Regresó distraída y no pudo apreciar el paisaje. Los autos que pasaban le tocaban bocina porque iba muy lento, pero ella tenía una escusa.
El mar se había mudado a su cabeza y todo daba vueltas. Sus pensamientos iban y venían buscando rastros de imágenes del pasado, tratando de recordar que había pasado antes de irse y cuando vino de visita. Nada nuevo surgía. Más bien si. Una migraña intolerable, de esas que la ponían de mal humor desde que se enteró que estaba embarazada un mes después de viajar a Uruguay con David.
Ingresó a la propiedad con los ojos húmedos.
-¿Esta usted bien, señorita? - se preocupó Sirley.
-Solo migraña, querida. No se preocupe. - su propia voz le reventaba los tímpanos. -¿Me llevaría un té y una pastilla a mi dormitorio, por favor?
-Si señito. La niña está viendo la tele con el señor y los jóvenes están en la biblioteca. ¿La llamo para la cena o prefiere que nos encargemos de acostar a la niña?
-Dígale a Dar, por fa. -pidió -la despensa está en el auto y la conservadora tiene los congelados que pidió.
-Valla tranquila, hija que yo la llamo si pasa algo.
Alessandra subió con sus piernas temblando. Sirley no se demoró con su té por lo que enseguida calló dormida.
Lo que tampoco demoró fue el comienzo de la pesadilla.
Podía escuchar las voces que hablaban de su cuerpo, de su virginidad y de un maldito que ya la tenía. Su cuerpo percibía las manos que lo recorrían de arriba a abajo, de forma brusca. La fuerza que ejercían para voltear su rostro y tomar su boca le resolvían el estómago. Era tan vivida que la perturbaba.
Unos brazos tibios la abrigaron y le hicieron sentir en casa. Ese perfume era de Brandon. Hasta en sus pesadillas estaba el maldito.
Las manos del joven tomaron su rostro y le dieron el beso que siempre soñó recibir. Su cuerpo comenzó a tomar calor, le vibraba desde el cabello hasta la punta de los pies.
-¡Más! -pidió desesperada en su sueño.
Él jamás se le negaría y le daría todo lo que ella quisiera. El orgasmo fue abasallador pero no duró lo que ella hubiese querido. Las voces de antes se volvieron a hacer presentes. Las mismas manos tocaban sin permiso su cuerpo. No podía creer que tan cerca de la felicidad había estado y ahora volvía al pozo oscuro de antes. Percibía aire en su rostro y una mano que calló pesada sobre su abdomen. Tal vez Brandon volvía a su sueño.
Ese tal vez no llegó. Los sueños y las fantasías se habían mezclado en su mente que la hacían perderse de la realidad.
Un cuarto desordenado, con olor a alcohol y cigarrillos la recibió en un nuevo sueño. A su lado sintió la presencia de alguien más y se maldijo por tener que regresar a las pesadillas de siempre, pero agradecida de saber que siempre terminaban igual. David la abrazaba, le decía que la amaba, le besaba las manos, la frente y volvían a dormir.
En esta ocasión, una puerta se abrió de golpe y la voz de Darien retumbó en la habitación.
-¡Hermana! ¡Tienes que despertar, hermana!
Para Alessandra sonó tan fuerte y claro que se despertó. Nadie había en su habitación. Todo estaba tan oscuro como acostumbraba cuando la migraña invadía su día. Se escuchaba su respiración agitada y el golpeteo de su corazón, tal cual caballo desbocado.
Ya no comprendía qué era sueño, qué un recuerdo y qué formaba parte se su realidad.
Lo que estaba en su mente, solo en su mente estaba a salvo, pero ella no se iría con recuerdos a medias en esta ocasión y no iba a quedarse con dudas.
Corrió la cortina de su cuarto para divisar que ya era de día. Giró su rostro a la mesa de luz y se dio cuenta de que pronto servirían el desayuno.
Se alistó para bañarse y bajar.
Algo en esos sueños realmente estaba muy mal. Soñar con las manos de Brandon la hicieron despertar húmeda y lo tenía que solucionar.
-Buenos dias- saludó con su cabeza gacha y sus mellizas al rojo vivo. Se dirigió a su hija para darle un beso, un buen abrazo y desearle buenos días. -Mi princesa, buenos días, muñeca.
-Buenos días, mami. Anoche el tío me acostó porque te dolía la cabeza ¿esta bien hoy?- se adelantó a contar Noemí.
-Si mi vida. Gracias.
-Buenos días, hija. ¿Pudo descansar? se interesó Javier.
Lo que se dice descansar, descansar, no sabía.
-Si, tío. Gracias.- levantó la vista y vio un invitado extra. -¿Qué haces vos acá?