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1195 Words
-Alex- -No puedes seguir comportándote de esta forma, Alexandra- puse los ojos en blanco a espaldas de mi tío- Es que de verdad, no sé qué está pasando contigo- murmuró con cansancio sentándose en su asiento principal- ¿Estás teniendo experiencias con drogas? -Por Dios santo- exclamé pellizcando el puente de mi nariz- No tengo nada que ver con drogas, tío. Es sólo que ¡Me cansé!- exclamé abriendo los brazos- ¡Estoy harta de que todos quieran humillarme! Simplemente no aguantaré más nada de nadie que quiera hacerme sentir menos- crucé mis brazos sobre el pecho ante la atenta y sorprendida mirada de Gary Coldman, el hermano mayor de mi madre. -No me digas tío, sabes que debes llamarme como Director para que no me causes problemas- Me puse de pie fastidiada de su mierda social. -Bien, director Coldman, si eso es todo, me iré a mi dormitorio. -Espera- me detuve en seco a dos pasos de la puerta, no escuché más que el movimiento de sus pies y luego, un peso sobre mi hombro derecho, era su mano. -Sé que es duro, Alex- su tono había bajado e incluso causo que un nudo se instalara en mi garganta- A todos nos-- -No- lo paré en seco sintiendo una pesadez en mi estómago, miré directamente a sus ojos verde olivo, iguales a los de mi mamá y mi abuelo materno- Ustedes no sienten lo que yo siento, no lo compares nunca. No eres tú quien perdió a su madre, tío- de mis ojos salieron dos lágrimas escurridizas a las que él le siguió el rumbo con la vista, ninguno de los dos dijo nada, me solté de su agarre para salir de su oficina. Necesitaba despejarme. Uno, dos, tres…. -Ah-me quejé sintiendo el sudor deslizarse por mi frente- Mmm- dije de nuevo cerrando los ojos-Mmm- terminé desplomada sobre el saco, mis nudillos dolían como la mierda y por mi espalda corrían chorros de sudor, terminé de descargarme en el gimnasio del internado, abierto las 24 horas del día daba la libertad que necesitabamos algunos para desahogar nuestro cuerpo de una sana forma. Salí hacia las duchas con la toalla en el hombro, siendo unisex no importaba mucho realmente quien pudiese verme a las- miré en mi muñeca el viejo reloj que la abuela una vez me había regalado- once y veinticuatro minutos de la noche. Quité la sudadera de mi cuerpo y luego de eso el sostén deportivo, mirando a ambos lados por costumbre antes de meterme dentro de la ducha, cerrar la puerta y quitarme la ropa interior, dejé correr el agua helada sobre mí a modo llovizna sintiendo las pequeñas gotas chocar contra mi rostro relajandome con el sonido y sintiendo mi cabello empaparse. Me duché con tranquilidad, siempre había preferido hacerlo a esa hora por la privacidad que brindaba aquel lugar, lavé mi cabello y vi la espuma salir hacia mis pies y terminar desapareciendo a través del desagüe.  Salí cubriendome con la mullida toalla de color celeste, sintiendo mi cabello chorrear por mi espalda, justo cuando sacaba el peine de mi mochila sobre la banca metálica miré asustada a un hombre desnudo justo a mi lado. -Nico- Estaba estresado, pasar un día rodeado de jovencitas abriendo las piernas desde sus asientos para exhibir hacia mí con la intención morbosa de llamar mi atención. Pero soy un hombre profesional y, como el profesional que soy, decidí descargar mis azules bolas en una ducha nocturna. Escuché mucho acerca del gimnasio del internado, por eso terminé yendo hacia ese sitio después del anochecer para aprovecharme de su piscina olímpica calificada como una de las más valiosas a nivel nacional. Así que eran pasadas las once de la noche cuando decidí salir del agua y encaminarme a las duchas unisex para sacar el cloro de mi cuerpo. Era tarde y no había un alma, así que me bañé rápidamente lavando mi cabello y fue cuando cerré la llave que me di cuenta de que había olvidado la maldita toalla en el locker.  -Maldita sea- murmuré saliendo desnudo, ¿Qué más da? Fui por la toalla y volví secando mi cabello con ella, sólo para ver ante mí envuelta en una toalla celeste a una chica pálida de cabello largo y n***o y ojos amarillos-¡Diablos, perdona!- dije avergonzado cubriendo mi m*****o de inmediato con el pedazo de tela mullida mientras ella alzaba con ambas manos una mochila, como si eso fuese escudo suficiente en caso de que fuese un violador. -¿Quien eres tú?- dijo ella asustada y me alejé lo más que pude alzando una mano para que viese que no le haría nada. -Yo...Yo soy el profesor Nicolás- dije avergonzado- Soy nuevo, lo siento, lo siento...Pensé que no habría nadie aquí, ¡Dios! Perdona, no te haré nada. Ella pestañeó varias veces, parecía más calmada, y así fue, pues poco a poco bajó el bolso y me miró con el ceño fruncido. -¿Acostumbra a andar desnudo en lugares públicos?- pestañeé aturdido por su pregunta perspicaz. ¿Qué no era la misma chica gritona que estaba a punto de golpearme con un Gucci? -Ya te dije que me equivoqué, pensé que estaba solo-caminé hacia el área de lockers dispuesto a vestirme rápidamente e irme de ahí pero me encontré con la sorpresa que la chica extraña de ojos amarillos me siguió hasta ahí- ¿Ahora me acosas? -¿Disculpe?- sonaba molesta, caminó hacia la otra hilera de armarios metálicos y abrió uno con la misma llave con la que yo había cerrado el mío, sí, era un idiota…Ella estaba ahí descargando alguna molestia seguramente, cómo yo, más no la vi en la piscina, sería imposible olvidar a una mujer así…¿Y si era menor de edad? Mierda, mejor dejaba de fantasear con aquellos ojos gatunos antes de acabar preso con cargos infernales. Aparté la vista de ella mientras tomaba mi ropa interior y me la ponía con experiencia bajo la toalla. Al girar de nuevo ella abrochaba su brasier mientras un short de ciclista cubría su grueso culo y muslos de infarto que daban la impresión de estar muy trabajados o de bien, tener muy buenos genes. Me atrapó mirandola fugazmente y volví la vista a mis pantaloncillos deportivos color n***o para atarle la tira con fuerza, ella me miró girada completamente sin aún ponerse la camiseta y no pude evitar fijarme en lo pequeña que era su cintura y lo redondeados que lucían sus senos tras los bra color gris plomo-¿Se le perdió algo?- su ceja lucía perfectamente arqueada y en ese momento esa pequeña engreída comenzó a fastidiarme. -¿Siempre eres así de grosera o es sólo porque estás furiosa?- pareció aturdida con mi interrogante y volví a atacarla-¿Cuál es tu nombre? -Soy Alex Brown- dijo cruzandose de brazos sin darse cuenta de que con ese gesto causó que mi respiración se entrecortara un poco cuando mis ojos viajaron a sus senos ahora más realzados- Y no estoy furiosa. No pude evitar sonreír de medio lado. -¿Ah no? Pues eso parece, señorita Brown.
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