La historia comenzó en la década de los ochenta, con una reportera persiguiendo la historia de una mujer que fue atropellada en cuatro ocasiones.
Cada accidente fue seguido de un trato monetario bastante lucrativo, ya que todos los conductores eran hombres adinerados. La reportera creía que detrás de esa historia había una gran estafa, e investigó durante un largo tiempo.
Una noche la reportera entró a la casa de la sospechosa, todas las habitaciones parecían depósitos y entre tantos objetos, sin proponérselo, la reportera despertó a un demonio.
En el mundo de la magia no todo eran hechizos, pócimas o artefactos, había un mundo oscuro y un grupo de seres demoniacos que tomaban las almas de las personas y se apoderaban de sus cuerpos.
Esa noche la reportera salió de la casa, pero el alma que habitaba su cuerpo era la de un demonio.
Por las siguientes semanas el demonio vivió dentro de su cuerpo, hasta que los demonólogos fueron alertados, lo encontraron y asesinaron, era el procedimiento estándar para los demonios, antes de que convirtieran en grandes amenazas, pero al investigar y seguir el rastro hacia atrás, descubrieron algo, el demonio no se alimentó del alma de la reportera, él sabía que lo encontrarían más rápido sí cometía ese tabú, lo que hizo fue tomar su alma y guardarla dentro de una muñeca.
Ella era Sally.
Una muñeca popular de la década, el torso y las extremidades eran de tela, pero el rostro, las manos y los pies eran de plástico y su tamaño era de treinta centímetros.
Los demonólogos tenían un caso inédito en sus manos, nunca antes se encontraron con un demonio que actuara de esa forma y como no lo anticiparon, ya habían destruido el cuerpo de la reportera, su alma no podía volver a su lugar, tampoco podían usar el cuerpo de otra mundana, las leyes no lo permitían y tomaron una difícil decisión.
Dejar el alma de la reportera, dentro de la muñeca.
Para proteger su identidad, su nombre permaneció en el anonimato y para nombrarla se usó el código: Sally.
Después de que la noticia se diera a conocer, los magos tomaron por costumbre llamar “Sally” a todas las mujeres mundanas que sentían curiosidad por la magia o se involucraban con ella, y “Peter”, que era la pareja de Sally en la línea de muñecas, para referirse a todos los hombres.
Lilith, una mundana atendiendo una tienda de magia al final de la calle Vignon era lo que todos llamaban, ¡una Sally!, una persona que está en donde no debería.
Eran las siete, después de cerrar Lilith fue al depósito, buscó una pintura que se ajustara al tamaño y cubrió el espacio vacío en la pared, no le gustaba verlo de esa forma, sentía que le faltaba algo a ella, no a la habitación.
Afuera tocaron.
– Está cerrado – respondió en voz alta.
Volvieron a tocar.
Lilith tuvo el presentimiento de que se trataba del ladrón que la visitó una hora antes, se acercó a la puerta, miró por el cristal y no pudo reconocer su rostro.
– Hola, trabajo en el departamento de soporte de la tienda Deimos, esta es mi identificación, Percival Vignon – habló el hombre detrás de la puerta.
Lilith resopló, abrió y miró la identificación – le dije que se fuera al infierno, no a mi tienda.
– No quiero molestarla, es para dar seguimiento a su queja, sí me lo permite revisaré el modelo y – levantó una caja – traje un repuesto.
A regañadientes, Lilith lo dejó pasar – tiene diez minutos.
– No tardaré, aquí está – dijo Percival al ver el cuervo recostado sobre la mesa, de acuerdo al nivel de magia contenida, estaba cargado, los niveles equilibrados y no parecía haber daño – haré una pequeña demostración, tal vez quiera retroceder.
Lilith dio tres pasos atrás.
De los dedos de Percival surgió una pequeña corriente electrificada, por seguridad Lilith dio otro paso atrás, la corriente se intensificó y el cuervo parpadeó, su figura se movió muy rápido, sus alas se extendieron y se preparó para atacar, Percival apagó la corriente, acto seguido el cuervo voló trazando un círculo y regresó a su posición – funciona bien – susurró.
