Había llegado el día de mi boda. Me mire por el espejo mientras Carlota abrochaba y colocaba los últimos detalles de mi vestido. Pasé mis manos desde el pecho hasta la cintura el vestido se ajustaba a mi cuerpo, marcando los huesos de mis caderas. —¿Qué ocurre? —preguntó preocupada Carlota. —No sé si le voy a gustar —contesté dudosa. —Claro que lo harás, tonta —dijo—. Te ves hermosa. Sonreí con su respuesta. Dalton había mantenido su promesa y no me había vuelto a tocar, pero mi cuerpo traicionero lo deseaba en cuanto estaba cerca. Me sentía tan confundida… No entendía cómo podía suceder aquello si luego me sentía culpable por haberme dejado llevar. Dalton envió un auto para que nos llevara a mi padre y a mí a la iglesia, Carlota se fue en un auto diferente. Mi progenitor me acompañ