El mismo día Guayaquil Sara Lo sé, soy una tonta por dejarme convencer por Maritza, pero era la única forma para que abra los ojos, porque ese hombre es un donjuán, un casanova, además no sé porque tengo una sensación extraña, es algo que me cuesta explicar, aunque creo que todo en mí cambio sin saberlo ese día en el puerto, son cosas inexplicables que sigo viviendo, que quisiera olvidarme, pero mi mente es más fuerte. Así en medio de charlas vamos llegando al lugar donde apenas ingresamos buscamos una mesa para sentarnos y hacer nuestro pedido al mesero, hasta que miro impaciente a mi amiga. –¡Maritza! Estás demasiada nerviosa, ¿Puedes calmarte? –Sara solo es impaciencia porque debería haber llegado Horacio, y no lo encuentro. –Amiga, tu caballero valiente se acobardó, huyó de un