CAPÍTULO 18

1354 Words
POV LIAM ―Tienes muchos hermanos. ¿Es demasiado tarde para echarse atrás? No lo dije en broma, pero ella se lo tomó como tal y se rio encantada. ―Sí. ―Ladeó la cabeza―. No te intimidan mucho mis hermanos, ¿verdad? Te enfrentas a linebackers que quieren arrancarte los brazos si eso te impide atrapar el balón. Elegí mi respuesta con cuidado. ―Me preocupa que el hecho de que Cameron lo sepa pueda afectarte ―dije con sinceridad―. Podría afectar tu decisión de seguir adelante. Emily me observó, sus ojos adquirieron un brillo suave y comprensivo que me produjo un picor incómodo en la piel. ―Cameron y yo fuimos a dar un paseo hoy ―dijo―. Le conté toda la historia. Siempre ha sabido escuchar. Cameron, Adaline y yo teníamos una edad muy cercana cuando Tim se casó con nuestra mamá, menos de dieciocho meses entre los tres. ―Del mostrador tomó un pequeño juguete que Olive utilizaba en el colegio, pequeños lazos metálicos con un diseño de arco iris. Emily lo mantuvo en su mano, empujando sin pensar los bucles mientras hablaba―. Y es muy bueno escuchando lo que la gente no dice. Lo que hay debajo de sus palabras. ―¿Qué escuchó debajo de las tuyas? ―le pregunté. ―Me preguntó si necesitaba ayuda para cancelar todo. ―Su mirada era inquebrantable―. Que él se encargaría de las consecuencias con nuestra familia si yo solo necesitaba... irme. Solté un suspiro por la nariz, intentando imaginarme al fornido constructor caminando por el bosque con mi falsa prometida, un hermano preocupado que enseguida supo que algo no iba bien. Probablemente se pasara todo aquel paseo imaginando una sierra circular en mis pelotas. No le pregunté a Emily qué le dijo porque, a pesar de lo poco que la conocía, confiaba en ella. Con esta cosa masiva e importante, confiaba en ella. Así que no le hice el flaco favor de preguntarle. Y cuando sus labios, suaves y rosados, esbozaron una pequeña sonrisa, supe que entendía lo que estaba haciendo. ―También me preguntó otra cosa ―dijo distraídamente―. Si hubiera encontrado a alguien dispuesto a hacer esto por un sueldo, que no tuviera otra motivación aparte del beneficio económico, ¿ya me habría echado atrás? Se me apretó el pecho. ―Me preguntó si seguía en esto por ti. ―No pude leer nada en sus ojos. Era la primera vez desde que la conocía que su rostro era completamente ilegible―. Por lo que quieres hacer por tu hija. Un torno invisible se cerró con fuerza alrededor de mis costillas, apretando y apretando hasta que luché por respirar completamente. Esta vez, no pude quedarme callado. ―¿Qué dijiste? La pregunta sonó cruda y desgarrada cuando salió, una voz que no sonaba del todo como la mía. En lugar de responder, levantó la barbilla y me hizo otra pregunta. ―¿Por qué es tan importante para ti? ―preguntó―. Sé que la amas. Sé que quieres pasar más tiempo con ella, pero la mayoría de los hombres no llegarían tan lejos para tener la custodia principal de su hija cuando tienen una buena relación con su ex. Antes de sentarme, miré a Olive una vez más. Seguía absorta coloreando. Emily se dio la vuelta, haciéndome sitio para sentarme en el asiento contiguo al suyo. Sus piernas se habían ensanchado para dar cabida a las mías y, cuando apoyé el antebrazo en la encimera, mis dedos rozaron el borde de su codo. Naturalmente, nos habíamos girado el uno hacia el otro, creando un pequeño espacio en el que ella podía pedirme que fuera sincero sobre por qué estábamos haciendo esto. Y se lo había ganado. ―Tu papá me preguntó por mis papás la otra noche ―empecé―. Y le dije que habían fallecido. Ella asintió. ―Siento que se hayan ido. Mis ojos bajaron hasta donde ella seguía sosteniendo el juguete. Sus dedos lo hacían rodar y rodar con un