-Nico-
Abotone los botones de mi camisa de vestir y di un rápido vistazo por el espejo al conjunto entero antes de peinar mi cabello. Camisa azul, pantalones negros al igual que los zapatos, mi cinturón en su sitio, también el reloj de plata que el abuelo me heredó en la muñeca izquierda, el anillo de mi graduación que parecía pesar en mi dedo más de la cuenta y la cadena delgada de plata que usaba desde niño con un dije de mi letra inicial. Acomodé un pico de mi cabello y aplicando un poco de perfume de esos que enloquecen a las chicas, salí de la recámara con una sonrisa en los labios.
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-¡Sorpresa!- dijeron todos a coro cuando abrí la puerta del apartamento de mi chica. Clementine saltó a mis labios a besarlos con una sonrisa pintada de rojo puta en los labios. Su vestido era gris y casi pasaba por baby doll, dándole gracias al cielo de que no era celoso empecé a disfrutar la fiesta de despedida que habían preparado en mi honor antes de marcharme.
-Espero que te guste la fiesta, mi amor- dijo ella con ojos coquetos antes de hablar sobre mi oreja- Mi regalo te lo daré cuando todos se vayan- prometió y acaricié su trasero sin disimulo alguno. Era eso lo que tanto le gustaba, lo sabía bien.
¿Quién soy? Mi nombre es Nico Torres, tengo 24 años y recién me gradué, ahora aceptaré una propuesta de trabajo en un internados de niños ricos que parece estar fuera del mapa, así como la paga que prometen. Daré Español y, si todo sale bien, tendré un puesto fijo en el instituto. Es lo que realmente deseo, no sólo aislarme de los demás a mi alrededor, porque aunque mi familia es pequeña- sólo mis padres y mi hermana mayor- tengo un grupo relativamente bueno de amigos, también tengo a Clementine. Con ella he salido desde hace unos tres meses y aunque la conocí en una noche de copas donde sin dudarlo ni cuidarnos tuvimos sexo inconsciente y envenenado de alcohol, hasta ahora las cosas marchan relativamente bien.
Las copas empezaron a llegar, también la música fiestera y esa multitud de personas de las que reconocería a apenas una docena, empezó a bailar al ritmo de esta y de pronto me sentí dentro de un ritual satánico.
-¡Ruedalo, oye, Nico!¡Ruedalo, hombre!- me aceleraba Cristian mientras empecé a toser como bestia. Era un fastidio en el culo. Le devolví el tabaco de marihuana mientras los demás reían por su estrés y yo largaba los pulmones intentando encontrar un poco de oxígeno que acelerara mi nota de THC.
-No puedo creer que seas un maldito tan suertudo- dijo Ronnie y fruncí el ceño. Aquí ibamos de nuevo con el tema- No, no me mires así- me señaló con un dedo y le di un manotón- Es que… Mierda, un instituto en el medio de la nada donde seguramente hay muchísimas estudiantes cachondas deseosas porque un profe se las coja para revivir ese millón de novelas cliché que han leído… Joder- soltó una exclamación llena de admiración.
-No me jodas, pendejo- dije con fastidio y Marcos se reía, parece que a alguien ya le hizo efecto.
-Viejo, ¿Al menos son mayores de edad? No quiero despertar un día para desayunar y ver tu cara en el televisor mientras como cereal- dijo él con tono de burla y puse los ojos en blanco.
-Hay menores de edad, pero también hay mayores. Creo que hasta los diecinueve- Cristian me dio un manotazo.
-¡Pues espero que las diferencies bien, no quiero errores!- todos rieron y sí, también empezó a parecerme gracioso.
-Los voy a extrañar- admití y Ronny empezó a burlarse de mi.
-¡Ay sí!¡El profe va a ver culos en mini-faldas todos los días y nos dice que va a extrañar escaparse a la azotea a fumarse un porro con nosotros!
-Maldito idiota- dije riendome de él.
Bajamos de vuelta a la fiesta y me di cuenta de que mis padres habían llegado, quitandole el cigarrillo a Marco para que el olor a marihuana no fuese tan fuerte, llegué hasta ellos, quienes miraban alrededor reprobando prácticamente todo.
-¡Mamá, papá!-les saludé- ¿Qué hacen aquí?- pregunté mientras los abrazaba.
-¿Ya estás ebrio?- preguntó mi madre y solté el aire que tenía en los pulmones. En serio, la pregunta iba de verdad, ¿Qué hacían ahí?
-Hijo, tu novia nos invitó- dijo mi padre con amabilidad, como siempre. Nunca he entendido cómo el viejo se la ha aguantado durante tantos años- Esperamos que no sea molesto, pero queríamos pasar a despedirnos antes de que te vayas a ese trabajo.
Lo abracé, era el mejor padre del maldito mundo.
-Un poco vulgar esa muchacha, ¿No lo crees?- comentó mi madre viendo hacia un lado donde Clementine hacía twerking con sus amigas riendose entre sí mientras los demás miraban casi babeados, me encogí de hombros- Espero que no tengas nada serio con ella.
-¡Bien!¡Vaya fiesta!-sonreí, mi hermana caminó hacia mí con dos vasos rojos plásticos y al cederme uno levantó el otro a modo de brindis- Por ti, cachorro. Por tus éxitos y tus pasos, que cada día seas mejor y aprendas algo nuevo- choqué el vaso con ella y le di un fuerte abrazo. Teníamos dos años de diferencia, ella era mayor que yo. Noely siempre se ha llevado bien conmigo, de hecho por sus facciones- cabello castaño casi n***o, ojos cafés, cejas pobladas y los labios gruesos- siempre decían que parecíamos gemelos. Imaginense las burlas de mi decente grupo de amigos al respecto.
-Bien, creo que es hora de irnos- definitivamente, a mi madre le daría algo si seguía cinco minutos más ahí, de pie, intentando que nadie la tocara y con rostro de que algo olía mal. Abracé de nuevo a papá, con fuerza esta vez, dando un beso en su mejilla mientras despeinaba mi cabello.
-Usa la cabeza, hijo. Recuerda tus propósitos- aconsejó y asentí, aceptando sus palabras.
-¿Te quedas?- le pregunté a mi hermana y asintió sonriendo mientras mi madre bufó indignada- Bien, por ahí- señalé- están los chicos, ve con ellos y ya voy para allá.
-Okey, hermano- dijo yendo por el camino que le señalé obedientemente. Le di un corto abrazo a mi madre, ni para eso era buena y así fue como los acompañé a ambos hacia la puerta, viéndolos subir al coche mientras el chofer abrió la puerta para ellos. Unas manos rodearon mi cadera y la perfecta manicura me hizo sonreír.
-¿De verdad invitaste a mis padres, Clementine?- pregunté
-Oh, espero que no te moleste- dijo mientras me daba la vuelta y atacaba como fier salvaje mi boca en un profundo beso que me hizo apartar luego de un momento porque el efecto había causado en mí un severo mareo- Vamos- dijo tomando mi mano entre la suya y fruncí el ceño, me sonrió con inocencia antes de explicar- No aguanto más, quiero darte tu regalo ya.