Definitivamente que Gabriel ha aprendido a manipular a todos en esta casa y no sé de dónde ha sacado esa personalidad solo para que todos estemos a sus pies.
—No es que no les crea a ambos, pero no estuve presente para ver lo sucedido, así que por lo tanto, los dos deben disculparse porque son hermanos y cada vez que peleen, se van a disculpar por el simple hecho de pelear, no importa quien comenzó o que sucedió, ¿de acuerdo? —propongo y ellos asienten muy callados.
Primero sale Antonella y la enrollo en una toalla, luego saco a Gabriel y también lo enrollo en una toalla, destapo la tina para que se desagüe el agua. Cargó a cada pequeño para que no caminen descalzos y se ensucien los pies, y los llevo a su habitación.
Le coloco ropa a cada uno y luego los bajo a la sala para que jueguen a mi vista. Mi teléfono suena y lo comienzo a buscar, ni recuerdo en donde lo he dejado, reconozco que es mi celular por el tono, cuando lo encuentro, contesto.
—Aló. —Bajo las escaleras para estar nuevamente pendiente de los pequeños traviesos.
—Buenas tardes señor Libertella, necesitamos que venga a la empresa —dice mi secretaria del otro lado.
—Si claro, déjame desocuparme con los pequeños —respondo antes de cortar.
Ahora recibo un mensaje de mi asistente recordándome que tengo un evento está noche, debo cantar en unos de mis restaurantes nuevos de apertura. Tengo tantas cosas que hacer, que no me acordaba de eso, olvidando mis cosas importantes, a veces desearía que mi abuela estuviera aquí, hubiese sido maravilloso que hubiera conocido a mis hijos.
—Yo me comí ese pan Gabriel —dice Antonella.
Su discusión vuelve a llamar mi atender, no entiendo porque pelean tanto, ¿Cuándo será el día que no pasen un segundo sin pelear? Joder.
—No, no te lo comiste —contradice.
—Que si lo hice. —Se levanta y Gabriel también.
—Ya te voy a enseñar que no lo hiciste. —Gabriel camina hasta la cocina y Antonella le sigue detrás de él, yo también los persigo para estar atento.
En lo que llega a la cocina, él se dirige a la nevera y con la fuerza que tiene, logra abrir la puerta y cuando la abre, hace un sonido de impresión.
—¡Si te lo comiste! ¡Papá, Nella se comió mi pan! —Cierrabla puerta y lloriquea.
—No me quisiste creer. —Antonella se cruza de brazos y le da la espalda.
—Compraremos otro pequeño. —La verdad, tenía ganas de reírme.
Pero me contuve para dar el ejemplo en esta familia de que las cosas importantes para uno, deben tomarse en serio.
—No, ella tiene que respetar, ese pan estaba relleno con chocolate y era mío. —Gracias a su llanto no le entendí mucho, pero pude deducir.
—Pues yo pensé que no te lo ibas a comer. —Se encoge de hombros justificándose.
—Señor, ya todo está limpio —dice Nina llegando a nosotros.
—Muchas gracias Nina, ¿podrías vigilar a estos dos mientras hablo con Matteo? —le pido casi en súplica.
—Lo siento señor, dejé de hacer una diligencias para venir aquí, tengo que irme —dice lamentándolo con la mirada.
—Será rápido y te prometo que te llevaré al lugar que necesitas ir, yo también voy de salida, por favor. —Ella suspira y lo acepta.
Ni siquiera tengo a mis padres cerca para que me ayuden o a los padres de Sam, salí al patio trasero y encuentro a mi hijo con sus amigos bañándose en la piscina.
—Matteo, necesito salir y por obvias razones no puedes quedarte aquí solo, así que por favor salgan de la piscina, los llevaré a sus casas —dije con el tono de voz más delicado que tengo, es que venía un poco estresado.
—Aguafiestas… —murmura y sale de la piscina con sus amigos.
