Brandon se levantó muy temprano para ir a correr. En el campo poca cosa cambiaba. El pasto atinó a quedar amarillo por la fuerza de sol, las vacas pastaban a lo lejos y los caballos relinchaban contentos de estar fuera de los establos. Los autos no contaminaban los cantos de las aves y los empleados del campo tenían libre porque era sábado.
Mirando el paisaje del tajamar lleno de patos en plena época reproductiva, se preguntó que había pasado cuando se juntó con su grupo de estudios luego del bar. Su único recuerdo fue despertar en el sanatorio con un fuerte dolor de cabeza y tremendas náuseas.
Sabía que había estado bebiendo, pues saber que su amada estaba en una cita había roto su corazón. Ella había venido de visita con su novio extranjero despues de cuatro años. Verla tan entera lo destrozó por dentro, aún más que lo que su rechazo le causaba.
Recuerda muy bien a ese joven, sus ojos verdes como la pradera, tan alto como él y su pelo castaño brillando con el sol.
Para Brandon solo era un desgraciado que se llevaba a su amada princesa, pero veía a Aless mirarlo con el cariño que alguna vez le dedicó. Nada de lo que ahora sabía estaba resuelto ese día. Lo único que conocía era su verdad. Recordó que esa noche, sentado en ese bar de mala muerte solo escuchaba las palabras que le había dedicado Alessandra apenas cumplido sus dieciocho años, momentos antes de abordar su taxi. Ese maldito que la llevaba al aeropuerto para alejarla mucho tiempo de él con la escusa de una beca de intercambio en México.
-Tu, Tu fuiste quien mandó a matar a mis padres.- roja de ira y llanto ni siquiera le permitió defenderse- En tu vida te acerques a mí. Ojalá te mueras y que te perdone Dios, porque yo no puedo.
Aún después de 10 años sentía su desprecio, el odio que le profesaba y le calaba el alma. Él le había prometido olvidarla, pero habían jurado ambos, en esa capilla perdida de José Ignacio, que solo entre ellos podían casarse.
En un mar de lágrimas recordó su fiesta de quince, cuando eran adolescentes y le había confesado que estaba enamorado de ella desde hacía dos años.
Una risa se le escapó al recordar la charla que había tenido con Darien solo dos noches antes.
-Amigo, si no le dices a mi hermana que estas enamorado de ella, mi amigo Franco se lo dirá y te quedarás sin novia y yo sin el mejor cuñado- su amigo le había sonreído y el no había podido hacer más que abrir la boca.
-No se de que hablas. Nuestro código de amigos impide que nos metamos con familia o exs del otro.
La carcajada de Darien resonaba en su mente claramente a la vez que se quejaba.
-Tu no tienes nada de eso. Ve por mi hermana antes de que algún desgraciado se aproveche de ella- lo hurgió su amigo.
-Bailaré el bals y se lo dire-le había asegurado y así lo hizo.
Su estrecha cintura en ese vestido de princesa le sentaba de maravilla y su perfume favorito la hacía oler como siempre la soñaba.
Cuando juntó el valor se le confesó al oído a la vez que sonaba "Te prometo" de Pablo Alboran. Nunca habría esperado la reacción de Alessandra, que sólo se retiró de su pecho, lo miró a los ojos sumamente sonrojada y lo guió de la mano a la capilla de la finca donde se desarrollaba el evento.
Los dos se sentaron en el tramo de dos escalones tomados de las manos.
-Aless, se que eres más de lo que merezco, pero cuando sea un hombre voy a casarme solo contigo, si tu quieres lo mismo, porque aún siendo tan jóvenes los dos, se que te amo. -le confesó entre susurros a la vez que acariciaba sus nudillos y le besaba la mano.
-Siempre serás lo que soñé para mí. Cuando me convierta en mujer siempre voy a esperar por ti y serás el único con el que me casarse- le contestó con sus cachetes al rojo vivo.
Ambos miraron al altar en sus espaldas, sonrieron y se pusieron de pie.
-Lo juro- agregó ella.
-Siempre te esperaré- contestó Bran antes de tomar sus labios en su primer beso.