11. MI NUEVA VIDA

1318 Words
Caminamos de regreso, me acompaña hasta la puerta de mi habitación como todo un caballero y se despide de mí con un movimiento de cabeza tocando su sombrero. Nunca fui de películas de vaqueros, pero me declaro fan del género desde hoy, porque ese movimiento me da cien años de vida. Me despierto pasadas las 9, todo un record en este lugar. Para mi sorpresa todos están en sus labores como si nada hubiera pasado, quiero ese poder de recuperación después de una noche de fiesta. - Buenos días a todas – entro saludando a la cocina. - Buenos días, veo que se te pegaron las cobijas. - Así parece Carmencita. - Desayuna rápido que el señor te está esperando, me pidió te avise que vayas a su oficina en cuanto estés lista. - Ya voy. Meto los bocados más grandes de pan que puedo en mi boca, de dos mordidas termino mis huevitos y me lanzo el café como puedo. Agradezco el desayuno y me pongo en marcha donde mi galán… digo, el señor don patrón gran jefe. Camino rápido, como si de una maratón se tratara mientras saludo a todo el que me encuentro en el camino, parece que hoy todos están motivados. - Buenos días señor – levanta la cabeza y sus ojos, ¿se iluminan? ¿será? - Buenos días, ¿cómo dormiste? - Feliz – ¡mierda! De dónde me salió tanta honestidad. - ¿Feliz? – me mira fijamente. - Sí, usted sabe… Carne, bebida, música y amigos, no me había divertido así en mucho tiempo. - Es bueno eso – se forma un silencio sin que nos quitemos la mirada de encima. - Carmen dijo que me necesitaba aquí. - Sí – carraspea – tengo que hacer algunas diligencias, ir al pueblo a solicitar insumos y tu asesoría sería de ayuda, acompáñame. - Claro, como usted prefiera – por no decirle que hasta el fin del mundo iría con él. Cálmate, cálmate, no muestres el interés. - Vamos. Me abre la puerta del carro ante las miradas y sonrisas de los curiosos, me hago la que no es conmigo porque no quiero sonrojarme para quedar tan obvia, no señor. Conduce en silencio, por momentos mira de reojo y veo una fugaz sonrisa salir de sus labios. - ¿Puedo poner música? – digo. - Claro – sale una canción romántica, no parece de los que escuchan algo así. - Así que es medio romántico. - Depende. - ¿De qué? - De si me gusta alguien. - Y… ¿Le gusta alguien? – siento mi corazón a mil. - Sí, empieza a hacerlo, solo que conquistar no es lo mío. Soy a la antigua, no sé si eso le gustará. - Cuando se trata del amor, a la mayoría nos gusta la vieja escuela – sonríe algo emocionado, intentado no mostrarlo. - ¿A ti te gusta alguien? - Ajá, pero estoy esperando me conquiste – golpea un poco el volante como si quisiera celebrarlo, miro por la ventana disimulando mi sonrisa. Me iré al infierno por esto, pero no me importa, con gusto acepto el castigo con tal de disfrutar un poco más de él. Hacemos montón mandados, yo feliz de pasar a solas y a su lado. Llega la hora del almuerzo y vamos a un pequeño restaurante, nos sentamos en una especie de patio con vista a un jardín lleno de flores. - Vaya, está delicioso todo. - Parece que te gustó mucho la comida – me dice. - La comida y el lugar, desde que llegué solo había comido en la hacienda. Es muy rico, pero probar otra sazón es justo y necesario también. - Por eso quería traerte a este lugar, imaginé te gustaría. - Muchas gracias – le sonrío. Terminamos de comer en medio de una conversación muy alegre, me cuenta algunas anécdotas de su crianza en este lugar. Lo feliz que es navegando en su canoa por el río, su primera vez pescando, cuando se cayó de un árbol y terminó enyesado. Le cuento lo poco que puedo hablar de mi vida, como lo mucho que extraño una pastelería que tenía el mejor pastel de chocolate del mundo, cómo me fugué de clases y me encontré al llegar a la esquina con mi padre, de mi abuelo, su caballo y lo mucho que he aprendido desde que estoy en su hacienda. Salimos para ponernos en marcha con lo que falta, empieza a caer la tarde, el sol forma un color maravilloso en el horizonte, no tengo palabras para tanta belleza. - Te llevaré a un lugar antes de ir a casa – casa, amo como suena esa palabra en sus labios – claro, a menos que estés cansada y quieras volver pronto. - No, no estoy cansada. Me llevará a ver las estrellas, quizás el atardecer a la orilla de un río, me propondrá noviazgo en medio de un campo de flores. - Es aquí – estoy tan distraída que no noto dónde vamos hasta que habla, es un… - ¿Iglesia? Me trae a misa, ¿es porque no he venido los domingos? - No – sonríe – sígueme. Abre la puerta de mi lado y me dirige a la parte trasera de la iglesia, no se por qué, pero esto me recuerda una película de terror. Al igual que la primera vez que nos vimos este hombre ama asustarme, llegamos a un espacio lleno de lápidas, es un cementerio… Ok, todo grita película de miedo, solo faltan los zombis. - Papá, mamá ella es Carla, gracias a ella salvaremos la hacienda – me quedo en silencio, no sé qué decir. - Mucho gusto señor y señora Castillo. - Sé que es raro, pero quería se conocieran… o algo así, quizás sí es muy raro – se ve confundido. - No, yo lo entiendo… - tomo su mano, es muy cálida. Estamos un largo momento ahí, en la paz de ese lugar, tomados de la mano. Veo sus ojos humedecerse. - Parece que está haciendo frío y me quiere dar gripe, será mejor volver. - Sí, adelántate, solo dame un segundo que quiero despedirme de ellos – dejo que se aleje unos pasos y me acerco como susurrando donde los que espero algún día sean mis suegros. - Perdón señor, perdón señora. Les juro que no dañaré a su hijo y voy a protegerlo todo lo que pueda con mi loca historia. Vamos de regreso, en el camino toma mi mano sin decir más, somos él, yo y la música. No puedo evitar sonreír, porque esto es perfecto. En otra época no valoraría momentos así, en otra época si no era lujoso o extravagante no llamaría mi atención, pero con él todo cambia, todo es especial. Es bastante tarde, todos parecen estar ya descansado, nos quedamos en el carro en silencio, es obvio que ninguno quiere separarse. - Quería darte algo – se voltea hasta el asiento de atrás y saca una rosa no sé de dónde. - Por acompañarme, por todo… no soy bueno con las palabras, pero me siento feliz de que estés aquí. - Gracias, yo me siento feliz de estar aquí. Caminamos hasta mi puerta como la noche anterior, me desea buenas noches, toma mi mano y deposita un beso en ella. Volteo para entrar, se aleja unos pasos, regreso a verlo y noto que hizo lo mismo, se acerca a mí, toma mi rostro y deposita un tierno beso en mis labios. - Lo siento – se aparta avergonzado. - ¡No! – bien, eso, grita para que media hacienda se entere – no tiene que sentirlo, me gustó. - ¿Sí? - Ajá – me sonrojo, me da tres o cuatro besos más, todos dulces, todos suaves, me desea buenas noches y esta vez se va. Entro y celebro, he recibido el mejor beso de mi vida.
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