CAPÍTULO 19

1583 Words
POV EMILY El día de mi boda era hermoso. Soleado, cálido, no caluroso, y una suave brisa perfecta para alejar el aterrador olor a culpa que me entumecía la mente cada maldita vez que me veía con mi bonito vestido blanco. ―Estás increíble ―dijo mi hermana Adaline mientras me acomodaba uno de los suaves rizos que caían en cascada por mi espalda. Era la encargada de peinarme y, aunque le entristecía que no le dejara hacer nada elegante, me alegraba de que se hubiera subido al tren nupcial sin sospechar nada. ―Gracias ―le dije. Mantuve la mirada fija en su rostro mientras ella rizaba algunos trozos más, pasando suavemente un cepillo para ablandarlos. ―Todavía no puedo creer que no te vayas de luna de miel ―dijo. ―Tenemos tiempo para eso después ―le dije―. Sabes que esto no es como ninguno de nosotros lo hubiera planeado en circunstancias normales. Mi hermana me miró por un momento. ―Lo sé. Lo de su hija hace que sea... único. Tragué saliva con dificultad. ―Ahora estará con Josie hasta su boda, y luego la tendremos ese fin de semana. Tampoco harán luna de miel, ya que se van a Londres poco después de casarse. Adaline dio un paso atrás para examinar sus retoques. ―Perfecto. ¿Cuándo te mudas a su casa? ―preguntó Poppy. ―Técnicamente hoy ―respondí―. Repasamos muchas cosas cuando pasé el otro día. Pero seguiré trasladando cosas de mi apartamento en las próximas semanas. Me hizo un gesto para que frunciera los labios, y lo hice, frunciéndolos para que pudiera untarme una nueva capa de crema hidratante con color. Después de mucho debatir y de que mi hermana pequeña hiciera pucheros, gané la batalla de no llevar brillo de labios pegajoso ni un color intenso para la ceremonia. Ya estaba bastante nerviosa por besar al chico delante de mi familia cuando apenas habíamos intercambiado más que un dulce beso en privado. Había promesa en ese dulce beso, y eso era de alguna manera aún más alarmante. Un suave apretón de labios, solo para quitarle hierro a la actuación de hoy, y desencadenó un aterrador y tembloroso enjambre de nervios bajo mi piel. Porque todo lo que había querido hacer era inclinarme. Ninguna parte de mí quería retroceder. Quería inclinar la cabeza, abrir los labios y ver si deslizaba su lengua sobre los míos. Pero me retiré. Liam también se apartó. Sus ojos eran intensos y estaban llenos de sorpresa, pero como no había inclinación, ni profundización, ni avance de lo que había empezado ahí, no estaba muy segura de cuál era su postura ante la idea de besar a su mujer. Poppy me dedicó una sonrisa contenida. ―Todo el mundo se está marchando. Ahora solo quedamos Cameron y yo. Uno, no es tan divertido, y dos, no puedo asaltar su armario. Adaline y yo intercambiamos miradas. Dejar a nuestra familia nunca fue fácil, y se hacía aún más difícil por los comentarios inofensivos de nuestra hermana menor. Poppy seguía viviendo en casa y, si por ella fuera, todos los hermanos mayores viviríamos a poca distancia de nuestra gran cabaña familiar. Mamá y Tim la compraron cuando se casaron, hace ya tantos años, quince acres a las afueras de Sisters, con suficientes dormitorios y terreno y espacio para que los siete pudiéramos deambular. ―Estaré en casa todas las semanas, Pop ―le prometí―. Puede que no puedas robarme la ropa tan fácilmente, pero... no voy a abandonar a nadie. ―Lo sé ―concedió. Poppy me pasó una brocha por las mejillas y me dijo que estaba lista―. Te ves increíble, Emily. La puerta del baño de mamá y papá se abrió, y mi mamá ya se estaba empañando cuando nos vio a las tres ahí dentro. ―Oh, cariño ―dijo. Se pasó la mano por debajo del ojo―. Estás preciosa. Liam se va a volver loco. Casi se me escapa una carcajada de pánico porque, por suerte, nadie esperaba que mi novio, tan serio, rompiera a llorar al verme. Lo más probable es que estuviera ahí de pie calculando mentalmente todas las formas en que esto podría salir mal. Si alguien tomara su teléfono para grabar la reacción de Liam para algún dulce vídeo viral, se llevaría una gran decepción. Ya me había mandado cuatro mensajes esa mañana preguntándome cómo me las iba a arreglar para que el ministro no presentara la licencia de matrimonio. Yo: Me ocuparé de eso. Liam: ¿Por qué no me reconforta esa respuesta? Yo: ¿Poooorque eres un pesimista? Lo tengo controlado. Liam: ¿CÓMO lo tienes controlado? ¿Tienes un plan? Es un