¡Huiré de aquí!

1769 Words
Pasé la noche allí encerrada, tampoco es que tuviera ganas de salir. Desde ahora estas personas me daban miedo, mucho miedo. Por más que busqué un solo centavo entre mis cosas, no tenía nada. Y es que cuando Matías me encontró, tampoco tuve tiempo de tomar dinero del poco que me quedaba y solo lo tenía en efectivo. Mis tarjetas estaban en cero. Y a todo esto, tenía que devolverle el dinero, ¡¿pero por qué diablos?! ¡Le entregué mi virginidad! ¡Fue todo cuanto ofrecí! ¡¿Ahora tenía que devolver el dinero para poder divorciarnos?! Esto era un juego sucio, pues él no me devolvería mi virginidad, ¿por qué tenía yo que devolver el dinero? ¡Aquí no me iba a quedar! ¡A saber qué iba hacer esta gente en la mañana! Me odiaban tanto como su jefe. Pero el camino era muy largo, fuera estaba muy oscuro y…me daba miedo. Pero tenía que hablar con Matías, no sé ni cómo fue que no traje mi móvil, a lo mejor se quedó en el coche de ese cerdo. En fin…¡aquí no me quedo! Tomé agua del baño, cambié mi ropa, me puse una muy cómoda y me abrigué bien. Tendría que ser de madrugada, esta gente debía de estar dormida. Sin más que lo que llevaba puesto, mis documentos y este abrigo, salí de la habitación en silencio. La casa estaba en completa calma, a oscuras. Caminé despacio, con cada pisada siendo muy, muy cuidadosa. Cuando vi la puerta de la casa, casi quise correr hacia ella, pero contuve la emoción y me acerqué despacio, abriéndola con cuidado. Asomé mi rostro y solo vi los dos perros junto a la enorme puerta de salida, pero horas antes se veían muy tranquilos, hasta me habían olfateado, no creo que ahora quisieran hacerme algo. Fui despacio hacia ellos, levantaron el rostro y me miraban con curiosidad, parecía como si sus ojos fueran rojos con la luz que las farolas arrojaban a ellos. Por alguna razón sentí miedo cuando el primero se incorporó, caminó despacio en mi dirección y yo me detuve. —Lindo perrito. Eres un lindo perrito.—sentía el miedo recorrer mi espalda y subir por mi cuello, hasta casi hacer temblar mis piernas. Los perros no estaban haciendo nada malo, ¿por qué temía? Intenté dar otro paso, pero mis piernas estaban paralizadas. «¡Vamos, Adriana! ¡No puedes quedarte tirada aquí! ¡¿Dejarás que ese tirano desde ya gobierne tu vida?! ¡Claro que no! Aquí no podré conseguir ni un solo centavo para poder pagar el dinero que debo y tengo que deshacerme de ese hombre, aunque me cueste años.» Cuando di el primer paso, el perro me gruñó y de inmediato el otro se puso de pie y también se acercó a mí. Giré mi rostro hacia la puerta, estaba a la misma distancia que la salida. Si tenía que correr, ¿hacia qué lado lo hacía? ¡Tengo miedo! ¡Tengo mucho miedo de que me muerdan y nadie salga a ayudarme! Cerré mis ojos, respiré profundo. Decían que los perros olían el miedo y yo estaba empapada de miedo, goteaba miedo, respiraba miedo, por eso ellos estaban así. Esperé hasta calmarme y luego, con seguridad, avancé hacia la salida. Los fuertes ladridos que esos perros comenzaron a realizar hacia mí, me hicieron correr hacia las puertas, las empujé con fuerza y al ver que no cedían, me di la vuelta para encarar a los perros. De por sí mis lágrimas ya salían…estaba aterrada, seguro que las personas de aquí ya estaban despiertas, observando desde sus ventanas mi espectáculo, sin intención de hacer nada. —¡Tranquilos! ¡Tranquilos!—les ordenaba, pero ellos solo aumentaban sus ladridos, mostrándome sus colmillos y al parecer estaban dispuestos a usarlos por la forma en la que lanzaban mordidas lejanas hacia mí. Me pegué a la puerta y mis intentos por abrirla eran en vano, comencé a empujarla, sin lograr nada. Uno de los perros se acercó a mí y yo pateé su cara, pero el otro se pegó y con sus colmillos rasgó una parte de mi pantalón, haciéndome una rozadura que no tardó en sangrar, dolía.—¡Quietos! ¡Quietos!—miré hacia la casa y las luces iban encendiéndose, los hombres salieron de ella y llamaron a los perros, tranquilizándolos al segundo.—¡Gracias!—dije en medio del llanto, habían esperado a que los perros me hicieran daño para luego salir. Escondí mis manos temblorosas y luego miré la puerta. ¡Había hecho de todo y nunca se abrió! —¿Intentas huir?—Preguntó uno de los hombres, no sabía su nombre. Acariciaba las cabezas de los perros como si nada hubiera pasado.—¿Te han mordido? —No es nada. ¿Podrían…?—señalé la puerta.—Quiero irme. Decidí que quiero irme y quiero hacerlo ahora. Necesito salir de aquí. —Bien.—el mismo que acariciaba a los perros sacó una llave de su bolsillo y vino hasta la puerta, quitándole el seguro. ¡Por eso no abría! La empujó con fuerza y esta cedió al momento.