Realmente no se que quiere Matteo, a veces detesto que se parezca tanto a mi, nuestras personalidades chocan como no tienen idea.
—Matteo por favor, no te pongas en esas… —me interrumpe.
—¿Cómo no? Seguramente es porque debes trabajar. —Es lo último que dice antes de entrar a la casa.
—Mierda. —Suspiro algo cansado.
Vi un poco de desastre en el patio y comencé a recoger todo, esto iba a ser una guerra cada vez que vengo, no sé si deba tomarme un descanso, aunque sería ridículo porque mi nena lidia con esto cada maldito día mientras que yo ni duermo tratando de hacer las escenas bien.
Luego de recoger las cosas, entre a mi hogar y al parecer ya estaban listos, comencé a preguntar de quién era cada objeto que había recogido en la piscina hasta que ya me quedé sin nada.
—¿Nos vamos? —me pregunta Antonella.
—Sí nena, solo déjame ir por mi guitarra. —Le sonrío y me hace una mueca.
—De acuerdo, pero no te vayas a enojar. —Retrocede con temor.
—¿Qué hiciste? —Trato de mantener la calma.
—Grabriel y yo sin querer la llenamos de pintura —dice por lo bajo con timidez.
Esto no puede ser cierto, oí mal y tal vez porque los amigos de Matteo están haciendo ruido en la sala.
—¿Qué dijiste? —Necesito escucharlo de nuevo.
Antonella se queda inmóvil, de hecho, se pone nervioso y supongo que trata de descifrar cómo lo he tomado para poder repetir la frase.
—Accidentalmente llenamos tu guitarra preferida de pintura. —Agacha su rostro.
—¡¿Y como carajos pasó eso?! —Exploté, algo dentro de mi se le había colmado la paciencia.
—Estábamos jugando a tu las traes y Gabriel se escondió en el cuarto de música, y… —La interrumpí.
—Está bien Antonella, no digas más. —Cubro mi cara y restriego mis ojos—. Nina, por favor sube todos al auto, buscaré mi otro guitarra y nos vamos —ordeno y Nina asiente.
—Lo siento papi. —Antonella se pone a llorar y eso me parte el alma.
—Todo está bien nena. —Me pongo a su altura y le acaricio la mejilla.
—Estás enojado conmigo —dice entre sollozo.
—No nena, si estoy enojado, pero conmigo mismo por no estar al tanto de ustedes, esto es mi culpa, no es tuya, fue un accidente, ¿recuerdas? —Y asiente con delicadeza—. Ahora ve con Nina o llegaremos tarde.
Antonella sujeta la mano de Nina y todos salen de la casa, tendrán que montarse en la camioneta para que todos entren nuevamente. Antonella es mi debilidad, sobre todo cuando llora, creo que la consiento más que los demás, soy un mal padre, pero es que se parece tanto a Sam que estoy tan perdido, me derrito.
Al subir al estudio de música, me encontré con las pisadas de los pequeños y subo mi mirada, si esto fuera accidental, la mayoría de los instrumentos estuvieran manchados, pero literalmente solo está manchada mi guitarra favorita.
Ni modo, tendré que llevarme la otra, la que está colgada, normalmente no la uso porque fue la primera que me dio mi abuela, fue la primera que me apoyó cuando quise seguir otro camino además de los negocios familiares.
Una vez que la descolgué, bajé las escaleras y cerré las puertas de la casa y antes de salir totalmente, active la seguridad. Ya listo, metí mi guitarra al maletero, luego entré de piloto y puse el auto en marcha, primero lleve a Nina al centro, que tenía que hacer una compras, ella no quería, pero la esperé para luego llevarla a casa.
Y ahora estoy dejando los amigos de Matteo en sus casas, no se crean, si no fuera porque Sam tiene las direcciones guardadas en el GPS del auto, ya me hubiera perdido. Cuando dejé al último amiga de Matteo, nos dirigimos a mi edificio.
—¿Vamos a comer helado? —pregunta Gabriel en los asientos de atrás.
