Cuando estuvo todo listo, papeles firmados y maletas prontas, la joven hizo un paneo en la habitación. Su estatura era de 1, 63 y su peso de unos 60 kilos. Noemí, aunque en realidad no pesaba tanto, tenía en sus brazos un bebote y su manta de dormir. Pensaba en cómo trasladar todo hasta el auto al otro lado de la calle donde estaba el aparcamiento del sanatorio.
En ese momento entró Brandon con un carrito de supermercado y comenzó a guardar el botiquín, su bolso y el de Javier. Tan ensimismada estaba en sus pensamientos que jamás lo escuchó salir.
-Si quieres lleva el carrito hasta tu auto que yo cargo a la nena- le dijo al verla tan perdida en sus pensamientos.
Aless no podía creerlo, y aunque quería a ese tipo lejos de su hija, era consciente de que ella no iba a aguantar cargarla hasta el auto por más de una cuadra. Asintió y comenzaron el recorrido.
El primer lugar fue recursos humanos, donde un Brandon con una nena en brazos, entraba por primera vez.
-No sabía que tuvieras una hija- comentó Noelia de curiosa.
-No es mi hija, aún- agregó guiñando su ojo, dando a entender que la mamá sí le interesaba.
Presentó todos los papeles y bajaron a planta baja a entregar la documentación del alta.
Una vez el formalismo estuvo completado, caminaron al auto a paso tranquilo para no agitar a Javier. La idea de acercar el vehículo se descartó apenas el paciente dijo que al fin podría estirar sus piernas luego de tres días en cama.
Noemí, en brazos de Brandon aún, le presionó el cuello con sus dos brazos y siguió dormida hasta que llegaron al auto.
Al momento de colocarla en su sillita, fue evidente su poco trato con niños, ya que se despertó un poco desorientada.
-¿Quién eres tu? -volvió a preguntar mirando los ojos verdes de Brandon.
-Soy el amigo de los tíos Daren y Javier. Nos conocimos en la cafetería. Ahora vamos a descansar a la casa de Javier. ¿está bien?
Javier ocupó el lugar de atrás del piloto, ya que detrás del copiloto estaba la sillita de bebé. Aless no podía entender porque su tío se sentó detrás.
-Este es mi lugar. Me da pánico ir adelante. -comentó como si leyese sus pensamientos.- muchacho, te toca de copiloto como siempre.
-Ya veo que tus pánicos han aumentado, tío. A ver si te revisan eso tambien- le dijo irónicamente su sobrina.
Brandon suspiró, pidió a algún ser celestial por un poco de paciencia y subió al vehículo.
El viaje duró una hora hasta la finca en José Ignacio. Dentro del auto reinaba el silencio en los asientos traseros porque sus ocupantes se habían dormido. Aless manejaba atenta al tránsito, observaba los cambios más significativos y abría la ventana para que el perfume del copiloto no la inquietara tanto con los sentimientos encontrados que le despertaba. Brandon, por su parte, iba mirando únicamente su ventanilla, pensando que iba a ser una dicha compartir tiempo con esas hermosura y a su vez un calvario ver partir a tan bien hombre.
Al llegar a la finca, los recibió Darien entusiasmado, como si las discusiones del sanatorio no hubieran existido.
Una mucama del turno de la noche se encargó de dirigirlos cada uno a su dormitorio, preparado con anterioridad, y de avisar que la cena estaría pronta en una hora.
No hubo necesidad de aclarar las dietas estrictas, ya que Javier conocía a cada invitado, como buen anfitrión que solía ser.