—Son las tres de la madrugada, puedes irte ahora, caminar todos esos kilómetros hasta la salida y no sé, quizás llegar con bien. Solo digo que, cuando cierre esta puerta, no la abriré otra vez. No tenía ni que pensármelo, salí, sin mirar atrás, la puerta fue cerrada de una vez y luego…cuando miré hacia el camino, todo era una completa oscuridad, solo estaba alumbrado las partes cercanas a la casa, lo demás no. Tragué en seco. Tres de la madrugada, emprender ese oscuro camino. Comencé a caminar, despacio, sin querer llegar a la zona oscura, no había una mujer más miedosa que yo. Para distraerme, comencé a tararear la canción que Sam Smith, To Die For. Mis pasos me llevaron hasta la zona oscura, que tan oscura no era y cuando me vine a dar cuenta, había cantado la canción completa al menos diez veces y podría llevar caminando una media hora. La zona oscura no lo era tanto una vez que estabas en ella y el miedo comenzó a disiparse, esto no era nada. Mis ojos se cerraban y mis piernas estaban ya cansadas. A lo lejos, no tan lejos, visualicé una figura. ¿Una figura? Me detuve. ¿Una figura por aquí? ¿A estas horas? Quisiera decir que parecía una mujer, pero mentiría si decía que se podía distinguir. —¡¿Hola?!—dije. ¿Quién andaría por aquí a estas horas? Comenzó a caminar hacia mi dirección, yo instintivamente retrocedí y para cuando me di cuenta, estaba corriendo de regreso hacia la casa, cansada, con los pies temblorosos y miedo de mirar hacia atrás. Mi mente dejaba mi imaginación volar y solo se me ocurría pensar en lo peor, la peor de las situaciones. Al llegar a las puertas, comencé a llamar para que alguien me abriera, gritaba a voces para que alguien acudiera, pero solo estaban los ladridos de los perros, respondiendo a mi llamado. Observé hacia el camino y allí estaba, ¡era una mujer! —¡No se acerque!—dije temblorosa. Pero seguía hacia mí, acercándose hacia la zona iluminada.—¡Que no se acerque le dije! ¡No se acerque! ¡Ayuda! ¡Ayuda!—corrió hacia mí y cuando vi su rostro con horror, mis ojos se llenaron de lágrimas y no supe más. Era como si todo se acabara para mí. (…) Mi cuerpo se sentía pesado, pero estaba sobre algo blando. Abrí mis ojos sobresaltada y había un doctor a mi lado, mi pierna estaba vendada, esta era la habitación que se me había asignado. ¡¿Pero qué diablos pasaba aquí?! —Buenos días, señora López.—dijo el doctor. Incluso había amanecido ya. ¿Señora López? ¿Ahora yo era la señora López? La mujer que me había pegado la noche anterior, entró a la habitación con una bandeja que olía muy deliciosa. —Buenos días, señora. Aquí le traigo su desayuno. ¿Cómo sigue?—¡¿Por qué diablos esa amabilidad?! ¿Será que…Matías estaba aquí? —¿Qué me pasó?—le pregunté. Aunque yo recordaba todo perfectamente, luego creo que me desmayé. —Anoche, cuando salió a caminar al patio, uno de los perros no la reconoció y la agredió, haciéndole daño en su pierna. Se desmayó del susto. Pero no se preocupe, el doctor vino lo más pronto posible y dice que todo está bien. El perro ya ha sido sacrificado. Todo está resuelto. —¡¿Qué?!—habían matado al perro. —Todo está bien, señora López. Le he dejado una indicación por si siente dolor. Hasta luego.—salió de la habitación y me dejó con aquella mujer. Las cosas no habían pasado de ese modo. Cuando llegué a la puerta, aquella mujer se acercó a mí y podría jurar que era el mismo rostro de Michelle, idéntica a las fotos que vi en casa de Matías, por eso me desmayé y ahora estaba aquí, como si eso no hubiera ocurrido. Esta mujer mintiendo sobre los hechos y fingiendo que yo era de su agrado, incluso llamándome señora. ¿Qué había cambiado? —Matías, ¿está aquí? ¿Ha venido?—pregunté, pues consideraba que solo él podría haber hecho que ellos cambiaran su actitud. —No, señora. Solo fuer ayer cuando la dejó aquí. No ha regresado el señor. ¿Necesita algo más? —Llamar, tengo que llamar a alguien. —Lo siento, pero no tenemos móviles, debido a que no hay cobertura hasta aquí. —Pero…—¡¿cómo diablos habían llamado al doctor? No tenía sentido, darían cualquier excusa para no dejarme llamar, era más que obvio.—¿quién más vive aquí? ¿Hay alguien más a quien yo no haya visto? ¿Quizás una mujer? —Me temo que no. Solo nosotros, ya nos ha visto a todos.—me acercó la bandeja del desayuno y luego salió. Aquí estaba pasando algo muy extraño y yo podría jurar que vi a esa Michelle. No sabía qué pasaba con aquella mujer, pero ya conocía su rostro, estaba seguro de que esa era ella y en esta casa, en este lugar, parecía que su fantasma me perseguía, si es que estaba muerta. Yo no lo creía así. Algo más pasó anoche, de lo que yo no estaba al tanto. Michelle, te vi cara a cara. Sé que eras tú.
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