Después de rodar los ojos, Louise se levantó junto a él y se dirigieron al domo donde habían estado durmiendo. En el lugar le esperaba un camuflado para que lo pudiera utilizar.
No era lo que esperaba ya que le hubiera gustado que fuese nuevo o que le hubiesen tomado su talla. Pero si estaba en ese lugar, tenía que amoldarse a las situaciones que podían presentarse y esa era una de ellas.
Aunque también era cierto que imposibilitaba su movilidad al cien, pero era cuestión de costumbre. Por lo menos no tenía que estar lavando su ropa todo el tiempo ya que usaría el camuflado.
— Espero me quede muy bien.
Louise comenzó a quitarse la camiseta que llevaba puesta bajo la atenta mirada de su acompañante. No sabía si el sudor de su frente era porque realmente se estaba poniendo algo nerviosa o era el sol de aquella mañana que comenzaba a asomarse.
Los cabellos de su nuca se erizaron y mientras, recordó la primera mirada que le dio al cuerpo del teniente Miller. Era un hombre muy caliente y ella no había tenido nunca nada con alguien musulmán.
Cuando salió de sus pensamientos, pudo encontrarlo observándole fijamente y carraspeó con la garganta, para que elevara su mirada.
— ¿Podría darme algo de privacidad?
— Mhm, por supuesto señora Davis. Ya salgo.
Una risa salió de los labios de ella y continuó cambiando su vestimenta. Ellos dos habían estado hablado el día anterior durante varias horas sobre cómo le habían tratado al teniente Miller durante su servicio militar y cómo él había decidido continuar su carrera dentro, sin importarle nada.
A Louise el uniforme le quedaba bien, aunque las botas si eran algo grandes para sus pies.
— ¿Señora Davis? —La cabeza de Alexander se dejó entrever mientras con cautela entraba al lugar—. ¿Cómo se siente?
— Bien, pero estas botas me quedan algo grandes.
— No se preocupe, encontraremos algo para usted.
Un estruendo se dejó escuchar e inmediatamente el teniente Miller le pidió a Louise que se pusiera lo que le faltara y saliera con él.
La periodista asintió y terminó de uniformarse como le había dicho. Se encontraba nerviosa y pudo seguir escuchando cómo aquel estruendo se repetía una y otra vez. Tal vez habían encontrado el campamento y estaban atacándoles. Lo único bueno era que no se trataba de un ataque por aire, sino solamente por tierra.
Con manos temblorosas tomó la cámara profesional que le acompañaba y salió del domo, encontrando una imagen aterradora.
Varios soldados se encontraban tirados en el suelo mientras disparaban hacia el norte del campamento. Allí, bajaban desde camiones milicianos con diferentes armas, para atacarles.
— ¡Todos en posición! —El teniente Miller gritó mientras cargaba su arma y se posicionaba frente a Louise para hablarle: — Por favor, detrás de mí. Si quiere capturar algo, me da tres golpes en el hombro y la cubriré.
— Gracias.
Louise comenzó a mirar su entorno sin alejarse de su acompañante. Había tantas situaciones que sus ojos no podían dejar de moverse. Con rapidez, tomó su cámara, tocó tres veces el hombro del teniente y capturó el momento en el que uno de los soldados estadounidenses era aprehendido por un miliciano.
— ¡A las tres horas! ¡Soldado en peligro!
En pocos segundos, se encontraban varios militares atacando el miliciano que le había alcanzado al militar, ayudándole a recobrar la libertad.
Cosa que Louise también capturó en su cámara.
Los disparos iban y venían y algunas personas caían al suelo por culpa de los disparos que provenían del norte. Louise no había visto que alguno hubiese muerto, solamente se encontraban heridos.
El combate continuó alrededor de media hora más.
Un helicóptero estadounidense hizo pronta aparición y se encargó de bombardear el área donde se encontraban las personas que les habían atacado, logrando acabar con los camiones desde donde descendían.
Al verlo, Louise dio algunos pasos atrás y comenzó a dar respiraciones más profundas. Aquello era un conflicto de verdad. No era una cosa de un juego y le partía el alma, al final. Porque no podía creer que el ser humano llegara hasta tales circunstancias con tal de obtener poder.
Pero ella sabía que encontraría cosas como esas y hasta peores. Ahí recaía el hecho de que era una profesional. Y debía de comportarse como tal.
La voz del teniente Miller y un apretón en su cintura le hizo salir de sus pensamientos.
— No se separe de mí, Louise.
— No lo haré, Alexander.
Comenzaron a caminar para revisar cada uno de los domos que había en el lugar, bajo la atenta mirada de algunos de los hombres de Alexander. El castaño estaba realmente preocupado por lo que estaba sucediendo, ya que no habían tenido ninguna alerta o señal de que serían atacados, lo que hacía que pudiese tener alguna baja.
Además de ser preocupante para la operación y la guerra, lo era por el hecho de que él era muy cercano a todos los hombres que estaban bajo su mando y los consideraba sus hermanos.
Pensaba en sus familias y en cómo les prometieron que volverían sanos y salvos a casa y eso hacía que un hueco enorme se formara en su estómago debido que, al parecer, situaciones como esas podían comenzar a afrontarlas muy seguido.
Unas pequeñas manos se posicionaron en su hombro y Alexander volteó a mirar a Louise. Ella era hermosa y él se había quedado encantado por su físico. Pero más allá de eso, ella parecía ser una mujer muy inteligente y demostraba que realmente le gustaba estar ahí.
En ese momento él sabía qué era lo que ella quería hacer, así que cargo su arma y comenzó a revisar el perímetro para que pudiese tomar las fotos que necesitaba para su trabajo.
Cuidadosamente, pudo percibir como a su derecha uno de los enemigos se acercaba a ellos con una navaja y volteó con rapidez, para encararlo y dispararle directamente al pecho. El hombre cayó al suelo inerte y la chica se pegó a su espalda con más fuerza. Se notaba que era la primera vez que estaba en una situación de esas y por lo mismo debían tener mucha paciencia.
Ni siquiera sabía si alguna vez había visto un muerto en combate.
— ¿Pudo tomar las fotos?
— S-si…
— ¿Cómo se siente? —Inquirió mirando el primer domo. Allí solamente había cosas de sus hombres.
— Asustada…
— Pero está conmigo —sonrió él, mirándola por encima de su hombro.
— Lo sé.
— ¿Entonces?
Louis se encogió de hombros—. Sigue dándome miedo.
Una pequeña risa escapó de los labios de Alexander y siguieron revisando los otros. Había ordenado a uno de sus hombres que comenzaran a reunirse cerca de donde era el comedero, lo que generó que muchos de ellos se movilizaran y llevaran a sus compañeros heridos hacia ese lugar.
Por esa razón, también necesitaba llamar a Cruz Roja para que pudiesen atenderlos. Mientras tanto, algunos de sus hombres conocían primeros auxilios, lo que generaba que, si alguno de ellos estaba grave, pudiese aguantar hasta que llegara Cruz Roja.