movimiento irreflexivo que no producía ningún sonido. ―Mis papás eran mayores cuando me tuvieron. Mi mamá tenía cuarenta y dos años. Mi papá, cuarenta y cinco. Hacía tiempo que habían perdido la esperanza de tener hijos, así que ya habían creado la vida que querían. Tranquila. Simple. Sencilla. Yo aprendí a ser igual porque ellos no podían soportar que nada alterara la vida que habían construido. ―Deslicé la mano hacia ella, sacando el juguete de su mano y poniéndolo en la mía―. El único lugar donde experimenté una familia, del tipo a la que estás acostumbrada, fue en el campo de fútbol. Fue fácil convertirlo en mi vida. Estaban cansados para cuando terminé la secundaria. Agotados para cuando me gradué de la universidad. La salud de mi papá hizo que nunca fueran a los partidos, pero no creo que lo hubieran hecho aunque él estuviera bien. ―¿Alguna vez te vieron jugar como profesional? ―preguntó. Sacudí la cabeza. ―Siempre se los ofrecí. Entradas para un palco y una silla de ruedas para mi papá, pero era demasiado para ellos. Lo veremos por la tele. Sabes que no podemos soportar todo ese alboroto. Puedes darle a un niño todo lo que necesita -alimentación, alojamiento y ropa, llevarlo a los entrenamientos e inscribirlo en los clubes- y aun así tienes todas las posibilidades de no demostrarle que es tu mundo. Puedes hacer todo lo que se supone que debes hacer, y nadie podrá convencerme de que sus cerebritos no saben distinguir entre eso y un papá que prendería fuego al mundo para cuidar de ellos. Lo quemaría todo por Olive. Y tenía que creer que ella podía sentir eso. ―Josie es una buena mamá. Una gran mamá ―le dije―. Pero este año podría ser la única oportunidad que tenga de pasar tiempo ininterrumpido con mi hija. No puedo dejar pasar esa oportunidad sin luchar por ella, tenga que hacer lo que tenga que hacer. La atención de Emily no vaciló en ningún momento, y pude ver cómo guardaba cada palabra de mi respuesta en algún lugar importante. Quería saber dónde la guardaba. Dónde la encerraría. A qué pregunta respondía en su mente. Esta respuesta, la mayor parte de lo que yo era, le importaba. Y eso, a su vez, me importaba a mí. Dejé escapar un suspiro, con la mirada clavada en la suya. Algo cálido zumbaba en el aire entre nosotros, una energía leve a la que no podía poner nombre. Agarré su dedo con el mío y, con una sonrisa torcida, empujé el artilugio metálico de los colores del arco iris más allá de su primer nudillo. Era horriblemente feo como anillo. Demasiado grande para la elegante longitud de su dedo. ―¿Todavía te casarás conmigo la semana que viene, Emily Anderson? Su respiración se entrecortó audiblemente en su garganta ante la sinceridad de mis palabras. No lo maticé. No enmendé la redacción ni dije algo falso. Aún no habíamos resuelto cómo íbamos a conseguir que el ministro nos diera la licencia de matrimonio, así que existía una posibilidad muy real de que yo acabara teniendo una esposa de verdad y ella un marido de verdad. En lugar de responder, la oí aspirar un suspiro fortificante y luego me tomó la cara con las manos y se inclinó hacia delante para darme un beso dulce y cerrado en la boca. La rápida sacudida de electricidad que me recorrió la piel al sentir la presión de sus labios me hizo agarrarle la nuca con una mano, con la seda de su cabello deliciosa y suave entre mis dedos. Pero antes de que pudiera profundizar el beso, antes de que pudiera sopesar la conveniencia de levantarme del taburete para acercar mi cuerpo al suyo, ella se apartó y dejó que su frente se apoyara en la mía. Su nariz rozó la mía. ―Nada me impedirá caminar por ese pasillo, Liam ―susurró―. Te lo prometo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD