Capítulo 14

1045 Words
Argentina destapó el frasco de píldoras que le había entregado Rusia hace unos momentos y alzó la vista para mirar a sus amigos latinos y preguntar: —¿Quieren una? Venezuela y México se miraron entre sí y alzaron los hombros con indiferencia. —Sí, claro —respondió el venezolano extendiendo su mano—, total y ni me interesa si me termino muriendo. —Lo que el dijo por dos —dijo el mexicano recibiendo una de las pastillas. El trío de latinos observaron las píldoras que sostenían en sus manos; azules y pequeñas, de apariencia bastante extraña, pero, ¿qué medicamento no parecía extraño a día de hoy? USA se acercó al teléfono fijo de su cocina y presionó un botón que este tenía, el teléfono sonó ¡biiip! y luego comenzaron a salir los mensajes de la contestadora. —Hey, Estados Unidos, más vale que adelantes tus planes sociales, ¡ja, ja! —decía la voz de un hombre y el gringo rodó los ojos con fastidio-, necesitas contactos, amigo mío, o sino nos congelaremos como un montón de carne. Eso. Llámame. ¡Biiip! —'Señore' Estados Unidos, le llamo para recordarle que nuestra calefacción no funciona, llame cuando pueda. ¡Qué comiencen tus técnicas petroleras! ¡Biiip! —Hey calabacita, me dejaste plantado en nuestro juego de tenis, eso no se hace. No entran las llamadas a tu celular, ¿lo perdiste? Uh, estoy preocupado por ti, lindo. Recuerda que soy tu mejor amigo y que puedes contar conmigo para decirme lo que sea, ¿de acuerdo? Llámame. ¡Biiip! Mierda —pensó el norteamericano al escuchar ese último mensaje. Se le había olvidado esa quedada por completo y, por sobre todo, se había olvidado de su querido 'best friend' por culpa de todas las distracciones que tenía delante de sus narices. Qué irresponsable de su parte, qué mal amigo era. Rusia se asomó por el marco de la cocina, observando como Estados Unidos marcaba rápidamente un número personal en el teléfono fijo. Parecía bastante apresurado y deseoso de que le contestasen. El ruso se quedó allí, curioseando con una mueca interesada. —¿Hola? ¿corazón? —dijo el norteamericano con alivio, gracias al cielo le habían contestado—, sí, sí, estoy bien, tranquilo. Ajá, ajá. ¡Claro que sí! ¿tienes llave, verdad? Bien, podemos ir hoy. Por cierto, puede que accidentalmente me haya comido una hamburguesa por culpa del estrés, ja-ja-ja. Ah, ¿no hay problema? Qué bueno... USA sonrió al teléfono y por puro instinto giró su cabeza en dirección al marco de la cocina. Extraño... juraba haber visto una sombra por ahí no muy lejos suyo. Tal vez las historias terroríficas relacionadas con su situación actual le estaban engañando con la ayuda de su imaginación. Rusia se acercó al grupo de latinos que se encontraban echados todos juntos en el sofá-cama. Los tres chicos estaban contando hasta 3 para tomarse una de esas pastillas al mismo tiempo, pero siempre que llegaban al 3 se detenían para intentar que uno de ellos se la tragara antes que los otros dos. —¿Qué están haciendo, locos? —les preguntó el nórdico cruzando de brazos con una mueca agradable. —La verdad es que ni yo sé que coño estamos haciendo —respondió con toda sinceridad el venezolano, mostrando una sonrisilla divertida. —Ya, ya. A la cuenta de uno... —comenzó a decir el argentino—, dos... ¡tres! —vociferó, se metió la píldora en la boca y se la tragó. —¡JA, JA! ¡Si esta mierda es veneno, ya están bien pinchi muertos! —se burló el mexicano al ver que los otros dos se habían tomado la pastilla—, ¿cuales son sus últimas palabras? —bromeó el chico cerrando su puño para simular que era un micrófono. —Maduro coño e' tu madre —dijo el venezolano. —¡Arriba el feminismo, arriba las mujeres! —Argentina alzó sus manos como si estuviese preparado para la guerra. —Pues, yo digo... —México se llevó la pastilla a la boca y se la tragó de golpe— ¡SÁNDWICH! —NOOO —chilló Venezuela segundos antes de que el mexicano se le abalanzara encima con brusquedad—. ¡Hijueputaaa! Peeesaaas. —Ya valieron —dijo Argentina antes de lanzarse sobre ellos como su fuese un maldito boxeador. México y Venezuela soltaron un quejido quedándose sin aire, eso definitivamente dolió. —Ay, ay, ay, ¡párense, párense! ¡no puedo respiraaar! Pff —dijo el venezolano; de verdad le faltaba el aire, pero como se le escapó una risa los otros dos no le tomaron en serio. —Hey, lo van a matar —advirtió sonriente Alemania, quien estaba sentado en la parte de arriba del sofá leyendo un libro que había sacado de su equipaje. —Uff, eso se ve tortuoso —confesó Rusia no muy lejos, aún con los brazos cruzados muy relajado. Argentina, México y Venezuela dirigieron su mirada hacia el ruso con ojo de águila. —Huh... ¿dije algo malo? —preguntó el más alto de ellos mostrándose preocupado/apenado. —¡Esto es, ESPAAARTAAA! —gritó México levantándose velozmente y Rusia abrió sus ojos como platos antes de que el mexicano se le intentara lanzar encima. Y decimos «intentara», porque en cuanto México salto y le rodeó con los brazos Rusia no cayó al suelo como lo planeó, sino que terminó cargando al latino. —Uy, como que te salió mal, eh —susurró el ruso cerca de su cara y México mostró una sonrisita nerviosa. —¡Salga de ahí, soldado! —se apresuró a vociferar el venezolano. —RETIRADA —chilló Argentina—, RETIRADA. ↠↞ —Oigan, vengan a ver esto —llamó Francia mientras su acento resaltaba y mostraba unas fotografía a través de su celular. —¿Esos son...? —comenzó a balbucear Bielorrusia dejando la taza de té sobre la mesilla de café. —¿Cómo es posible? Creí que se habían deshecho de esas cosas durante la segunda guerra mundial... —dijo Reino Unido viendo la foto con notable sorpresa. —¿Qué sucede? —preguntó Polonia saliendo del baño al ver como los otros 3 chicos se amontonaban en el teléfono del francés. Francia giró su móvil en dirección al polaco y este palideció al instante sintiendo unas horripilantes náuseas que le revolvieron el estómago de manera desagradable. —¿D-de dónde...? —empezó a preguntar el de suéter beige tragando saliva con dificultad. Lo recordaba, lo recordaba muy bien. Muñecos vudú, muñecos vudú, muñecos vudú. «Oh, pequeño Polonia, yo que tú no haría movimientos demasiado bruscos; no querrás que atraviese 'esto' con estas afiladas tijeras, ¿o si?» —ONU me envió la foto. Dice que los encontró en el sótano de una casa en Asia —explicó Francia—; él quería saber si nos encontrábamos bien. Polonia se llevó una mano a la boca y soltó un pequeño eructo. —Ay no, ONU metió a mi hermano en una de esas casas -se preocupó Bielorrusia buscando sus propio teléfono—. Tengo que avisarle a Ucrania. —¿Te sientes bien? —le preguntó UK al polaco y este negó con la cabeza—, ¿no? ¿qué tienes? Y Polonia sin poder evitarlo se inclinó hacia adelante comenzando a vomitar a renda suelta.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD