-Alex-
El cuarto y penúltimo año en la prisión Morpho se hacía sentir entre mis compañeros de clases, que se note mi emoción, por favor.
Subí mis medias blancas hasta la mitad de mi pantorrilla y tomé mis Fila blancas recién limpiadas y extra-brillantes. Fui al espejo luego de ponérmelas y miré mi reflejo para dar un suspiro de resignación y envolver el disparate de rizos descontrolados color azabache en una gran cebolla sobre mi cabeza, aún así los más cortos y rebeldes quedaban saltando mientras parecían envolver mi rostro, era imposible luchar con ellos.
Me di cuenta que las ojeras parecían ser más moradas que de costumbre bajo mis amarillentos y poco comunes ojos, pero francamente me daba igual, ni siquiera la idea de utilizar un poco de corrector llegó a mi mente. ¿Cuál era el punto de todas formas?
Bajé un poco la falda plisada en color azul marino, ¿Por qué todos los institutos privados tenían que instarnos a vestir como representaciones del porno asiático? No tengo ni la más mínima idea.
Sobre mi camisa de botones blanca almidonada coloqué el suéter grueso del mismo color de la falda que tenía sobre la parte superior izquierda el logo de la institución: Un león amenazante con las fauces en aviso de ataque y las garras inclinadas, todo de color dorado. Además del lema de la escuela en latín que se traducía más o menos cómo: “Preparando personas, no sólo estudiantes”.
Con fastidio tomé mi mochila y salí del dormitorio de chicas que compartía con otras dos estudiantes que habían salido hace casi veinte minutos de la habitación.
Y mientras camino por los aburridos pasillos pálidos de suelo de mármol de el internado Morpho, contando mi chorrada de idioteces diarias y la existencia prácticamente nula que tengo a la vista de mis compañeros de estudios con los que llevo casi 4 años, ustedes dirán ¿Quién es?
Soy Alexandra Brown, tengo dieciocho años y estudio en esta mierda por decreto de mis padres, quienes juran que cualquiera de nuestra familia que rechace tal honor de pertenecer al internado no tiene ni siquiera el derecho de llevar consigo el apellido. Si por mí fuese, ahora mismo saldría huyendo para nunca regresar, y si no fuese que con esa acción mi padre, quien es el único de mis tutores que ahora vive, me negaría cualquier acercamiento a mi hermano menor, lo haría sin dudar.
Un chico tropezó conmigo, prácticamente me arrolló mientras reía estúpidamente con otros dos colegas con el mismo IQ. ¿Se disculpó como en los libros que leen mis compañeras?¿Dijo que eran los ojos más lindos que había visto y que cómo carajos había permanecido invisible para él? No. La verdad no es esa. Él siguió su camino cómo si nada sin siquiera volverse sobre el hombro. Solté el aire en mis pulmones y seguí hacia el salón de Álgebra, porque no había nada mejor para pasar la ira que un poco de ejercicios mentales, ahora leelo con sarcasmo.
Fui a mi silla habitual y abrí mi bolso para sacar el cuaderno junto a un lápiz, la calculadora y el gordo libro referente a la materia. En el salón empezó a armarse una pelea, ni siquiera entendía por qué pero vi cómo John Mallord tomó el rubio oxigenado cabello de Jamie Falls en su mano y ella gritaba mientras lanzaba sus garras hacia el rostro del chico. Todo el mundo empezó a pararse de sus sitios para intervenir, o para tener la mejor toma de vídeo de la pelea, juro que ni siquiera me importó en lo más mínimo, ¿Qué carajos tengo yo que ver en eso?
Fue entonces que Jamie le dio un fuerte empujón a John gritando algo así como “Bastardo infiel” y el chico- que aunque debo felicitarlo por haberse traído en la mano las extensiones de la chica tiene que aprender un poco sobre cómo tratar a las mujeres- Básicamente cayó de espaldas sobre mí, la única persona entre los 24 estudiantes de la sección que no se había movido de su asiento casi al fondo, la única que no hablaba con ninguno y que era casi un cero a la izquierda…
Y la única persona que protegería su cabeza con un gordo y viejo libro de Álgebra.
La cabeza de John Mallord chocó contra el libro, en específico su sien de lado derecho y así mismo, se desmayó quedando inconsciente en el suelo con el rostro rasguñado por las uñas de su novia y, además, ¿por qué no? Sus extensiones de cabello en la mano.
Y en ese instante en el que todos se detuvieron, sin hablar, sin reaccionar a lo que había pasado, con sus teléfonos grabando aún, por fin alguien se dio cuenta de que existía. Aunque quizás no de la mejor forma.
El profesor entró al salón seguido de el director y dos hombres de seguridad, cómo si fuese esto una especie de motín entre reos. En ese instante Jamie, el desmayado John y mi persona fuimos los focos. Ese hombre y yo teníamos una historia y no era específicamente una buena.
-Alexandra Brown, Jamie Falls a la dirección ahora mismo- ordenó y miró a sus hombres- ustedes lleven al señor Mallord a Enfermería y mantenganme al tanto hasta que despierte- los dos asintieron y entraron en acción mientras yo soltaba el aire resignada y caminaba tras una llorona y dramática Jamie con el bolso en el hombro y siendo mirada por todo el mundo.