5. VAMOS DE NUEVO

1182 Words
Me despierto y noto son las 8AM, me han dejado dormir lo cual es nuevo. Salgo y encuentro fuera de mi cuarto unas botas en mi talla, llego a la cocina esperando una respuesta, recibo mi desayuno y una sonrisa de todas, incluyendo Marisol. - El señor ordenó te dejen esas botas, te ayudarán a no lastimarte en el día a día – me explica Carmen. - Vaya, son muy bonitas – las miro, están cómodas y van con mi estilo, tienen unas florcitas lo que las hace delicadas. Intento ayudar, pero me dicen que este fin de semana es de descanso, los dueños de casa comen fuera o se sirven las sobras de la semana, así que puedo disfrutar de mi sábado y domingo. Me invitan a ir al pueblo con ellas a caballo, Gabriel me da uno que es muy mansito, así que me uno al grupo para explorar. La noche que llegué no pude apreciar el camino, por la oscuridad y el miedo de que un psicópata use mi piel de cobija. Viéndolo en el día es hermoso, hay árboles, flores, pequeños riachuelos. Después de un largo tiempo, que para ellos supongo se sintieron segundos por su manejo del tiempo y espacio, llegamos a un colorido lugar. Hay casitas de construcciones mixtas, una pequeña plaza con bancas, iglesia, caballos parqueados por todos lados, me pregunto cómo reconoceran cuál es el suyo y no se llevan el que sea. Un mercado con diversidad de productos, desde comestibles, dulces, hasta ropa y accesorios. Me compro un sombrero para unirme al look que todos tienen, combinarlo con mis bellas botas nuevas y evitar el sol me dañe más la piel a pesar del bloqueador. Veo un separador de libros muy bonito, tiene una hoja emplasticada y un dibujo de un caballo parecido al del señor don patrón gran jefe, lo compro para dárselo de agradecimiento por su regalo para que mis pies dejen de sangrar. Regresamos al caer la noche, voy al estudio y lo veo como siempre, en medio de papeles y su computador, me acerco dejando mi regalo. - ¿Qué es esto? – me ve con desconfianza levantando una ceja. - Un gracias por mis botitas – las muevo enseñándolas – al fin mis pies dejarán de sangrar – le sonrío, me ve incrédulo. - Solo trato de que no destruyas mi hacienda y logres ganarle al gallo – continua con sus labores – si eso es todo puedes retirarte, tengo mucho que hacer – habla sin mirarme. - Con permiso señor – doy la vuelta y camino a la puerta. - Gracias – murmura, lo cual me hace voltear para sonreírle. - Lo hice con mucho gusto – me mira como si le sorprendieran mis dientes, capaz recién notó lo bien que me hizo la ortodoncia. Los días han mejorado, por lo menos con mi grupo. Marisol ha sido muy paciente, explicándome qué debo usar para limpiar cada cosa, un par de trucos, como el emplear papel periódico para que los espejos y vidrios se vean impecables. Claro que usé uno actual, lo cual enojó al señor don patrón gran jefe, que extrañamente no me regañó, me vio con su mirada de reproche habitual, pero es un avance. Carmen me ha transmitido su sabiduría para elegir bien las verduras y hortalizas, puede que aún haya agarrado un par que no son, detalles. Dominga se volvió mi amiga, me enseñó a no perderme en el lugar para llegar por mi cuenta al pueblo, también a un río hermoso, mejor que una piscina, donde he podido nadar para relajarme. Con el gallo las cosas no han mejorado, lo del odio al amor hay un paso, o bueno, un picotazo, con nosotros no ha funcionado, pero aprendí cómo distraerlo y agarrar todos los huevos en tiempo record para que ese engendro ya no moleste tanto. Haré que te enamores de mí emplumado, lo sé. Sintiéndome poderosa porque puedo dominar mi nueva vida silvestre, o al menos no terminar ya en un lodo panza abajo, voy a limpiar la oficina como cada semana. Me detengo ante la famosa pizarra con información ultra importante que me ha causado tantos problemas, reviso lo que dice en ella y en uno de los papeles que está pegado ahí, parece hay una negociación importante en marcha para mejorar la situación de la hacienda. Estoy concentrada con la escoba en mano cuando escucho la voz de la rubia a la fuerza que por los pasos llega acompañada de mi jefe, reconozco a metros sus pizadas tan fuertes por las botas que lleva siempre. - ¿Tú sabes leer? – pregunta burlona, quiero enviarla al demonio, pero no puedo meterme en más problemas cuando las cosas están mejorando. - Gina, no deberías preguntarles esas cosas. Lo lamento - no me queda de otra que sonreír cortésmente y fingir amabilidad, igual que ella. - Tranquilo señor. Sí señorita, hasta terminé la escuela – si no levantara sospechas con eso le restregaría mi título universitario en la cara, los dos que tengo. - Me alegra que hayas podido terminar la escuela, bien por ti, te felicito – comportamiento típico pasivo/agresivo enfocado a insultar con cortesía que creemos el otro no logrará entender – yo estuve en la universidad, me gradué en administración – luce orgullosa, me parece bien lo que cuenta, sino lo hiciera intentando hacerme sentir mal me daría una felicidad genuina, después de todo cuando una triunfa, el camino se abre para otras también. - Qué bueno por usted – me pongo a limpiar para huir rápido. Mientras hago mi trabajo, la escucho darle consejos financieros al otro y noto que su universidad debería devolverle al menos lo que pago por la matrícula porque no sabe nada, lo cual Antonio también se da cuenta, viéndola con pena ajena. Yo sigo ordenando todo, siendo testigo mudo de las incoherencias que dice, junto a sus intentos de coquetear que son un fracaso. Al final él se excusa un momento, supongo necesita tomar valor para un segundo round con la disque magnate, o reírse donde nadie lo vea. - Como ves, Toni solo confía en mí para que le asesore con la hacienda, ni Nico se mete tanto en eso. - Así veo – trato de ignorarla – bien por usted – sigo en lo mío. - He visto como lo miras, tu patético intento de acercarte y ayudarlo – se gana mi atención – puede que hayas sido consentida en la ciudad dentro de lo que tu clase lo permite, pero aquí Toni y yo somos otro nivel, así que bájate de la nube en la que te estás subiendo, porque no va a pasar. Él nunca te lo dirá porque él es… - Educado – completo su frase, sin que ella entienda la ironía y el insulto. - ¡Exacto! – no, no lo entendió – yo soy directa, la gente como yo nunca se mezclará con gente como tú. Estoy a su mismo nivel en clase, economía y estudios. Entonces, manténte en tu puesto o te lo recordaré.
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