Yo camino al otro lado de la cama y me acuesto a su lado, me acurruco entre las mismas sabanas que ella y la abrazo por detrás, pero Gabriel con su pie me quita el brazo sobre Sam y con su dedo me dice que no. Él era muy celoso, no dejaba que me acercara a su madre y sé que eso era un problema, pero creo que no sabemos cómo lidiar con eso por ahora.
Yo me rindo, no iba a pelear con mi propio hijo por abrazar a su madre, debería hacerlo solo para enseñarlo, pero Sam debe estar cansada, no quiero ocasionarle un disgusto. Me quedo acostado boca arriba y con mi mano muy traviesa tocó las piernas desnudas de mi chica, ascendiendo por su piel, ella arrima una pierna hacia adelante para darme más acceso.
Si no podía abrazarla, al menos la consentiría ahí abajo en su zona íntima. Su humedad emanaba de ella y no sé por qué llegó a pensar que Sam tal vez no le excite que lo les chupe las tetas cuando nuestro hijo lo hace, supongo que dejar de ser placentero o tal vez es por el hecho de la idea que te lo haga tu pareja, no lo sé, pero si me trae curiosidad.
No hice mucho la verdad, deje de acariciarla en el momento que vi que se durmió, la comprendí totalmente, mi pobre chica debe estar muy cansada.
Al día siguiente, era sábado y me he levantado temprano para atender a mi preciosura como se debe. Tengo alrededor de unos diez minutos despierto y no encuentro el bendito sartén para cocinar, es como si estuviera en casa ajena, de verdad no sé en donde los guarda Sam.
—Hola papá —bosteza Matteo entrando a la cocina.
—Buenos días campeón —respondí sin mirar.
—¿Qué buscas? —Frunce el ceño y se acerca poco a poco soñoliento.
—Un sartén para hacer el desayuno. —Sigo buscando en los gabinetes sin rendirme.
—Mamá siempre lo guarda acá, lo supieras si pasarás más tiempo aquí. —Matteo abre un gabinete cerca de la cocina.
Sam siempre colocaba los utensilios de cocina en los gabinetes de abajo y eso era lo que olvidaba siempre cada vez que venía. En lo que Matteo saca el sartén, yo me incomodé por el comentario de mi propio hijo.
—Lo siento, sabes que tengo que… —Matteo me interrumpe.
—El trabajo, ya lo sé, pero creo que tenemos suficiente dinero como para que ya no te mortifiques por conseguido, solo preocúpate por pasta más tiempo con nosotros, pronto creceremos y ni tendremos recuerdos de ti. —Me ofrece el sartén y yo lo recibo.
—Solo dame este año, pronto finalizará el contrato y estaré aquí con ustedes —le aseguro.
—Cada año dices lo mismo y cada año te ofrecen algo que no quieres rechazar. —Suspira cansado del mismo cuento.
—Este año es cierto —afirmo un poco inseguro, ya que era cierto. Matteo me pone los ojos en blanco tomando en cuenta que era una falta de respeto—. ¿Qué haces despierto a esta hora? —Lo veo con intriga.
—Tengo que ir a la práctica de fútbol papá. —Se sienta en el banquito alto de la isla de la cocina.
—¿No es muy temprano para eso? —No presto mucha atención a Matteo en el momento que empiezo a cocinar.
—No, siempre ha sido así, Antonella va a clases de ballet también los sábados y Gabriel va a pintura —responde Matteo.
—Claro, lo había olvidado. —Realmente ni me acordaba de ello—. Eso significa que el día de familia pasará a ser tarde de familia.
—Pues sí, antes de ti tenemos compromisos papá, así que bueno… —dice fríamente.
—¡Matteo! —Me volteo a verlo muy molesto.
—Ahora todo es al revés, ya no tenemos que esperar para pasar tiempo contigo, ahora tú debes esperar. —Se baja del banquito y se va.
—Me va a escuchar. —Sentía que me había faltado el respeto, así que lo perseguí—. Matteo Libertella, regresa en este instante.