ministro, no es como si pudiéramos pagarle. Yo: Digo esto con el mayor respeto, Liam, pero tienes que calmarte. El pastor Bill conoce a mi familia desde siempre, y yo ME HARÉ CARGO. Ésas fueron las dulces y románticas últimas palabras que compartimos mi futuro marido y yo antes de encontrarme con su trasero demasiado pensativo al final del pasillo. Mi pecho temblaba de expectación porque ese día era la única razón por la que estaba haciendo esto. Dejar que mis hermanas me ayudaran con el peinado y el maquillaje. Permitir que mamá me subiera la cremallera de la espalda del precioso vestido blanco que tenía colgado en el armario. Era sencillo y elegante, con una silueta limpia y un suave escote drapeado que me hacía sentir guapa y elegante. A decir verdad, nunca había pensado mucho en el tipo de novia que sería. Era un día, y un día no era un matrimonio. Lo que imaginaba era el hombre a mi lado, mi compañero de vida. La persona que complementaría mi personalidad, del mismo modo que Tim equilibraba la de mamá. Siempre imaginé que ese hombre sería gregario, divertido y excesivamente encantador. Tendría una gran carcajada y una amplia sonrisa, y seríamos tan encantadores juntos que sería casi nauseabundo. Los detalles de cómo llegué al altar, qué flores llevaba en la mano, cuál era el corte de mi vestido... nunca se me pasaron por la cabeza. Probablemente porque nunca había conocido a ese hombre sin rostro. Ahora sí que tenía un compañero. Mi compañero mintiendo a nuestras familias sobre toda esta farsa. Mi compañero para decidir cuánto tiempo me quedaría en su casa y cuánto tiempo estaría en casa de mis papás durante la semana si me necesitaban. Era el chico que era dulce y tranquilo y pensaba en todos los millones de detalles que yo no había pensado. El tipo que me mandaba mensajes a las seis estresado sobre cómo íbamos a engañar al pastor de ochenta años de la iglesia de al lado de casa de mis papás. El tipo que comprobaba si yo tenía alguna alergia alimentaria antes de ir a hacer la compra porque no quería almacenar en su casa nada que yo no pudiera comer. Lo sé. La consideración estaba fuera de control. ¿Así que cuando mi mamá decía cosas como que Liam se va a volver loco? Probablemente tenía razón. No me cabía duda de que su sobrecargada cabeza palpitaba con todas las cosas que intentaba mantener en equilibrio. En lugar de comentar, simplemente le sonreí en el espejo. ―¿Josie llegó aquí con Olive? ―le pregunté. Ella asintió, recogiendo el pequeño ramo de flores silvestres de la encimera del baño. ―Se alegra mucho por ustedes. Y Olive es adorable. Aunque es muy tímida. En cuanto vio a Liam, apenas asomó la cabeza para mirar a nadie más ―añadió―. Hubiera estado bien que fuera su chica de las flores o algo así. El sentimiento de protección rugió caliente y rápido en mi vientre, pero lo contuve. ―Los niños tranquilos son un concepto extraño en esta familia ―dije. Adaline se rio. Poppy pasó el brazo por los hombros de mamá mientras sonreía. ―Habla por ti. Yo era un ángel. Me eché a reír. ―Oh, por favor. Eras más salvaje que el resto de nosotros juntos, y nosotros éramos bestiales por derecho propio. Es un milagro que esta casa no ardiera cuando éramos niños. Las cuatro nos reímos, y mi mamá se secaba las lágrimas de felicidad mientras le temblaban los hombros. La puerta del dormitorio volvió a abrirse y Tim asomó la cabeza. Su rostro se suavizó de inmediato al ver el ambiente alegre en el que se encontraba. Estaba teniendo un buen día y, aunque caminaba un poco más despacio y su cuerpo era un poco más delgado bajo el traje, sus ojos brillaban y su paso era como un resorte mientras se acercaba a nosotros. Me levanté del taburete y me giré hacia él. Inmediatamente se le llenaron los ojos de lágrimas. ―Dios, Emily, mírate ―dijo, con la voz entrecortada por la emoción―. Eres la novia más hermosa que he visto nunca. Adaline enlazó su mano con la mía y yo la agarré con fuerza, permitiendo que esa ancla me ayudara a mantener el maquillaje de mi cara y mis emociones bajo control. Tim sacó un pañuelo del bolsillo para secarse los ojos. Mi mamá se unió a él y le rodeó el brazo con la mano, probablemente tanto como muestra de apoyo como para asegurarse de que se mantenía firme. Oí a Poppy olfatear detrás de mí, pero mantuve la mirada fija en mi papá.
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