—En momento pequeño, debo atender algo en el trabajo y luego iremos a comer helado. —Es lo primero que se me viene a la mente para calmarlo.
—No le creas Gab, papá siempre piensa en el trabajo que lo más probable es que se le olvide esa promesa, al igual que las otras —comenta Matteo mirando por la ventana.
Mi hijo debe odiarme y eso hace que yo mismo me odie, no proteste a lo que él dijo, no tenía ánimos para llevarle la contraria, tenía razón y con palabras nada iba a cambiar, tenía que cambiar mis acciones.
***
—Que bueno que llega señor, el joven Basquin está aquí y necesita verlo —dice mi asistente cuando llego al edificio con mis pequeños.
—Está bien, ¿podrías llevarte a mis hijos a la oficina y mandar a alguien que les traiga unos helados? Por favor. —Le paso a Gabriel en sus brazos ya que no quería caminar.
—Si señor. —Ella los recibe con gusto, la verdad, no es primera vez que ella los cuida.
—Volveré muy pronto, ¿de acuerdo? —les dije a mis pequeños, Antonella y Gabriel parecían estar bien con eso, pero Matteo aún sigue molesto.
Me voy confiando de que mi asistente Penélope cuide a mis hijos mientras atiendo los asuntos del trabajo. Camino hasta el ascensor y entro, veo que Penélope saca a mis hijos del edificio, supongo que para comprarle los helados.
Marco el botón y el ascensor asciende, no tenía la ropa adecuada, pero no tuve tiempo, bueno, no importa. El ascensor se detiene en el piso que necesito y al salir de ahí, todos los empleados me saludan con respeto, llego a la oficina de Ascher y me lo encuentro ahí sentado detrás del escritorio.
Él no vivía aquí, pero tenía su oficina y se cerraba con llave cuando él no estaba, solo se abría para limpiar o sacar algunos documentos, solo yo estaba autorizado para sacar papeles y la conserje para limpiar, así que somos dos responsables si algo se pierde.
—Hola Ascher, ¿Qué tal el viaje? —lo saludo y me siento al frente de él.
—Hola Ale, mi vuelo estuvo muy bien, ¿y tú? ¿Qué me cuentas? Los pequeños, Samantha… —indaga mientras me pasa algunos papeles.
—Están bien, Sam le tocó trabajar y me dejó a cargo de los tres pequeños, es bueno que confíe en mí, pero también debe pensar que soy un nene más —bromeo y él también se ríe.
—¿Día difícil? —me pregunta.
—Como no tienes idea. —Suspiro—. ¿Cómo está Sandra? —pregunto por su novia.
Ni me pregunten por Holly, ella desapareció hace unos años y Ascher no ha querido hablar del tema, finge estar bien, pero todos sabemos que él está dolido.
—Pues no le he pedido matrimonio y ya está arreglando todo para cuando nos casemos. —Suspira también cansado.
—La emoción —digo recomiendo el sentimiento de la mujer.
—¿Qué te puedo decir? Realmente yo no siento tanta emoción —responde sin felicidad, pero tampoco estaba triste.
—Claro, solo haces esto para poder olvidarte de… —Y me callo recordando que iba a meter la pata.
—No te preocupes, puedes mencionar su nombre, otro asunto sería que con solo escucharlo genera un dolor en mí. —Después de eso no hable más.
Me dedique a trabajar, no quería que siguiera con esa conversación que tanto le dolía, él intentó ser feliz o lo sigue haciendo, de hecho, soy al único con quién se siente normal hablarlo, pero con sus amigos, no dice ni una sola palabra o es lo que me han comunicado ellos.
Agustín está de viaje, tiene una misión en el ejército de Estados Unidos o eso fue lo que me mencionó Ascher, espero que le vaya bien, tengo una ganas de verlo, necesito a mi mejor amigo conmigo.
Después de un rato, llega Penélope con los pequeños, los iba dirigir a mu oficina, pero Ascher pide que los traiga para conocerlos.