– No mentí, alguien me asaltó y el cuervo se quedó ahí, como un adorno inútil.
– No dije que mintieras, suelo pensar en voz alta, disculpa – dijo Percival.
Lilith admitió que estaba a la defensiva y se quedó callada.
Con cuidado Percival acarició el pico del cuervo, después su cabeza, las alas y siguió tocando las plumas de manera sutil mientras Lilith miraba, al final, levantó el ala derecha del cuervo y suspiró – aquí está el problema, ¿lo vez?
Lilith se inclinó – es un dibujo.
– Es una marca, sí la amenaza es mágica, el cuervo responde, si es de objetos mundanos, cuchillos o pistolas, no reacciona, alguien hizo esto de ante mano, se presentó con un cuchillo y tuvo cuidado de no hacerte daño para que el cuervo no emitiera una señal de alarma.
– ¡Es así de fácil!
Percival negó con la cabeza – tienes que ser un experto, y tener tiempo a solas con el cuervo, esta semana o la semana pasada, ¿notaste algo sospechoso?
Lilith hizo memoria, cambiaba de lugar para comer, iba al baño, hacía llamadas, era una persona normal – no estoy segura, tal vez le expliqué algo a un cliente y me alejé de la mesa por varios minutos.
– Los ojos del cuervo tienen una cámara integrada que toma un cuadro cada segundo, sí me das tu permiso lo llevaré a la tienda, así obtendremos una imagen de la persona que te asaltó y el momento en que vandalizó el artefacto, te servirá para el reporte.
Lilith asintió.
– Necesito que firmes una autorización, nos da permiso de revisar las imágenes.
Lilith tomó el formulario, iba a necesitarlo si quería explicarle a su tío que perdió su valiosa pintura, rellenó el campo con su nombre y de repente se detuvo – ¿cómo supiste dónde trabajo? – miró a Percival – te llamé, pero no dejé mi nombre, tampoco mi dirección – dejó el formulario sobre la mesa y sacó el celular del bolsillo de su pantalón, lista para marcar el número de emergencia.
– Puse tu número en la base de datos de clientes – respondió Percival – esta mesa con protección para magia de tipo mental es de nuestra tienda, para traerla tuviste que dejar tu nombre, un número de celular, dirección y referencias, es lo que pedimos para que el camión pueda traerla a salvo.
Era cierto, el año pasado su tío compró esa mesa y la trajo un enorme camión amarillo, la tienda le pidió dos números telefónicos, por eso dieron el suyo.
– ¿Todo bien? – sonrió Percival.
– Si – dijo Lilith y volvió a tomar el formulario, estuvo sola en esa tienda muchas veces y de repente, ya no se sentía segura, apestaba sentirse de esa forma.
Percival guardó el cuervo y dejó el nuevo modelo sobre la mesa apuntando hacia las vitrinas y la puerta – con esto será suficiente, siempre que haya una amenaza en esta habitación, el cuervo responderá, viene integrado con un mecanismo de borrado de memoria que solo afecta a mundanos, ¿podrías darme tu mano?
– ¿Para qué?
– No quiero que borre tu memoria por accidente.
Lilith presionó el abdomen del cuervo con un poco de escepticismo, conocía la magia, leía los libros, pero no estaba muy familiarizada – esto es como, un lector de huella digital.
– Sí, es básicamente eso – sonrió Percival – es todo, muchas gracias por preferir nuestra tienda y, siento mucho lo que te pasó.
Lilith se sintió culpable, ella también era una empleada, sabía que atender clientes era una pesadilla y siempre trataba de ser amable, esa noche fue, inusual – gracias.
– De nada.
Lilith abrió la puerta, Percival se fue y a los pocos segundos comenzó a llover, Lilith salió para poner el candado en el portón, cerró la puerta, apagó la computadora, contabilizó el dinero y cerró la tienda.
