El sonido del carruaje era incesante y el tambaleo la despertó varias veces, acomodó la cabeza sobre uno de los cojines y miró hacia las ventanas cubiertas y selladas por fuera para que nadie pudiera verla.
“¡El mundo es basto!”
Esas fueron las palabras de Abigail, mientras esperaban a que llegara la fecha del parto, ella dijo que muchos nobles se paseaban por las pintorescas calles del mercado vestidos con ropas comunes y se perdían entre los transeúntes porque los plebeyos no conocían sus rostros y en el fondo, eran personas comunes, no diferentes a cualquier otro, sería así para ella, un día quizá, mirando los aparadores o comprando un pastelillo, alguien la miraría y exclamaría.
¡Eres idéntica a la difunta reina!
Y ella sonreiría haciendo un comentario gracioso como: ¡me lo dicen t
