Capítulo XXIV. Las tres mujeres

1370 Words
“Estar preparado es importante, saber esperarlo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida” —Arthur Schnitzler Dionisio, era un guardia perteneciente a la corona real, tras un altercado en la corte, que a el le daba mucha vergüenza contar, había terminado castigado y asignado a la vigilancia de los alrededores de Odrick, particularmente de la zona de la vieja prisión. Tendría que permanecer ahí algunos meses, ciertamente era un trabajo aburrido, por ahí casi no iba nadie y casi no había acción, de vez en cuando algún vagabundo intentaba guarecerse del frio en las viejas instalaciones, pero nada más. Aun asi, la idea no se le dio tan mal, antes de partir recurrió a un antiguo guardia de la región, un Elfo que fungió cuando la prisión aun estaba activa y este le entregó un mapa, en donde se detallaban todos los accesos y secretos de la misma. Aquella ocasión se encontraba haciendo su rondín cerca del rio como de costumbre, cuando vio que tres mujeres, dos de ellas vestidas con una túnica negra y una con túnica roja, iban sobre el rio en una pequeña barca, a ninguna se les notaba el rostro porque además de la túnica también llevaban un velo. En la embarcación además llevaban algunas cosas que no se distinguían, serán algunos bultos ne- gros, pero nada que pudiera ser deducido a simple vista. Desde luego que esto llamó su atención, por que esas mujeres se dirigían a la zona de la prisión, la corriente del rio era casi inexistente por lo que aquella embarcación no iba muy rápido, Dionisio decidió seguirlas por tierra. Todo sucede tal como lo vaticinó, aquellas mujeres se metieron en la g****a de la prisión, cosa tremendamente mala porque, además, el sabía que en aquella zona habitaba una criatura monstruosa. Dionisio dispuesto a averiguar que tramaban aquellas mujeres le dio la vuelta a la prisión por el atajo del bosque y entró por una g****a poco conocida, en la zona de la planta carnívora. Rodeó las dos rocas del centro y caminó hasta llegar a la bifurcación, algunos metros antes de esta observó salir a las mujeres que llevaban arrastrando aquellos bultos. La mujer de rojo llevaba una especie de linterna en las manos, esa es la impresión que le dio, en cuanto a aquello de las bolsas, sonaba a metal, cuando las arrastraban por el suelo, Dionisio, apagó su antorcha y comenzó a seguirlas de lejos aprovechando la oscuridad de la caverna para no ser detectado. Siguió a estas mujeres hasta el camino principal, ahí observó cómo se dirigieron al comedor y charlaron animosamente en el mismo, él no pudo entender nada porque estaban hablando en un lenguaje que no comprendía. Posteriormente salieron de ahí y se dirigieron hacia el área de las celdas, una vez que llegaron al calabozo desenvolvieron aquello que llevaban. Un hedor putrefacto impregnó la zona, Dionicio no lo podía creer, ¡son c*******s!, sin embargo, lo que vendría a continuación es más inverosímil, estas mujeres comenzaron a hacer una danza macabra y aquellos c*******s comenzaron a agitarse violentamente a chasquear los dientes y chillar. Dionisio intentó salir huyendo, pero en la oscuridad, tropezó, resbaló y cayó, lo siguiente que recuerda es ser arrastrado por los pasillos sin poder ver nada, pensando que tal vez se convertiría en uno de aquellos esqueletos. Después escucha como una puerta se cierra y entonces nada, pasaría asi mucho tiempo hasta ser rescatado, Dionisio no sabía cuánto, pero puede deducirse que fue un día o un día y medio, debido que si hubiera sido más seguramente habría muerto. Eso es lo que sabía, o al menos lo que contó durante el trayecto de regreso a la ciudad de Odrick en compañía de Verz, Zela, Arigoth, Eddart, Yuria, Alan y Nize. —Dígame Dionisio, ¿está usted seguro de que no vio el rostro de aquellas mujeres? —preguntó Nize. —Si seguro, no me fue posible identificarlas, —contestó