Me persigue el ceño fruncido del príncipe Nicolás.
– Lo siento.
– Deja de disculparte.
Me dejé llevar, la princesa Carolina es muy aterradora, solo con unas cuantas palabras y me hizo creer que mi presencia en el castillo de Selder es alguna clase de destino místico elegido por los dioses, y me convenció de ir a la biblioteca para, en sus palabras, encontrarme con mi propósito en la vida.
Aurora tenía razón, ¡soy una estúpida!
Cinco minutos en el carruaje son suficientes para darme cuenta de lo tonta que fui, acepté volver al castillo y ahora debo entrar a la biblioteca y lo más probable es que sea un estorbo – lo siento mucho.
– Te estás disculpando conmigo, ¿o contigo?
– Con ambos – principalmente conmigo.
Llegamos al castillo, antes pensé que era algo bueno que la distancia entr
