CAPÍTULO 20

1643 Words
POV EMILY ―No vas a hacerme llorar, ¿verdad? ―dije en voz baja. Me acerqué a él cuando volvía a guardarse el pañuelo en el bolsillo, y emitió una risa ahogada. ―No lo sé. Lo intentaré. ―Exhaló, larga y lentamente, un esfuerzo evidente para controlar sus propias emociones―. Tu novio está ahí abajo encantando a todo el mundo. Incluso tiene a Erik sonriendo. Mi hermano mayor apenas le sonreía a nadie, salvo a su mujer. Mis cejas se alzaron. ―¿En serio? Mamá se rio. ―¿Eso te sorprende? ―Un poco ―dije―. Liam suele ser bastante... reservado. ―Sin embargo, se casa contigo ―musitó Adaline―. Espero que se haya preparado para tener una esposa que no lo sea. Le lancé una mirada sombría. Tim se rio entre dientes y se acercó para abrazarme. ―Sé amable con tu hermana el día de su boda ―le dijo a Adaline―. Y cuando te toque a ti, Emily también tiene que ser amable contigo. Adaline sonrió. En su dedo anular lucía el odiosamente hermoso anillo que le había regalado su prometido, Emmett. Eran tan perfectos juntos que me darían ganas de vomitar si no los quisiera tanto a los dos. Y la verdad es que estaba encantada de dejarles planear la boda de sus sueños si eso significaba que esta boda informal en el patio trasero le permitiría a Tim tener el momento que quería. Mientras estaba en la habitación con ellos, no podía negar que esto me estaba dando algo que yo también echaría de menos. Tendría este momento con Tim -real o falso o como cada uno quisiera llamarlo- en el que me acompañaba orgulloso al altar. Siempre lo tendría con él. No importaba lo que nos deparara el año siguiente. Antes de que pudiera echarme a llorar, se apartó y posó una mano en la mejilla de Adaline. ―Espero poder estar también en tu día, cariño. El tono cambió de inmediato y mamá se llevó la barbilla al pecho con un silencioso resoplido. Poppy sacó un pañuelo de una caja de la encimera y se secó las ojeras. Adaline estampó un beso rápido en la mejilla de Tim. ―Ya, ya ―dijo mamá, con la voz apenas temblorosa―. Nada de eso. Tenemos una boda que empezar. Tim me guiñó un ojo. ―Siempre soy yo el que causa problemas. Cuando los ojos estuvieron suficientemente secos, el maquillaje retocado y los ramos en la mano, bajamos las escaleras. Aunque Adaline y Poppy me llevarían al altar, Liam y yo decidimos quedarnos solos bajo los suaves arcos de las luces que cuelgan del árbol. Desde la ventana de la cocina, sonreí al ver lo bonito que estaba todo. Había poca gente, solo mi familia más cercana y Josie, Micah y Olive. Olive llevaba el cabello recogido en una trenza y llevaba un adorable vestido verde claro con volantes a lo largo de la falda. En el cabello llevaba un ramito de flores blancas. Se me encogió el corazón al ver cómo miraba a su papá, que permanecía solemne junto al pastor, esperando a que yo apareciera. Liam se veía... bien. Guapo, alto y fuerte con su traje gris oscuro y su corbata pálida. Su rostro era solemne, pero no capté ningún atisbo de reticencia, y eso me hizo respirar un poco más deprisa, con las costillas apretadas por la expectación. Realmente estábamos haciendo esto, pensé. Tim me atrapó mirando y me apretó el brazo con la mano. ―¿Estás lista, pastelito? Asentí espasmódicamente. ―Mierda, papá, me voy a casar ―susurré. Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas. Sonrió, tan amplio y feliz, que aparecieron todas esas profundas arrugas junto a sus ojos y su boca. Me acerqué suavemente y tracé las líneas de la sonrisa con el pulgar. ―Has sonreído mucho en tu vida para tenerlas ―le dije. Me tomó la mano con la suya y me dio un dulce beso en los nudillos. Se inclinó. ―Y hoy se van a ejercitar, mi hermosa hija. Porque estando aquí contigo en un día como hoy, soy el papá más feliz del mundo entero. No llores. No llores. No llores. Se me escapó una lágrima, la muy hija de puta. Tim la enganchó con el pulgar y su sonrisa se suavizó. ―Hoy solo lágrimas de felicidad, ¿me oyes? Volví a asentir. Esta vez con más fuerza. ―Te amo ―le dije. A Tim le brillaron los ojos. ―Tú, tu hermana y tu hermano son algunos de los mejores regalos que me han hecho. Siempre ha sido un honor ser tu papá cuando me lo has permitido. Otra lágrima amenazó, pero la contuve. ―No hay nadie más a quien preferiría que me llevara al altar. Tim me estrechó en un rápido abrazo, y sentí la forma temblorosa en que exhaló antes de retirarse. ―Vamos ahora, tu mamá tendrá mi cabeza si los hacemos esperar demasiado. Con mi mano apretada alrededor