensas en el estudio, yo quería que me acompañes a la cafetería, aunque no está demás que me dejes ver tus apuntes– me dice mientras abandonamos el aula.
–¡¿A la cafetería?! Mejor vamos a la casa de mis tíos, no creo que les moleste que estudiemos en mi habitación, además allí nadie nos interrumpirá.
–Sara lo vuelvo a repetir, no todo tiene que tratarse de estudiar, yo quiero distraerme un rato y el único lugar decente es la cafetería, además las chicas me dijeron que no hay mejor sitio para encontrar algún pretendiente que valga la pena.
–Maritza tú lo que quieres es meterme en problemas, lo ideal sería asistir a la iglesia donde puedes encontrar un buen partido para comprometerte, porque allí hay chicos que valen la pena, no en la cafetería– le aseguro.
–¡Sara! Los únicos idiotas que van a buscar novia a la iglesia, son los solterones feos que no han podido conseguir esposa, y yo no estoy tan desesperada por casarme, más bien yo busco un galán que me quite hasta el aliento– me explica entre suspiros.
–Vamos a la bendita cafetería, porque no quiero tener en mi consciencia que te casaste con un hombre feo por mi culpa– le repito entre risas.
Paris
Antonio
Cualquiera diría que soy un loco por seguir pensando en una mujer que solo vi una vez, pero que puedo hacer si yo la encuentro en cada persona que camina por las calles de Paris, hasta he soñado despierto charlando con ella mientras escucho su voz una y otra vez, tal vez es un castigo por haber vivido mi vida sin preocupación, algo o mejor dicho alguien tenía que sacarme de mi burbuja, aunque la forma con la que juega el destino conmigo es cruel, porque siento que acaricio la soledad en cada momento que vuelvo a buscarla en mis pensamientos, hasta siento que una parte de mí se fue con ella sin evitarlo.
En fin, tal vez debería enterrar las palabras de mi hermana en el fondo de un baúl, porque de esa forma no mantendría esperanza de volver a ver a Sara, además tengo que ser sincero conmigo, me asusta encontrarla y que haya alguien en su vida, olvidarla es la mejor decisión que puedo tomar.
Aunque parece que mi hermana no piensa igual que yo, porque trae el tema a colación en medio de la cena.
–¡Charles! Hoy en la mañana volví a escuchar los rumores de una posible guerra en Europa, en verdad me preocupa un poco la situación, incluso creo que deberíamos adelantar nuestras vacaciones para visitar a mi familia, además aprovecharíamos para acompañar a Antonio a Guayaquil.
–¡Antonio! No sabía que estabas planeando volver a Guayaquil, pensé que estabas conforme con tu trabajo en el periódico, pero es tu decisión, además espero que no te bases en los chismes de la gente, porque es una exageración hablar que se avecina una guerra, aunque no es mala idea adelantar las vacaciones, nos haría bien cambiar de aires– explica mi cuñado buscando mi mirada.
–Charles te puedo asegurar que son más que simples chismes lo que dice la gente de una guerra, porque yo estando en el periódico estoy en contacto con todo el círculo político de la ciudad, ellos están muy alarmados, pero esperemos que sean tan solo especulaciones, igual yo nunca basaría mis decisiones en algo incierto, más bien me gusta saber que terreno piso– le explico ganándome una mirada de reproche de mi hermana.
–¡Noemí! Está decidido, viajemos a Guayaquil, yo organizo todo en mi oficina para partir en dos días, espero que nos acompañes Antonio, sería muy bueno reunir a la familia– repite Charles.
Voy a matar a mi hermana por hacerme semejante jugarreta, pero tal vez sea la única forma de continuar con mi vida, así al menos dejaría de buscarle un sentido a mis pensamientos sobre ella, porque recordarla no es suficiente, es un castigo que me sigue hasta en mis sueños, y yo no puedo seguir aferrado al pasado, aunque todavía no tengo claro nada, me repite mi interior, hasta que soy sacado de mi mundo por la voz de Noemí mientras dejamos el comedor.
–¡Antonio! Escuchaste a Charles, nos vamos de viaje, aunque aún no tengo la certeza si disfrutaremos de tu compañía, ¿Viajas con nosotros? ¿Buscarás a la chica del puerto? ¿O seguirás castigándote con su recuerdo? ¿Qué decidiste? –repite mirándome con dudas buscando algún indicio de mi decisión en mis ojos.
¿Qué hago? ¿Viajo? ¿Busco a Sara? Lo único que tengo claro es que es hora de tomar una decisión que puede cambiar el rumbo de mi vida, así quiera seguir resistiéndome.