Alex. Me paso la mano por la nuca apretándolo un poco, buscando aliviar la tensión que he tenido durante el día, había olvidado lo que conlleva trabajar de doctor. Miro el reloj de mi muñeca viendo que ya son las seis de la tarde, acabo de dejar ir a mi última paciente del día. A salvo no estás, recuerda que debe venir la profesora que nos invitó a una cita. Tienes razón, pero, me siento un poco cansado y lo hice solo para que Alma nos escuchara. Entonces, hagamos lo de siempre, le plantamos recuerdos que jamás sucederán. Suspiro pensando en esa opción, justo cuando alguien toca la puerta de mi consultorio. — Pase. Digo, la puerta se abre dejando pasar a la profesora Natalia, entra con una sonrisa radiante, lleva puesto un vestido al cuerpo que le llega un poco por encima de las