de su codo y la otra agarrando las flores, salimos de la casa mientras mi familia se levantaba de sus asientos. Mis hermanas lloraban abiertamente, al igual que mi mamá. Parker permanecía estoico junto a mamá, con la mandíbula tensa y los ojos enrojecidos mientras su mirada se clavaba en la de su papá. Lo vi acercarse y agarrarle la mano con la suya. Mi hermano mayor, Erik, se aclaró la garganta y levantó la mano para pasársela rápidamente por debajo del ojo. Su mujer, rubia y menuda, le sonrió, con su hija profundamente dormida en brazos. Sonaba una canción, pero apenas podía oírla, mi mente y mi corazón estaban tan llenos de todos los sentimientos que luchaban por el primer puesto. Y cuando luchaba contra la sensación giratoria de cuál ganaría -la pena y la tristeza y el puro agobio de ambas-, mis ojos se clavaron en Liam. Fue suficiente para engancharme directamente al momento, acallar todos esos pensamientos y permitirme algo firmemente plantado a lo que agarrarme. Su pecho se dilató al respirar hondo y la comisura de sus labios esbozó una sonrisa torcida. Sus ojos, oscuros, sostenían los míos con firmeza, y era esa firmeza la que anclaba cada paso, haciendo que cada uno fuera más seguro que el anterior. Tim y yo recorrimos lentamente el pasillo y, cuando rompí la conexión con Liam, fue solo para permitirme un momento para memorizar el rostro del hombre que estaba a mi lado. Cualquier batalla contra mis lágrimas estaba perdida. Porque parecía tan feliz y tan maravillosamente orgulloso de dar ese paseo conmigo. Llegamos al final del pasillo, nos detuvimos y, detrás de mí, oí los sollozos silenciosos de mi mamá. Las lágrimas corrían por mi cara mientras Tim me agarraba las manos con las suyas. Negó con la cabeza, con tanto amor en su mirada que necesité todo lo que había en mí para no derrumbarme en su abrazo. ―Esto es todo, pastelito ―susurró―. Ahora eres oficialmente el problema de otro. Me reí entre lágrimas, y cuando mis hermanos se rieron también, supe que todos lo habían oído. El pastor se aclaró la garganta. ―Nos hemos reunido hoy aquí para celebrar que Emily y Liam proclaman su amor y su compromiso mutuo. Y estamos reunidos para alegrarnos, con ellos y por ellos, de la nueva vida que emprenden el uno con el otro. Las manos de Tim apretaron las mías. ―¿Quién entrega a esta mujer para que se case con este hombre? ―preguntó el pastor. ―Su mamá y yo ―respondió Tim su voz clara y segura. Tenía las costillas demasiado apretadas, el corazón desbordado de amor y gratitud y tanta jodida tristeza porque no estaría con nosotros para siempre que apenas podía mantenerme erguida. Pero aparté fuerzas de su cara y le permití que me entregara a Liam, cuyos ojos estaban sospechosamente enrojecidos mientras su palma se deslizaba bajo la mía. Se me saltaron las lágrimas ante aquel apuesto desconocido al que apenas conocía. Su mano se aferraba a la mía, un ancla necesaria en medio de todo el caos que se arremolinaba en mi cabeza. Nos escuchamos, mirándonos el uno al otro, mientras el pastor pronunciaba unas palabras sobre el amor y el compromiso. Repetimos nuestros votos, las palabras apenas se escuchaban en mis labios. Y cuando deslizamos los anillos en los dedos del otro, los míos temblaron ligeramente. Quizá no iba a ser legal, pero cuando Liam me pasó un simple anillo de oro por el nudillo, sentí que era real. ―Por el poder del estado de Oregón, los declaro marido y mujer. ―Sonrió―. Puedes besar a la novia. Correcto. Liam me dedicó una pequeña sonrisa secreta y yo exhalé una risa silenciosa. Como si yo fuera algo precioso y raro, me tomó la cara con las dos manos, con ojos insoportablemente serios, y luego se inclinó hacia delante para deslizar sus labios sobre los míos. Mi mano libre se enroscó en su antebrazo y me encontré inclinada hacia delante cuando él se echó hacia atrás. Pero no retrocedió. Me miró a los ojos y volvió a besarme, chupándome el labio inferior entre los suyos, arrancándome un gemido de sorpresa por debajo de las costillas. Alguien silbó y me aparté, apoyando la frente en la suya mientras mi familia aplaudía y gritaba. ―Lo hicimos ―susurró. ―Casi ―dije, y sonreí―. Solo tengo que conseguir esa licencia de matrimonio ―susurré contra su oreja. Liam inclinó la cabeza hacia atrás y se echó a reír, y yo me imaginé cómo debíamos de estar. La novia sonrojada y el novio feliz. Incluso yo estaba casi convencida de que era real. Casi.
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