—¿Qué quieres? —Era como si hubiese amanecido de mal humor.
—Quiero que te disculpes en este momento conmigo. —Coloqué las manos en mis caderas y las quito de inmediato recordándome a mi mamá cuando me regañaba.
—¿Por qué? ¿Por decir la verdad? —Se cruza de brazos molesto, él estaba en los últimos escalones.
Antonella y Gabriel bajan los escaleras soñoliento ignorando tal discusión y dirigiéndose a la cocina, pues creían que la comida ya estaba lista o eso creo.
—Matteo… —Mi voz es interrumpida por la alarma de la casa.
Salgo corriendo con rapidez y la comida que estaba haciendo, se había quemado y esta había generado humo, mierda, por estar pendiente de la malcriadez de mi hijo. La seguridad de la casa no tarda en reaccionar y enciende el agua para apagar el supuesto fuego.
Yo me acerco a la cocina y la apagó, ahora intento dirigirme a al aparato que había instalado de seguridad para apagar la alarma y la lluvia. Sam va a matarme, quiero intentar darle unos días y lo único que puede encontrar es a Antonella y Gabriel jugando en la lluvia de la cocina, a Matteo molesto por mi ausencia, la cocina empapada y sin desayuno listo para que los pequeños vayan a su práctica.
En lo que logró apagar la alarma, mi querida reina venía bajando la escaleras, restregaba sus ojos y aún se veía cansada.
—Nena, lo siento. —Es lo primero que digo para que no se enoje.
—¿Qué sucede? —Claramente se despertó por el ruido.
Creo que ni siquiera se ha cepillado, era obvio, cualquier alarma haría hacerla venir con rapidez por si ha ocurrido un accidente.
—Quería darte una sorpresa. —Me siento muy apenado.
—Tranquilo amor, necesitaba que alguien me despertara del sueño pesado que tenía, o sino podríamos llegar tarde. —Se acerca a mí con una sonrisa—. Me iré a arreglar para llevar a los pequeños a sus clases, ¿limpiarás todo y esta vez cocinarás sin que se te queme nada, si? —Me indica como si fuese un bebé.
Me lanza un beso fugaz y luego se va, yo me alivio y agradezco que no se haya molestado. Llegó a la cocina nuevamente y encuentro a mis hijos jugando con el piso mojado.
—¡Matteo! —Lo llamo.
Nuestra discusión seguirá más tarde, pero por los momentos necesito ayuda con sus hermanos.
—Si vas a echarme la culpa de tu desastre, entonces…. —Lo interrumpí.
—¿Entonces que? —insinué molesto—. No tienes derecho a ponerme condiciones Matteo, yo soy tu padre, así que ven aquí.
Matteo con pisadas fuertes se acerca a la cocina, ayer parecía que era su héroe, ahora soy el villano.
—Mande —dice de mal humor.
—Sube a tus hermanos para que tu madre los arregle, yo limpiaré mi desastre y les haré el desayuno, ¿va? —ordené en un tono más suave y él bajó la guardia.
—De acuerdo. —Camina hasta donde están sus hermanos y les dice algo en el oído.
Estos por el secreto que les ha dicho Matteo, salen corriendo muy alegres al segundo piso de la casa.
—De nada. —Es lo último que escuché de él antes de ponerme a limpiar como se debe.
Creo que aproximadamente en una hora ya todo estaba listo, Sam fue rápida, nuestros hijos ya estaban vestidos, yo limpié y también cociné, de hecho, ya desayunamos y ahora me encontraba limpiando los platos mientras que Sam fue a cambiar a Gabriel, ella siempre lo vestía después de comer porque siempre ensuciaba hasta el techo.
—Vuelvo en unos minutos amor. —Sam besa mi mejilla de sorpresa—. Vengan a despedirse de su padre.
—Hasta luego papá —dicen al unísono.
—¿No quieres que los acompañe? —La verdad me sentía excluido.
—Claro amor, ve a cambiarte y yo termino aquí. —Tiene una voz dulce y eso me derrite.
