La mañana pasó con rapidez y Alexander veía cómo la fila cada vez se achicaba más. Sus hombres habían hablado unos cuantos minutos con su familia y eso le llenaba el corazón.
Él no tenía con quién hablar y por eso no estaba haciendo la fila. Eso también lo sabían todos sus hombres y por esa razón no le llamaban. Era un tema delicado para el pelotón y les agradecía internamente por su manera de ignorar el tema.
En ese momento él se encontraba en una reunión sobre lo que harían más tarde ese día.
— Teniente, ¿está seguro de apoyar a su compañero? Recuerde que hace relativamente poco recibió un ataque.
— Lo sé —respondió él—. Pero no importa. Dejaré el campamento en manos de uno de mis mejores hombres y acompañaré a los demás.
— No creemos que sea lo mejor.
— Entiendo completamente su preocupación, pero-
— No importa, teniente Miller —habló uno de sus superiores—. Usted va a permanecer en su campamento y va a prestar unos de sus hombres. Ellos tienen que ir solos.
— Pero no es posible.
Alexander miró el techo del domo y cerró los ojos, sintiendo como la ira fluía en su cuerpo.
Joder, él había quedado con su pelotón que eso era lo que haría y claro, podía estar algo mal que él comenzara a planear las cosas, pero por una razón era el que manejaba esos hombres y tenía todo el derecho de decidir sobre ellos.
Pero en ese momento al parecer, no.
— No aceptamos un no por respuesta —volvió a hablar su superior—. Mañana va a ir uno de nosotros a revisar que usted esté ahí. Si no llega a estar, se meterá en graves problemas, teniente.
— Entiendo.
— ¿Seguro?
— Si.
El castaño se despidió sin siquiera finalizar la reunión y cerró el computador.
Un suspiro salió de sus labios y exhaló con fuerza tratando de calmarse.
— Jerarquía… jerarquía —susurró y una mano se posó en su hombro, asustándolo.
— ¿Estás bien?
Él asintió.
Louise levantó una ceja y se sentó a su lado—. No quiero decir lo que hice, pero escuché la última parte de tu conversación.
— Eso es ilegal.
— Nadie tiene por qué saberlo.
— Joder —apretó los puños el hombre—. No entiendo cómo pueden hacer que ellos se vayan completamente solos. No quiere decir que yo los vaya a salvar o algo, pero conmigo se pueden sentir más seguros.
— Entiendo…
— Y no quieren que yo los lleve. Tengo que quedarme aquí.
— Tal vez es lo correcto, Alexander.
— ¿Por qué? ¿Si mueren ellos yo voy a ser un privilegiado aquí por vivir?
La chica no supo qué responder a eso.
Realmente no conocía muy bien las dinámicas dentro de la guerra y mucho menos de las fuerzas militares. Si, su abuelo y su padre habían sido militares, pero eso no quería decir que les contaran todo. Aparte, era muy difícil que lo hicieran por lo mismo que decía él; eran cosas que solo podía saber su círculo y nadie más.
— No lo sé —atinó a decir y nuevamente él suspiró.
— Odio las injusticias.
— Solo tienes que aceptar esta decisión —le dio ánimos—. Luego, todo va a estar mejor.
Alexander asintió y se levantó de su lugar.
— Tienes razón. Gracias.
— Está bien.
El hombre comenzó a caminar hacia la salida y luego se volteó para mirar nuevamente a la chica.
— Tú me debes una conversación.
— El pasado es pasado.
— No para mí.
Y salió, dejándola con los nervios de punta. Era normal que aquello pasara, era lo que comenzaba a generar en su cuerpo.
Ella había decidido entrar porque lo había visto mientras pasaba frente al domo. Entendía que era ilegal que ella escuchara ese tipo de conversaciones, pero le era importante saber lo que harían porque ella también estaba involucrada y la verdad, tenía algo de miedo de quedarse sola en aquel lugar por el hecho de que no conocía mucho a los otros soldados allí y había conocido bastantes historias que no quería ni recordar y mucho menos, presenciar.
Decidió salir del lugar minutos después de Alexander y llamar a su hermano.
— ¿Hola? —Preguntó suavemente.
Escuchó como a lo lejos los gritos de unas niñas aparecían y luego, la voz de su hermano mayor y más querido.
— ¿Lou?
— ¡Liam!
— ¡Lou!
Los ojos de la chica comenzaron a humedecerse y ella asintió, pensando que la veía, pero luego dejó escapar unas afirmaciones cortas para que supiera que si estaba dialogando con ella.
— ¡Joder! ¡Hermana! —Exclamó el hombre del otro lado de la línea—. ¡Estuviste muy desparecida!
— Lo sé, perdón. Este es otro mundo.
— No importa. Te entendemos —espetó su hermano.
— ¿Cómo están todos? ¿Cómo están las niñas?
— Todos estamos bien. Sanos y salvos, cariño. ¿Cómo estás tú?
— Yo estoy bien —respondió. No quería contarle lo que le había sucedido con la bomba porque eso podía asustarlo algo y era lo que menos buscaba con su llamada—. Liam, esto es algo increíble.
— Papá no lo creería —se burló el susodicho—. Estoy muy orgulloso de lo que has hecho. De verdad.
— Diría que tuve que estudiar medicina —rodó los ojos la chica—. Pero bueno, estoy muy feliz que todo esté bien en casa.
— ¿Cuándo volverás? Te extrañamos mucho…
Eso lo había pensado Louise durante un tiempo y también lo había preguntado a su jefa, pero para ese momento, no sabía nada sobre ese tema. Ni siquiera la guerra había llegado a su pico y estaban comenzando a pensar que se quedaría de esa manera.
Ninguno de los bandos había hecho un ataque caótico. Solamente ataques como el que había sucedido al campamento y las dos partes habían podido hacerles frente sin ningún tipo de problema.
— No lo sé, hermanito…
— ¿De verdad?
— Si. Tengo que seguir aquí hasta saber que todo acabó. Puede ser un mes más o no lo sé.
— ¿Años?
— Tampoco —rió la chica—. No me quedaría todo ese tiempo así.
— Está bien. Avisaré que nos traerás cuñado también entonces.
Louise sintió cómo se atragantaba con la saliva y rió nerviosa.
— ¿Por qué dices eso?
— Porque nadie aguanta un año sin… eso.
— ¡Liam!
— ¡Así son las cosas!
— Pero tienes razón —le siguió el juego.
Continuaron hablando un poco más, hasta que ella decidió despedirse. Sentía que habían pasado meses desde que no se veían y apenas eran unas pocas semanas. Definitivamente su hermano era lo mejor que tenía y siempre iba a estar para ella.
Luego de colgar, se dirigió hacia los baños y fue alcanzada por el teniente Miller, el cual, la observó completamente serio.
— ¿Hablaba con un enamorado?
¿Enamorado?
Y volvía a tratarla de usted.
Así que, por molestarlo un poco por toda la situación que había ocurrido entre ellos dos, decidió mentir.
— Si, ¿por qué?
— Acompáñeme al domo.