Brandon tenía insomnio con regularidad. Los secretos se lo comían vivo y pensar en el daño que causaría el momento de la verdad lo agobiaba aún más.
Durmió poco más de tres horas, dio vueltas en la cama y se rindió. A las 6 de la mañana se preparó, salió a correr y volvió a las 7 con su cuerpo más liviano. Su mente, en cambio, pesaba aún más, siendo realmente consiente que esta el amor de su vida a una puerta de distancia y a su vez una eternidad.
Javier tenía la costumbre de levantarse a ver el amanecer y se encontraba sentado al costado de la chimenea, frente a un enorme ventanal.
-Viejo, ¿descansaste? -se interesó el doctor sin olvidar su profesión.
-Si, querido. Pero esta maravilla no me la pierdo por nada del mundo.
Ambos hombres miraban al este, donde las palmeras y los ñandues corriendo hacían contraste con el naranja del atardecer. De fondo se escuchaba el clásico programa "Aquí está su disco" de la 930 AM. Algún ser sin alma había pedido "Fonde hubo fuego" de Luciano Pereira.
Las estrofas de esa canción hacían estragos en sus almas.
"¿Cómo te encuentras?
Y perdona si hablo tanto
Estoy nervioso sin poder disimularlo
Hay una lágrima rebelde que me ahoga
Y el corazón que se me escapa por la boca
Donde hubo fuego, cenizas quedan."
Javier seguro de encontrase con su amada al otro lado, seguramente Lucerito lo esperaría ansiosa de ese reencuentro, lo llenaría de preguntas y lo amaría por la eternidad.
Brandon en cambio, se preguntaba si realmente hubo fuego, si a ella le quedaba algo de amor para él. Quería llenarla de preguntas y reclamos. ¿Cómo pudo olvidarlo? ¿Porque jamás lo escuchó? ¿Alguna vez en verdad lo amó?
Javier leía a su amigo, a su muchacho como si fuera su propio hijo. Su madre lo había educado bien y nunca iba a dar un paso si su sobrina no se habría.
Arriba, Aless se despertó inquieta, como si alguien la estuviese mirando y le pidió a David que la ayudara, que pudiera acabar el pasado, pero que el debía darle fuerzas como alguna vez lo hizo en vida.
Se bañó y bajó a buscar a su tío para consentirlo un rato.
El viejo, conociendo su casa como la conocía, perdiendo el pelo pero no las mañanas, se dio cuenta que estos muchachos necesitaban un empujón, sino no habría avance.
De golpe interrumpió la canción casi en un grito.
-Ya es hora que la niña sepa quien eran sus padres.
-¡No, Javier! No puedo destruirla así. Para ella eran sus héroes. No lo merece. -se apresuró Brandon.
Aless, que había escuchado una parte de la conversación, quedó escondida detrás de la puerta de ingreso, sin saber que su tío la veía por el reflejo de la lámpara de queroseno que tenía de adorno en la chimenea.
-Se que no quieres dañarla, mijo. Pero si no empezamos por ahí nunca te va a creer y tampoco te va a escuchar. -incitó Javier seguro del paso que había dado.
-Yo... no lo sé... no se si pueda soportar conocer todo el mal que hicieron sus padres justo ahora que estas así.
Brandon no estaba seguro de revelar nada, pero sin saberlo, su amigo lo estaba obligando. Alessandra no podía creer todo lo que escuchaba. Nunca se dió cuenta de que sus padres eran esos monstruos que ellos describían. Angustiada y sin intención de ser descubierta corrió arriba cuando se percató que Brandon se despedía.
-No soy tan valiente, Javier. Se que quieres dejar todo resuelto, pero hablar de los padres de mi princesa ya me pone demasiado mal. Me voy a bañar que ya deben de estar por bajar a desayunar.-
Brandon se secó las lágrimas y huyó escaleras arriba, se detuvo frente a la puerta de Aless percibiendo su perfume y entró derrotado a higienizarse en su propia habitación, una puerta más allá.