Dionisio. —Y de la que se salvó, —dijo Alan. —A mi me queda una duda, —dijo Zela—, si Dionisio dice que eran tres y con Verz y Alan solo vimos dos, Arigoth encontró y quemó el barco, y Yuria y Eddart no vieron nada, entonces, ¿dónde esta la mujer de rojo? —Tal vez fue la que nos aventó la piedra cuando íbamos a subir la cuesta —Dijo Verz. —Es cierto, No recordaba eso, —dijo Zela. —Claro, como a ti no te golpeó —respondió Verz. —Aun asi hay cosas que no me quedan claras, —continúo hablando Zela—, en cuanto lleguemos a Odrick me acompañaran a ver a ese estúpido gnomo, pues necesitamos explicaciones. —Es cierto, también tenemos que preguntar que son esos extraños polvos que guardaba Jack —dijo Arigoth. —Recuerden también que no tenemos mucho tiempo, Habrá que reunirnos cuanto antes con el sumo sacerdote, —advirtió Nize. —Es cierto Nize, pero también es necesario saber que es la herida verdadera y como combatirla, —Dijo Zela.  —Y ¿Por qué estas tan obsesionada con la herida verdadera? —preguntó Nize con curiosidad—, digo, al final de cuentas ni siquiera sabes si existe, mejor enfócate en lo tangible, tenemos la llave, hay que atravesar el pasaje que lleva al templo cuanto antes. —Tal vez tengas razón Nize, pero quiero conocer todas las posibilidades, —Dijo Zela. Después de eso se hizo un silencio abrupto y extrañamente incómodo mientras seguían caminando, Alan seguía muy lastimado, eso retrasaba bastante el trayecto. Arigoth y Verz se turnaban para apoyarlo a caminar. Después de algunas interminables horas por fin divisaron la entrada de la ciudad, era media noche, todos dormían en la ciudad, afuera de la posada Nize dijo: —Bueno, los dejo, me encantaría quedarme, pero tengo asuntos que atender, mientras tanto tengan cada uno diez monedas de oro, nos veremos dentro de dos noches en el templo, hasta entonces. dicho esto, se dio la vuelta y se marchó saliendo de la ciudad. —¿Asuntos? ¡¿a esta hora?! —exclamó Zela—, esa mujer es muy misteriosa. —Mientras nos pague me tiene sin cuidado —dijo Arigoth Entraron a la posada, a hurtadillas, para tomar sus habitaciones, después de lo vivido todos necesitaban un descanso. También se quedó con ellos el guardia, quien al día siguiente tendría que hacer un viaje para dar parte a la corona sobre lo acontecido. Zela no pudo dormir, toda serie de teorías conspirativas venían a su mente y la atormentaban, imaginaba que en cualquier momento una painmaker Tiefling entraría por su ventana y la atacaría en mitad de la noche, le era imposible sacar esa macabra sonrisa de su cabeza. Para Verz era más o menos la misma historia, ver aquel ser endemoniado recibir espadazos uno tras otro y mantener esa sonrisa y esa mirada penetrante, se le helaba la sangre y le daba escalofrió tan solo de recordar. Y es que, a pesar de que Verz había lidiado con la muerte en más de una ocasión, jamás lo había hecho con un ser demoniaco, aquello era otro nivel y estaba dudando de querer seguir en la misión, dado que aquello podría no acabar bien para nadie, por primera vez en su vida su valor estaba flaqueando. No era el único que encontraba peligroso continuar, también Alan estaba pensando que definitivamente cien monedas de oro no valdrían la pena para estar arriesgando el pellejo de esa manera, él que podía conseguir esas mismas cien monedas tan solo en una noche de juerga, no tenía necesidad de estarse exponiendo asi. Y por último Arigoth, que después de lo que le pasó a Jack también pensaba en tirar de una vez por todas la toalla. Pero la verdad es que todos eran vanidosos y orgullosos, ninguno se retiraría y a la vez todos esperaban que alguien lo hiciera primero para salir sin sentir culpabilidad por abandonar el grupo, era raro, asi es el orgullo, una especie de encantamiento maligno que nos impide abandonar una empresa infructuosa cuando aun es tiempo de hacerlo.

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