—No me tardo. —Dejo los platos y salgo corriendo a cambiarme.
***
—Eso significa que tendremos la mañana solos —seduzco a Sam tomándola de la cintura y besando su cuello.
—Alessandro, nos están viendo. —Intenta apartarme, pero no lo logra.
—¿Y que importa? Somos pareja —me justifico.
—Amor, hay pequeños —insiste.
Estábamos en la escuela de arte de Antonella y Gabriel, Matteo practicaba soccer en otro lugar así que fue el primero en dejarlo, y ahora estamos dejando a Gabriel con su maestra de pintura, a unas aulas más allá estaba el salón de ballet dónde estaba Antonella.
—Está bien, vayamos a la casa rápido. —Me sigo comiendo su cuello y ella se ríe algo nerviosa.
—¡Alessandro! —me reclama.
—¿Qué? —me quejo y me separo de ella.
Noté a algunos representantes gustosas y otras mirándome mal, carraspeo mi garganta y me llevo a mi mujer de la cintura.
—¿Qué quieres hacer mientras los peques están acá? —pregunto mientras caminamos hacia la salida.
—Pues tengo que ir a la oficina —responde y yo me detengo.
—¿Sábado? Fuiste anoche, ¿qué inventó esta vez? ¿que se te quedó? —Mi modo celoso está activo.
—Puedes acompañarme si quieres —dice sin problema.
—No, tranquila, yo confío en ti, te dejo allá y voy a algunas de las empresas. —Seguí caminando y ella siguió detrás de mí.
—No pareciera, ¿estás seguro? —Su tono de voz está llena de desconfianza.
—Todo bien nena. —Me giro, la tomo de la cintura y beso su mejilla.
—Está bien, si me llego a tardar, ¿podrías buscar a los peques? —Asiento y nos dirigimos al auto.
—Pero también debo buscarte, tu auto está en la casa —le recuerdo.
—Yo te llamo nene. —Me deja un corto beso en los labios.
***
—¡Papi, papi! —Escucho el llamado de Antonella.
—En la cocina preciosa —respondí con un tono de voz alto para que me escuchará.
Estaba terminando de hacer el almuerzo y por los momentos los pequeños se han portado bien, Matteo está con unos amigos en el patio bañándose en la piscina, al recogerlos me pidió permiso y yo no me negué por el hecho de que quiero llevar la fiesta en paz con mi hijo, quiero ser el papá genial y no el que está ausente, claro que cuando Sam se digne a venir, me regañará o eso creo, pero por el hecho de que había que llamarla también, los dos debemos estar de acuerdo.
Antonella y Gabriel, se supone que los dejé en la habitación de juegos para que no molestarán a los amigos de Matteo, pues ellos son más grandes y comprendo que no quieran estar con unos pequeños más que ellos.
—¿Qué mierda te pasó? —Me alteró al verla empapada de pintura y plastilina.
Cierro mis ojos y me retracto de la mala palabra que he dicho, puedo escuchar a Sam enojándose conmigo por decir una mala palabra al frente de los peques.
—Es que no sabía cómo entretener a Gabriel para que no se fuera con los amigos de Matteo y comencé a buscar un video en la tablet —se explica con timidez, sabía que no le gustaba que me molestara con ella.
—¿Y que pasó? —pregunto para que me siga contando.
—Lo siento papá, solo quería hacer algo divertido. —Agacha su rostro.
Antes de que me siga explicando, apagó todo lo que me pueda perjudicar, luego tomo la mano de mi hija para caminar juntos y subir a la habitación y ver el desastre que habían causado estos dos.
—Todo está bien hermosa. —Obviamente era mentira, pero me parte el corazón verla así.
En el camino me di cuenta que todo el piso estaba lleno de pintura, son los pasos que ha dejado Antonella al venir aquí, pero no sé si Gabriel habrá hecho menos desastre que ella.