—Hola, ¿cómo están? Están grandes. —Admira cada uno de ellos.
—Gracias tío Hache —responde Gabriel.
Esa es otra noticia, a Ascher le dicen tío, claro, él viene de vez en cuando y nos visita, es una familia extraña, aparte que desde que pasó con lo de Lourdes nos hemos vueltos muy buenos amigos.
—Estamos bien tío, aunque desearíamos hacer algo más divertido —dice Matteo mirándome, sabía que eso era una indirecta para seguir con la guerra.
—Ya estamos terminando, tranquilos, después de esto iremos al parque —ofrece Ascher con una sonrisa.
—¿Si? —Se emociona Matteo, pero luego se entristece—. No, lo siento, papá tiene un evento y no podremos ir.
—Ah pero si quieres yo los llevo y tú atiendes tu asunto —me dice Ascher mmirándome
—No lo sé Ascher, son mi responsabilidad, además, tu vienes es a resolver asuntos de la empresa, no a ser niñera —conteste apenado.
—¡Oh vamos! Lo necesito, si me casaré algún día, por lo menos quiero saber que se siente ser padre —insiste muy positivo.
Por supuesto que no querrá sentir lo que es ser padre, esos pequeños te quieren dar un infarto, cada día buscan la manera de poner su vida en peligro, mientras que uno los intenta salvar, no es nada fácil, por pasar un rato con ellos no significa que estará hecho para ser padre.
—Sam me mataría por el simple hecho de que creerá que no puedo con ellos o que no pasó el tiempo con ellos —le explico.
—Y con mucha razón te mataría —dice Matteo y lo fulmino con la mirada.
—Estoy pasando tiempo con ustedes, los traje a mi trabajo —me justifico.
—Para que nos cuide tu asistente —me reprocha.
—Bueno Matteo, tal vez si te comportaras como tal, te dejaría a cargo de tus hermanos y les confiaría que se quedarán en la oficina, pero tampoco puedo hacer eso porque sigues siendo un pequeño. —No sé cuántas veces debo repetírselo.
—Permite que pasen tiempo conmigo Ale, te ves muy estresado, todo saldrá bien, ¿a qué hora tienes tu evento? —me pregunta y miro mi reloj.
—A las… mierda, ya es tarde, tengo que irme. —Me levanto y checo mi celular, tengo llamadas perdidas de mi manager.
¿Cómo no pude escucharlo? ¿Quién carajos le puso silenciador? Joder esto me mortifica más.
—¿A dónde vas? —Tomo a mis hijos y me los llevo, Ascher me persigue.
Se veía raro que lo hiciera, pareciera una especie de divorcio entre una pareja gay y yo llevándome a los pequeños, ¿acaso soy el único que pensó en ese ejemplo? Estoy enfermo o muy cansado que pienso en estupideces, no digo que los gays sean estúpidos, solo que el tema no venía al caso, no trato de ofender a nadie, yo los respeto.
—Tengo un evento —respondí mientras caminaban hacia el ascensor.
Tenía cargado a Gabriel, Antonella sostenía mi mano y Matteo caminaba atrás de nosotros, no quería sujetarse de mí.
—Déjame acompañarte para ayudarte —se ofrece Ascher y volteo a mirarlo.
—No Ascher —dije muy orgulloso.
—Por favor Ale, lo necesito. —Y lo veo, veo en sus ojos que reflejan tristeza.
Ascher seguramente estaba pasando por algo muy rudo y simplemente quiere liberarse con cosas que no sea el trabajo.
—Está bien, pero por favor que Sam no se entere de esto —le advierto, la verdad es que no quiero ser regañado por mi mujer.
—No te preocupes. —Alza su mano como si fuera una promesa.
Matteo sostiene la mano de Ascher y caminamos juntos al ascensor, ahora sí parecemos una pareja, pero no me preocupa que lo piensen, porque no lo somos, cada quien tiene a su pareja, Ascher no tiene hijos y hay algo que lo tiene infeliz.