Con un vestido amarillo y el sombrero que su padre le regaló por su cumpleaños, Margaret estaba lista – saldré un momento mamá, iré a buscar un vestido. – La diseñadora vendrá pasado mañana – respondió Casiopea. – El día es muy hermoso, no quiero quedarme en casa. Con esa explicación Casiopea no tuvo más quejas – no tardes mucho. – Claro. Si hubiera dicho su verdadero destino, su madre habría insistido en acompañarla y Margaret no quería compañía, entre más rápido pudiera resolver ese problema, menos disgustos tendría. El carruaje avanzó despacio por la cantidad de personas que llenaban las calles alargando los minutos y durante ese tiempo, Margaret miró por la ventana con la vista perdida. Las grandes puertas de la academia le dieron la bienvenida y al mirar a su derecha descubrió