No me fiaba de estas personas y como si fuera poco, me seguían dando miedo. Llevaba los días encerrada en mi habitación, llena de paranoia, quizás sin sentido o a lo mejor con mis razones. Cuando llegaba la comida, me daba miedo de comerla, pero al final el hambre podía más. Me la pasaba observando hacia la ventana y luego dormía. Dormía mucho en el día, ya que en la noche me asaltaba en los pensamientos Michelle y me daba miedo dormir, pero más que nada, por el sonido de aquel maldito piano, al que nadie parecía escuchar, más que yo. Pues cuando se los dije, negaron todo y me dijeron que eso era cosa mía. Tal vez. Este lugar me volvía loca o yo no estaba muy normal luego de aquella noche en la que me pareció ver a Michelle. Ni siquiera sabía si había sido real, ya hasta comenzaba a