Alexander se sentía algo nervioso aún por su sueño y comenzó a hacer algo sin darse cuenta.
Morder sus uñas.
Seguía pensando en cada cosa que había sucedido y él, dentro suyo, creía bastante en lo que soñaba, pero en ese momento no entendía muy bien qué era lo que significaba y por qué estaba soñando con aquella chica que apenas estaba conociendo. No era algo normal.
Louise al verlo con la mano en la boca, la tomó suavemente y alejó.
— Ten cuidado. Eso es malo.
— ¿Ah?
— ¿Estás bien? —Cuestionó. Desde que había despertado, se estaba comportando raro.
— