Capítulo 25.5

786 Words
Pasado (No hace demasiado). Venezuela bufó con ambas manos detrás de su espalda; asomado desde la ventana de una cabina de su propia base aérea en Caracas, observó con una pizca de esperanza el avión que aterrizaba con más tardanza de la que le gustaría. Esta era su última oportunidad, su último plan de emergencia. Su último intento para no desaparecer y que alguien mas tomara el mando de sus tierras. Último. El venezolano carraspeo aclarándose la garganta y se quejó mentalmente del uniforme militar que llevaba puesto. No le agradaba mucho vestirse de esa forma, le daba un mal presentimiento. Asintió decidido repasando en su mente todas las palabras que iba a decir en cuanto bajase de la cabina hasta la pista de aterrizaje, cada una de ellas. Debía tener cuidado con lo que saldría de su boca altanera, puesto que su visita no era alguien con fama de tomarse bien las faltas de respeto. ¿Qué cosas que yo considero 'normal' pueden ser una 'falta de respeto' para ese hombre? —se preguntó a sí mismo el latino de 8 estrellas. Lamentablemente, no tenía tiempo para pensar en ello. No en ese momento. Tragó saliva mientras pasaba a través de los pasillos, las puertas, las escaleras de todo el sitio para llegar a la salida. Entrecerró los ojos al sentir como el sol de las 2 de la tarde le pegaba directamente en la cara de forma molesta y se encaminó al avión, el cual abría su puerta y dejaba salir a varios soldados europeos que tenían la orden de proteger con la vida al sujeto que saldría después de ellos. Aquél hombre, más alto que todos los países del mundo por naturaleza, atravesó el marco del avión con ambas manos dentro de los bolsillos de su abrigo oscuro; con el ceño fruncido y mueca desorientada miró hacia abajo buscando a alguien en específico, y en cuanto sus ojos dieron a parar en donde estaba el venezolano, este continuó bajando por las escaleras metálicas hasta pisar el asfalto de la pista. Venezuela ya había visto a Rusia antes en su vida para firmar un rápido acuerdo de «amistad política», pero eso había sido más bien entre sus presidentes que entre ellos. Recordaba ese día: tan sólo se presentaron y se vieron la cara como por 10 minutos, y luego él y su presidente se fueron de vuelta a Moscú. Pero en ese instante, la cosa era entre ellos. Venezuela no podía negar que le ponía bastante nervioso saber que tendría que pasar más de dos horas hablando con el ruso dentro de una oficina. Una oficina cerrada. En donde nadie le escucharía si gritase por ayuda. Aquél sujeto acostumbrado al frío y la nieve se acercó con una mueca de seriedad hasta estar frente a frente con el venezolano. —Buenas tardes, Rusia —empezó diciendo Venezuela a la vez que extendía una mano esperando a que el chico eslavo se la estrechara—, bienvenido a territorio venezola... —¡Venezuela! —exclamó de la nada el ruso interrumpiéndolo, y después alzó ambas manos sujetando al latino de las mejillas para luego estamparle un beso cariñoso en los labios— ¡hace mucho que no te veía! —dijo y le abrazó. El presidente del ruso se llevó una mano a la frente de golpe, como en señal de vergüenza/decepción. Por otro lado, Venezuela se quedó estático en su sitio con la barbilla apoyada en el hombro de Rusia; simplemente... ¿qué? —Un placer tenerle aquí en Caracas, Rusia —se limitó a decir el venezolano sintiendo que se le acaloraban las mejillas. —¿Y como no iba a venir? —cuestionó el chico de ushanka apartándose un poco de él mientras lo sujetaba de los brazos—. Lo que sea para ayudar a uno de los «hermanos tricolor». Venezuela sonrió con un poco de incomodidad; ¿es que acaso este hombre no conocía el espacio personal? ↠↞ —¡Hola! —saludó el ruso acercándose a China y al venezolano con ánimo; estos habían quedado en reunirse para seguir planeando los temas importantes de Venezuela, así que, sin mucha importancia, Rusia se aproximó rápidamente a ambos y los besó en los labios tiernamente. —Wǒ de chūwěn... (Mi primer beso...) —balbuceó el c***o llevándose los dedos a la boca con un sentimiento de cámara lenta. —Rusia —dijo Venezuela congelado por la acción y tal como la primera vez que se vio en esa situación, su rostro enrojeció velozmente—, tenemos que hablar de tus costumbres rusas. —Kakiye obychai? (¿Cuáles costumbres?) —preguntó el chico de gorro peludito con una linda sonrisa amistosa.  
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