Cuando desperté, no había nadie a mi lado. Una parte de mí sintió alivio, pero mientras las horas fueron pasando, no sabía qué hacer en esta casa, solo estaba yo.
Matías no estaba. A saber desde cuando abandonó la cama. Era una locura la noche que tuve a su lado y mi cuerpo aún sentía los estragos, dulces estragos.
Comencé a merodear por ella como a eso del medio día al ver que no vendría nadie. Era muy grande, cinco habitaciones, siete baños y un lindo jardín que no era muy grande, junto con una pequeña piscina, luego tenía mucho patio sin uso y al final se unía a un sendero que daba al bosque, no había cerca ni nada que dijera dónde terminaba la propiedad, pero no era como que hubieran casas en los alrededores.
Volví dentro luego de ver todo el patio, comencé por las habitaciones. Una de ellas era la habitación de una niña o eso parecía, tenía una decoración en rosa con blanco, había una cuna y juguetes, pequeños juguetes para bebés.
Era extraño. ¿Mi esposo tenía una hija? No podía decir si esta habitación la habían usado o no, pero nunca escuché hablar de una bebé que se relacionara con él.
Tampoco es que yo fuera una experta en su vida.
Salí de aquella habitación porque me llené de nostalgia por alguna razón que yo desconocía.
Seguí buscando en las demás sin ver nada extraño, entonces regresé a la nuestra. Se supone que esta era la habitación principal, pero había una que era aún más amplia que esta.
Corrí hacia la habitación que estaba el lado de la habitación de la niña y me senté en la cama.
Esta debía de ser la habitación principal, definitivamente.
Busqué en los cajones vacíos, abrí los armarios y miré por la ventana, la cama era grande, la vista daba al jardín, orientada al este y tenía muy buena claridad.
Perfecta.
Volví de regreso a la habitación sin ver nada extraño y allí me acosté en la cama, estaba aburrida. ¿Qué se supone que debía de hacer aquí?
Comencé una búsqueda en internet con el nombre de mi esposo, pero solo me salieron noticias sobre la familia López y no sabía si tenían que ver con Matías López, así que no le puse mucho caso, luego recordé que tenía un despacho, bajé las escaleras a toda prisa y vi que la puerta no tenía seguro.
Cuando entré allí, mi boca se abrió por la sorpresa.
Me acerqué al buró que estaba lleno de fotos y pude ver en ellas a Matías con un mujer joven, unos veinte años largos como mucho, tenía una corta cabellera castaña y se abrazaba a Matías con mucho cariño, él besaba su mejilla; seguí viendo las fotos y en una de ellas se mostraba a la misma mujer con un pequeño embarazo, él tocaba su vientre y ella sonreía, todo estaba lleno de fotos de ellos juntos, pero en ninguna veía a la criatura nacida, solo de la mujer embarazada.
Me acerqué a una pequeña estantería con libros y allí había otra foto, era el rostro de la misma mujer, pero esta vez tenía escrito su nombre.
Michelle.
Me senté en su silla y comencé a pensar un poco respecto a las fotos.
No sabía nada de mi reciente marido, no tenía idea de su vida, era probable que guardara muchos secretos y menos sé porqué diablos se quiso casar conmigo cuando todo lo que le brindé fue sexo, mi virginidad.
Tampoco tenía idea del tiempo que íbamos a tener casados.
Me llenaba de angustia y solo quería salir de aquí.
Escuché una puerta abrirse y me asomé a la ventana, viendo el coche de Matías aparcado fuera. Quise correr fuera de su despacho, pero al pasar la puerta me choqué con un cuerpo, mi cabeza impactó en su pecho, era Matías, lo sabía sin mirarlo, dado su perfume, olía siempre como a madera con una mezcla de vainilla.
Levanté mis ojos a él y su mirada fría y malévola me hizo retroceder.
Estaba en problemas.
La tragué la reciente saliva que no noté en mi boca.
—¿Qué diablos haces aquí dentro?—preguntó lentamente. Bajé mi mirada y observé la forma en la que podía esquivar su cuerpo y encerrarme en la habitación, pero cuando volví a mirarlo solo me sonrojé al ver su cara y pensar en las cosas que hicimos anoche. Desvié la mirada rápido y quise cruzar a su lado corriendo, pero su brazo me detuvo sin mucho esfuerzo, me devolvió junto a él y sostuvo mi rostro.—¿No te hice una pregunta?—me había olvidado lo molesto que era o lo mucho que lo detestaba. ¿Cómo fue que olvidé eso tan rápido?
El azul de sus ojos ahora me parecía tan n***o como la noche, con el ceño fruncido se arrugaba su nariz, su labio superior tembló ligeramente y yo apreté los ojos.
—Estaba aburrida.—dije débilmente. No era la mejor respuesta, considerando que estaba hurgando en sus cosas, pero esa era la verdad.
—¿Aburrida? ¿Estabas aburrida y entras aquí sin pedir permiso?
—No había a quién pedirle permiso, Matías.
—Y solo decidiste entrar. ¿No? Ve recoge tus cosas, ¡te vas ahora mismo de mi casa!
Cuando dijo esas palabras no comprendí mucho.
¿Irme a dónde?
¿No se supone que estábamos casados y ahora vivíamos juntos?
Abrí mi boca para decir algo, pero no salió nada de mis labios. Él soltó mi brazo, liberó mi rostro y siguió dándome esa maldita mirada.
