17. Reconociendo rostros.

799 Words
El camino a la ciudad fue rápido y hermoso de ver. Para Alessandra, más allá de la cantidad de tiendas nuevas, de los edificios y de la nueva cartelera, era un camino que conocía de memoria. Antes de pasar el puente pudo observar a las personas sentadas debajo de los árboles a la derecha de la carretera. Algunos de ellos con termo y mate en mano, simplemente caminando por la orilla de la desembocadura del Arrollo Maldonado. Otras familias pescaban tranquilos con cañas de tacuara o de fibra de carbono. Pasar por el puente la llevó a recordar el momento en que Brandon mencionó el puente nuevo y para si misma se dijo que tal vez y solo tal vez, le daría la oportunidad a Brandon de que las llevara. En su mente podía ver aquellos días en que andaban en moto y subían a la balza que los transportaba desde Maldonado al departamento de Rocha, tan cercanos al mar y tan distintos en paisajes. Sus viajes a Rocha los habían conducido por carreteras llenas de palmeras, cactus salvajes y el aroma y sonido del Océano Atlántico. Por Maldonado las carreteras mostraban vegetación acorde a zonas más altas, árboles más frondosos, el olor del mar cuando había temporal era menos salino porque aún era el Río de la Plata y el color tenía tintes azules y marrones en sus momentos más salvajes. Llegando a la ciudad pudo apreciar el avance en las construcciones que hacían de la ciudad de Punta del Este un lugar espléndido para vacacionar. El supermercado mayorista al que entró tenía una nueva variante de mercadería de la que recordaba. -Quizá ni tenga que ir al centro- se dijo a si misma. Recorrió las góndolas y metió enlatados congelados, secos y artículos de aseo personal. El área de los desodorantes le recordó que Brandon usaba el Axe Marine y decidió agregar uno a sus compras. -Si lo necesita no va a decírmelo. Solo espero que aún lo use- hablaba en susurros para ella misma. Era sábado antes del mediodía y el lugar no estaba tan lleno, ya que con el hermoso sol que los acompañaba, los Fernandinos aprovechaban a pasear por la rambla, por el centro o por los parques verdes llenos de sombra y aire fresco. Pasó rápido por la caja y así de rápido cargó todo y condujo al centro ya que ropa interior no había acorde a lo que quería para su nena. Estacionar cerca de la peatonal presentó un desafío, pero ella estaba echa de desafíos por lo que lo logró y le brillaron los ojos apenas pisó la vereda. El aroma del vitumen mezclado con el que desprendían las tiendas de alimentos la llenó de nostalgia. Caminando por Sarandí, miró a contramano recorriendo en su mente el camino al liceo Departamental en que se instruyó antes de tener que ir a la capital a estudiar su especialidad. La peatonal era la misma, solo que más verde, con sucursales de tiendas de Punta del Este que le hacían apreciar a los habitantes que se vivía en el mismo departamento. Las tiendas habían cambiado de ubicación, algunas estaban más cerca de la plaza que antes, otras de habían fucionado y otras tenían su tienda normal y su oulet en la misma calle pero diferente edificación. Recorrió las galerías tomando lo que necesitaba y alguna cosita extra. -¡Que hermoso vestido! Se lo llevaré a mi princesa por si surge algún evento.- su primer escusa.- No se si tito tenía pantuflas. Voy a aprovechar la oferta y llevo nuevas para todos- En ese punto las bolsas de compras igualaban su peso. -Imposible venir al centro e irme sin comer un pancho- se sugirió. Caminó hasta su lugar habitual de la juventud, por si su panchera preferida seguía en el mismo lugar. Su corazón latió a prisa cuando la divisó. -Buenas tardes, quiero un pancho por favor. -dijo amablemente. -Buenas señorita, claro que si- contestó la mujer terminando de acomodar alimentos en los potecitos en los que colocaba los condimentos, cuando levanto la vista una sonrisa genuina acompañó su gesto de sorpresa- ¡Niña Less! ¡Ha regresado! Alessandra se sonrojó al escuchar el diminutivo que solía decirle de pequeña. -No se emocione, Maria, que no es por mucho tiempo.- apenada, quizo aclarar- Vine porque tito está enfermo, pero debo regresar. -Que pena, mi niña. Pensé que había vuelto al paisito pa' quedarse- María la recordaba con mucho cariño. -Hay gente que desprecia el lugar que la vió crecer. Es mejor que se regrese por donde vino. Las dos, mudas, miraron a la mujer recién aparecida, Maria incrédula de que hubiese echo tal comentario y Aless de joca abierta ante lo que sus ojos veían. -¡Oh por Dios! Támara, ¿eres tu?
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