9. LA PLAGA

1203 Words
ANTONIO No entiendo qué está pasando estos días, habíamos avanzado con Carla en nuestro trato, parecíamos llevarnos bien, que podíamos ser amigos, pero ahora me ignora, o al menos eso siento. Ni bien termina el trabajo corre para irse, a duras penas balbucea un hasta mañana. Si llego a acercarme brinca como liebre para evitar la toque. Creí era mi imaginación hasta que se lanzó por la ventana cuando intenté quitarle un bicho del cabello, gracias al cielo estábamos en un primer piso o nadie me iba a creer ella se lanzó y no que la lancé. Con nuestro historial, del gallo desconfiarían menos. Quise hablarle por si le molestaba trabajar conmigo, si hice algo que la resintió, pero mágicamente escuchó la voz de Marisol llamándola, algo imposible porque se había despedido media hora antes para ir a misa. Al río ni se asoma, solo parece estar tranquila cuando hay más personas, lo cual confirma su problema soy yo. Por lo menos en el trabajo todo parece ir bien, gracias a su ayuda entregamos todos los informes a tiempo y he tenido al fin una respuesta del negocio que esperaba, el que me ayudará a que mi hacienda tenga un socio comercial fijo que nos garantice trabajo. Ha sido duro, difícil, pero lo hemos logrado. Estoy revisando con Nicolás los documentos que enviaron, con los acuerdos a seguir hasta firmar el contrato, cuando entra Gabriel con cara de problemas. - Jefe, tenemos un problema, nos cayó la plaga. Mi mayor miedo. Llego y es cierto, hay grandes partes enfermas, tendremos pérdidas enormes y será imposible cumplir con el socio que queremos. Llevo las muestras, las envío al especialista, revisamos datos con Nicolás, no nos percatamos la presencia de ella que está leyendo todo lo que hacemos en silencio. - Hay que quemarlos o nos arriesgamos a perder los demás – lanzo mi pluma y masajeo el puente de mi nariz. A quién engaño, no estaba listo para tomar el lugar de mi padre. Lo necesito aquí, él sabría qué hacer. - Pero señor… – interrumpe Gabriel. - Quémenlo, evitemos perder más – repito. - Espere – ella interviene, la vemos confundidos - hay forma de salvarlos... Verán, se debe fumigar con esto – escribe a detalle en la pizarra pasos, fórmulas, cada cosa que debemos hacer. - ¿Cómo sabes eso? – Nicolás pregunta tan confundido como yo. - Trabajé en casa de un agrónomo muy bueno, solía escucharlo cuando explicaba temas. Me gusta aprender y tengo buena memoria – responde con la mirada en el techo. - Pensé nunca trabajaste antes, que tus papás te enviaron aquí por eso, para darte una lección – muevo mis ojos viendo hacia arriba, buscando qué ve tanto en el techo. - No es la primera vez que lo intentan – esquiva mi mirada. - Ya veo – decido creerle - me alegro entonces que seas chismosa, metiche y tengas buena memoria – palmeo su espalda – intentémoslo. No me arrepiento del voto de confianza con Carla, hace un tiempo ni siquiera la escucharía, pero me ha demostrado que se esfuerza con seriedad, que aprende rápido y tiene buena memoria, igual me sorprendo cuando funciona. Pasan los días y logramos salvar la mayoría del cultivo para cumplir la cuota que necesitamos, esta mujer es una señal del cielo de que no llevaré todo a la ruina, agradezco a esa tal Lupe por enviarla hasta acá. Después de revisar cada zona a caballo voy a la casa. Dejo a mi caballo favorito, el indomable, en las pesebreras y me dirijo a la cocina. - ¿Dónde está Carla? – pregunto a las mujeres. - Está limpiando su estudio como cada semana – habla Carmen - ¿pasa algo? - ¡Funcionó! – la abrazo – salvamos casi todo. - ¡Bendito sea Dios! – me abraza, ante la emoción de las demás. - Tenía razón, no sabe limpiar o cocinar, pero es buena en otras cosas – completa Marisol tanto sorprendida como feliz. Abro la puerta de mi estudio en silencio y la veo ojeando uno de los libros, en otra ocasión me molestaría, la mayoría le perteneció a mi padre, muchos tienen anotaciones con su letra y son mi mayor tesoro. Trato de entrar sin perturbarla para disfrutar verla así, esos momentos donde permanece callada, concentrada, sin huirme. - Hola – hablo al estar cerca. - Jesús, María y el burro que los llevaba, casi me mata de un infarto – pega un brinco que me provoca una risa - ¿por qué me mira así? Yo no quería dañar el libro, estaba solo revisando algo. - No voy a regañarte, ¡cálmate! – me sale ese maldito tono enojado que ella me provoca. - Si no va a regañarme, ¿por qué me grita? - Si no estás haciendo nada malo, ¿por qué te asustas? - ¡Porque estaba concentrada! - ¡Y yo venía a decirte que todo salió bien! salvamos esta cosecha. No… salvaste esta cosecha – la veo y noto como va emocionándose, hasta que brinca para abrazarme, lo cual me deja quieto de la impresión. - ¡Qué emoción! – dice en mi oreja, siento su aliento tan cerca y me pongo tenso, no estoy acostumbrado invadan mi espacio personal – sabía que iba a funcionar, de algo debía servirles aquí – no me suelta, empiezo a relajarme, trago saliva y toco su cintura tratando devolverle el abrazo sin éxito, he perdido práctica – perdón – nota lo que hizo, se ve avergonzada – lo siento, no quise ser atrevida y andarlo tocando – se suelta. - Tranquila, es una ocasión feliz, supongo un abrazo es lo correcto – es lo correcto, ¿qué clase de tarado soy? Solo me falta el atentamente mis sinceros saludos. Parezco un abuelo. - Es que me emociona mucho ayudarlo – esa sonrisa, qué sonrisa para más bella, con esos ojos brillantes. - Gracias por ayudarnos. Sin ti aquí hubiéramos estado perdidos hasta que un profesional llegué, me alegra que estabas cerca – sus ojos brillan más ante mis palabras. - ¿De verdad le alegra que esté aquí? - Sí – vuelve a abrazarme, esta vez lo tomo con más calma, cierro los ojos y me permito oler su cabello hasta que se aparta. - A mí me alegra mucho estar aquí – me brinda otra sonrisa – voy a contarle a las chicas – sale corriendo a toda velocidad dejándome con una sensación de felicidad absoluta. CARLA No puedo creer lo que acaba de pasar, el señor don patrón gran jefe se dejó abrazar, no una, sino dos veces, dos en un mismo día. Y se sintió tan bien, su olor a colonia mezclado con aroma a caballo, porque sí, resulta que me gusta el olor a caballo cuando viene de él. Sus brazos fornidos en mis cintura mientras yo me pongo de puntitas para alcanzarlo, su pecho palpitando, esa media sonrisa que estoy aprendiendo a descifrar. - Cálmate, cálmate, no seas hombreriega que luego te metes en problemas – me repito mentalmente. Después de todo por culpa de un hombre terminé aquí, no puedo por culpa de otro quedarme sin refugio.
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