-Nico-
-Gracias de nuevo por esta chance, Adele- dije sonriendo al teléfono mientras hablaba por video llamada con mi profesora de tesis.
-No es nada, Nico- dijo ella sonriente, con el escote que vestía se definían a la perfección ese par de melones plásticos- Avísame cuando vuelvas a la ciudad, estoy realmente ansiosa por verte.
Casi chocó con una señal de PARE, dejé de caminar y revolví mi cabellos con nervios. Esa maldita mujer era realmente caliente.
-Serás la primera en saberlo- Prometí- Adiós.
-Adiós, cariño- se despidió lanzándome besos a través de la pantalla y, seguido a eso, colgó. Miré frente a mi hacia la gran estructura que comprendía los dormitorios de los estudiantes, en el piso de abajo estaban los chicos, en el superior las chicas, y creo que jamás me sentí tan observado como cuando aquel par de docenas de cuerpos juveniles, unos en bikinis o ropa interior, otros vestidos muy ligeramente, me espiaban evaluandome físicamente sin discreción.
Con incomodidad, seguí mi camino, escuchando cómo me llamaban con atrevimiento aquellas chicas hormonales.
Debía ir a descansar, prepararme para el siguiente día cuando me presentara ante un sinnúmero de estudiantes todos dispuestos a pisotearme. Era lo que me había llamado la atención de dictar clases a los mayores: el hecho de retarlos a impresionarme no era simplemente un juego, era una cuestión de poder, de jerarquía, y habían más de uno que seguramente quedaría en la base de mi pirámide alimenticia.
Pero mientras abría la puerta de vidrio oscuro de la estructura, dos estudiantes con el uniforme desordenado salieron riendo de el lugar pidiendome permiso para pasar mientras congelado me albergaban dos dudas a la vez, la primera era ¿Por qué carajos habrían dos chicas en una edificación sólo para educadores? y la segunda, pero no menos importante, ¿Qué carajos pasa en este internado?
Mi habitación era la 32, eso me dijo Coldman y no pude evitar sentir que entraba a una especie de putero donde tu chica espera en la habitación mientras tú vas con la llave en la mano y silbando debido a la emoción. Pero no fue una colegiala quien me espero abierta en la cama lista para que le explicara los tipos de palabras agudas, graves y esdrújulas, sino una empolvada cama en una habitación solitaria y vacía con una ventana descubierta que daba hacia los árboles tras la construcción. Al menos era un alivio saber que podría vestirme en la privacidad que debía darme aquel cuarto sin el miedo atroz de que uno o más de mis alumnos me espiara por ella.
Solté mi cosas junto a la cama y sacudiendo el polvo de la misma me dije que luego tendría tiempo para eso.
-Ahora sólo necesito dormir- dije con cansancio hablando conmigo mismo mientras mis ojos se cerraban por sí sólos y el frío del ambiente me arrullaba hasta llevarme a un profundo sueño.
Desperté exaltado tres horas más tarde, sintiendo que alguien masajeaba mi espalda, pero con el corazón agitado me calme diciendome que sólo había sido un mal sueño, tomé un vaso de agua del grifo del lavamanos mientras miraba mi reflejo en el espejo.
Cuando pude calmarme- quizás un par de minutos más tarde- fui por mis cosas para organizarlas, el hecho de que estaría por ahí un año y que, quizás, me quedase permanentemente, sólo me daba impulso para ambientarme de la mejor manera posible sin exagerar.
Mi ropa organizada, mis zapatos acomodados, las sábanas y almohadas que traje de casa listas, el polvo limpiado con las toallitas desinfectantes que compré, también mi equipo de higiene personal listo en el baño y sí, parecía un tonto obsesivo, pero ¿qué puedo decir? Me gusta el orden.
Me quité la ropa para darme una buena ducha sin pensar en que aquella maldita llave sólo escupiría agua helado. ¿Era en serio o una maldita broma al novato?Terminaría con una hipotermia a fin de mes si seguía como iba.
Con cierta repulsión al agua, terminé rápidamente con mi ducha para caminar envuelto en la toalla hasta mi nueva cama. Afuera era oscuro, aún así podías escuchar a lo lejos las voces de los estudiantes, riendo y charlando, siendo libres unas horas al día. Me asomé a la ventana sacando un cigarrillo de la cajetilla, y riéndome sólo al recordar la estúpida idea de mis amigos de traer conmigo un “Porro para Emergencias”. Ahora que lo pensaba, estaría ahí, sólo, sin vida social, sin nada más a lo que dedicarme que a mi empleo, ¿Estaba haciendo las cosas de la manera correcta? Me hacía esa interrogante mientras mi vista se perdía en el humo que se dispersaba en la fría noche.
Algo llamó mi atención, parecía haber una especie de altercado fuera. Me debatí entre salir o no mientras escuchaba con sorpresa los gritos e incluso fue hasta el sonido de golpes que busqué una camiseta y mis deportivas para bajar con el pantalón de algodón n***o encontrandome con tres o cuatro profesores más que se amontonaban hacia la puerta.
El ambiente era aún más frío que en mi recámara. Abajo habían muchos chicos amontonados espiando la pelea que parecía ser entre dos fornidos muchachos, ambos sangraban en partes distintas del rostro y en el medio intentaba débilmente separarlos una rubia con un atuendo muy descubierto para un día de semana.
Me quedé de pie, viendo todo, mientras los demás actuaban, y no me juzguen, pero tampoco me arriesgaría a recibir un golpe por nadie. A mi lado se quedó un hombre de piel oscura y rostro grueso.
-¡Erick, ya basta!- decía la chica a uno de los dos, debido a la oscuridad, no tenía idea de quién era Erick ni quién era ella. Eran tres los profesores que ahora los regañaban y encaminaban hacia la dirección apartando de su camino a mirones con los teléfonos en las manos y las cámaras encendidas para rememorar el morbo que causaba una disputa para esta generación.
-¿Esto pasa seguido?- le pregunté a mi desconocido colega. Él bufó y me tendió la mano, procedí a estrecharla.
-Esto es el pan diario. Bienvenido al Internado Morpho.