El restaurante elegido por la condesa Le Roux era el más popular de la capital, todavía no era la hora del almuerzo y ya había muchas personas observando a la pareja que formaban el príncipe Nicolás Daemonium y la señorita Margaret Seldwyn, y todos ellos miraron detenidamente mientras se alejaban hasta llegar a una mesa apartada.
– Antes de venir le pedí a mi sirviente que cambiara la reservación por una mesa más discreta – dijo Margaret – tampoco me gusta la sobre exposición.
– Nunca dije que no me gustara.
– Me disculpo por eso, la condesa Le Roux constantemente habla sobre usted, sentí que lo conocía de toda la vida, ahora entiendo que no puedo dejarme llevar por una perspectiva ajena, a menos que lo escuche de labios de su alteza, no creeré otra palabra.
La mesera no sabía en qué m