Descuido a mis hijos para alimentarlos y hacer que sobrevivan, mientras que ellos como que buscar la manera de matarse, si no fuera porque Antonella es muy cuidadosa, yo creo que ya hubiese resbalado por las escaleras y se hubiese dado un golpe que me tocaría llevarla a la clínica con mi querida Sam con ganas de matarme por no estar tan al pendiente, de verdad no sé cómo le hace.
Conmigo viajan a la luna y yo ni me doy cuenta, en cambio con Sam se quedan muy tranquilos, claro, la respetan más que a mí, yo soy el padre ausente.
—¿Qué viste en aquel video? —pregunto tomando en cuenta de que cada cosa que ellos vean debo supervisarlo.
—Estoy suscrita a un canal de unos pequeños que son hermanos como Gabriel y yo, en el vídeo estaban jugando Twister y en cada círculo debería haber pintura, se gira la flecha en el tablero y tienes que pisar el color que te ha tocado, vimos el vídeo completo para jugarlo bien, pero como siempre Gabriel sigue sus propias reglas. —Se molesta recordando lo sucedido.
—Para la próxima podríamos jugarlo en familia, prefiero que juegues con tus juguetes y no por algo inventado en internet, ¿si princesa? —le propongo y ella asiente con rapidez.
Subimos las escaleras y llegamos al segundo piso, les juro que todo estaba como para desaparecer en este momento, Gabriel estaba desnudo, lleno de pintura y haciendo marcas en las paredes con sus manos.
—¡Gabriel! —Alzo mi voz en regaño y él se asusta para luego salir corriendo a esconderse—. ¡Maldición! —L pintura en el piso podía resolverlo, lo de las paredes no.
—Papi… —me sermones por la mala palabra que he dicho.
—Lo siento, por favor ve al baño y quítate la ropa —le ordeno y ella se va.
Yo buscaría a Gabriel, se había ido a nuestra habitación así que me dirigí a ella y entre, no me lo van a creer, pero él está escondido debajo de las sábanas, ¿Cómo lo sé? Pues por las manchas de pintura, el bulto debajo de la sábana y su risita como si esto fuera un juego.
—¿Junm? ¡Gabriel! ¿Dónde estás? —Le hago creer que es un buen escondite, no lo iba a regañar, estoy de acuerdo que esto es mi responsabilidad—. ¿Será que está aquí? —Halo la sábana y el pega un grito sin parar de reír—. ¡Te encontré! —Canto victoria.
—Me encontraste, pero no me tienes, así que atrápame si puedes. —Salta de la cama al suelo y hace una pose como si fuera el hombre araña.
Menea su trasero en forma de burla y sale corriendo. Él estaba a punto de cumplir cuatro años, por eso se le entendía un poco lo que decía.
—Gabriel, por favor, si no vienes ahora mismo para bañarte, no saldrás con nosotros a comer helado. —Salgo de la habitación y se aparece al frente de mí.
—¡Buh! —Se cree un fantasma—. ¿Alguien dijo helado? —Se emociona y salta.
—Si, pero después de que te bañes o sino no. —Él alza la mano como militar y sale corriendo al baño.
Antes de seguirlo, busco mi celular, iba a llamar a Nina, la señora de limpieza para que me ayude con la casa mientras yo baño a los terrores de mis hijos, espero que Matteo tampoco esté haciendo de las suyas o sino me voy a volver realmente loco.
Antonella y Gabriel se encontraban en la tina jugando en el agua, yo los dejé por unos segundos para abrirle la puerta a Nina y ya estaba de regreso para buscar las toallas y sacarlos.
—¡Papá! —grita Gabriel y eso me estresa.
Hoy es el día que te llamen como si ha ocurrido una tragedia, si siguen así me pondré paranoico.
—¿Qué sucede esta vez? —Llego con rapidez con las toallas.
—Antonella me empujó. —La señala y ella lo mira mal.
—Eso no es cierto papi, él se cayó porque estaba intentando quitarme el juguete y como no se lo di, se cayó a propósito para que tu me regañarás —se justifica molesta.
En vista de que he estado esperando contrato y no me lo han mandado, me tocará actualizar el libro sin firmar contratos, ya que voy a perder lectores si no actualizo.