Después de un largo día subió los escalones para cenar, bañarse y ver la televisión hasta la madrugada.
Le prometió a su tío que se haría cargo de la tienda durante su viaje de bodas y tres días después, ahí estaba – buen trabajo Lilith – se dijo a sí misma con sarcasmo.
Percival volvió a la tienda, ya estaba cerrado, acomodó el cuervo sobre la mesa y observó la marca – esto no lo hizo un aficionado – pensó en voz alta.
Del otro lado alguien apagó la luz y volvió a prenderla – creí que se me había olvidado apagar, ¡sigues aquí!
– Sí, atendí una queja, señor, ¡vea esto!
Su jefe ajustó sus lentes y observó la marca – que bueno que lo recogiste, dile que hubo un desperfecto y véndele uno de los nuevos modelos, le daremos un pequeño descuento que se cubrirá con la garantía extendida, asegúrate de mencionarlo.
– En realidad – comenzó a decir Percival – lo reemplacé con un cuervo de la serie Sally, le dije que era cortesía de la tienda, nuestra misión dice que proteger a nuestros clientes es…
– ¡Eres un idiota!, ¡probablemente el cliente fue quien alteró el artefacto!, y tú les regalaste – hizo una pausa – esto saldrá de tu salario.
– Desde luego – admitió Percival – tengo descuento del 10%, aplica en estos casos, ¿no?
Su jefe lo miró con desdén – no durarás mucho en este empleo sí no tienes carácter, cierra cuando termines.
Percival suspiró – somos tú y yo – miró al cuervo, después fue por su equipo para extraer la unidad de memoria dentro del torso del cuervo y revisarla con la computadora – ella no dijo a qué hora fue el asalto – pensó en voz alta y revisó su celular, con el horario de llamada fue retrocediendo.
Alrededor de las seis de la tarde un hombre entró a la tienda, caminó hacia el mostrador, se recargó sobre la mesa, mostró un cuchillo y su brazo se salió de la imagen, su sonrisa era burlona, Percival guardó la imagen de su rostro y pasó una copia a su celular, siguió avanzando, el hombre bajó el cuchillo, caminó hacia la derecha, desapareció por un par de segundos, después volvió, abrió la puerta, la cerró, regresó y subió los escalones.
– No, no, no – balbuceó y tomó su celular.
Lilith se lavaba los dientes, su celular estaba sobre la cama, no tenía prisa por responder, terminó de lavarse, se secó con una toalla y tomó su celular, la llamada perdida venía de un número desconocido.
Volvieron a marcar, lo pensó un segundo y respondió – bueno.
– Habla Percival, el empleado de Deimos estuve ahí hace una hora, el sujeto que te asaltó, sigue ahí, hola, ¿me escuchas? – su voz tembló – llamaré al ministerio.
Lilith sintió un hormigueo en la cabeza, el resto de su cuerpo estaba paralizado y había una persona caminando en su habitación.
Percival llegó a su coche – quiero reportar un ataque, la víctima es una mundana.
Del otro lado de la llamada se escuchó un resoplido – no tratamos crímenes que involucren a mundanos, llame a la policía.
– El atacante es un mago.
– ¿De dónde me llama?
– No estoy en el lugar.
– ¿Cómo sabe que el atacante es un mago?
Percival golpeó el volante – porque conoce sobre artefactos mágicos, tengo su foto en mi celular, se la enviaré, pero mande refuerzos, la víctima es una mundana y está sola.
– Como le dije, no nos involucramos en asuntos mundanos, sí no está en el lugar de los hechos ni tiene evidencia que lo respalde no podemos aceptar su denuncia.
– ¿No me escuchó?, le dije – habló Percival y se detuvo, colgó la llamada, volvió a marcar al número de emergencia y esperó, la voz que le respondió fue diferente – estoy en el mil trece de la calle Vignon, quiero reportar a un seguidor de abismo.
– Gracias por su reporte, enviaremos a alguien de inmediato.
– Bien – colgó la llamada y condujo de vuelta a la tienda.