Ahora ya sentía nuevamente ese odio hacia él.
—No quise incomodarte con mi…con mi intromisión.—comencé a gimotear mientras hablaba, pasé a su lado y luego corrí escaleras arriba al borde del llanto.
Empaqué mis cosas con manos temblorosas y bajé las escaleras con mi maleta, Matías me esperaba de brazos cruzados junto a la puerta, no se había movido de allí desde que subí.
—¿Sabías que ya no tengo casa?—comencé a decir.—Cuando huí vivía alquilada y era al menos a ocho horas de aquí. ¿A qué casa se supone que iré ahora?
—Adriana, ¿crees que ese es mi problema? Eres una adulta, ¿qué es lo que quieres?
—¡Estamos casados! Pensé que…pensé que íbamos a vivir juntos.—¿no era eso lo obvio? Tampoco es que quisiera permanecer a su lado, pero echarme de un momento a otro no es que me pareciera agradable.
—No es lo que ninguno de los dos queremos, tú me aborreces y yo te rechazo.—eso era muy cierto, pero ¿para qué casarnos?
—¿Por qué diablos quisiste que me casara contigo?
—¿Por qué aceptaste?
—¡Por mi madre! Te dije que iba hacer lo que sea por ella. ¡Yo te ofrecí sexo! ¡Tú pediste una boda! Todo lo que hice, fue por mi madre.
—¡Y yo te dije que ella iba a morir!—solté una cachetada en su mejilla izquierda cuando me gritó eso a la cara. Él tomó mis brazos con fuerza y me llevó hacia él.—Te lo dije, ella iba a morir, de nada sirve engañarnos si solo vamos a terminar arruinados cuando ellos mueran, ¿no es más sencillo aceptar la verdad desde el inicio? No hacerlo fue lo que te llevó a esto. Sube al maldito coche.
Sentía tantas ganas de arrojarle la maleta que estuve a punto de hacerlo, pero esta se sintió muy pesada en mis brazos, lo único que hizo fue caerse de mí y yo comencé a patearla, luego me senté sobre ella y froté mis manos con mucha fuerza hasta hacerme daño en el dedo índice izquierdo.
¿Qué diablos era lo que pretendía este hombre?
Tenía unos cambios de temperamentos muy extraños y solo enloqueció porque entré allí.
¿Tenía que ver con es mujer? ¿Se debía a las fotos que vi? ¿Era su exesposa? ¿También vivía en esta casa?
Él bajó del coche, tomó la maleta y me llevó con él, empujó mi cuerpo dentro del coche y luego cerró la puerta.
—Quiero el divorcio.—dije cuando él entró.—¡Quiero el maldito divorcio! ¡Así a lo mejor puedes regresar con Michelle!—todo se trataba de esa mujer, de eso estaba segura.—¡¿Por qué no te casaste con ella y te limitaste solo a prestarme el dinero?! ¡Tenías que haberte casado con ella!
—¡Está muerta!—dijo al golpear el volante con fuerza y en reiteras ocasiones.—Era mi esposa y murió. ¡Murió!
Mi…mi esposo es viudo.
Ahora me sentía como una tonta sin corazón al gritarle esas palabras.
—Lo siento, no tenía idea.—solté con torpeza.
—¿Sabes alguna maldita cosa de mí?—encendió el coche y salimos de su casa, durante el camino iba muy deprisa y yo no tenía idea de a dónde él se dirigía, pero yo no pregunté, solo guardé silencio.
La noche nos cayó sin que él se detuviera ni una sola vez y cada vez estábamos más lejos de la ciudad, todo lo que veía era verdes praderas, carreteras desiertas y muchas casas abandonadas.
—¿A dónde vamos?
—¿Ahora lo preguntas?—creo que incluso oír mi voz ya le molestaba. Me lo tenía merecido.
Tenía mucha hambre y ganas enormes de ir al baño.
Entramos en una calle sin asfalto y allí nos detuvimos en lo que parecía ser una finca. Era muy grande y algo lujosa para el lugar donde estaba ubicada, en medio de la nada.
La enorme puerta fue abierta por dos hombres y nosotros entramos.
—Matías…—no entendía qué hacíamos aquí.
—Aquí vas a vivir.—dijo como si nada.—Nos divorciaremos cuando me pagues el millón que te presté.—lo dijo como si no fuera a ser capaz de hacerlo nunca.
Bajó del coche y yo me aferré al cinturón, personas iban saliendo para saludarlo. Sacó mi maleta y luego me abrió la puerta.
—¡No saldré!—él entró medio cuerpo y me quitó el cinturón, luego me sacó del coche.
—Esta mujer ahora vivirá aquí, no hagan mucho caso a lo que ella les diga, pues creo que de campo no sabe nada. Que siga todo como está.—regresó al coche y solo me dejó allí. Corrí tras él pero los hombres se adelantaron y cerraron las puertas, miré hacia atrás, había una señora y dos mujeres jóvenes, pero más adultas que yo, tres hombres y dos perros, más yo.
¿Cómo iba a vivir aquí con estos desconocidos? ¿Cómo iba a ganar dinero en este lugar para poder pagarle al cerdo de Matías y así poder divorciarnos?
Solo me abandonó y me dejó aquí a mi suerte.
¡Maldito desgraciado!
¡Ya podía gritar más alto que me odiaba! Este abandono era una gran prueba de que me detestaba y al parecer más que yo a él.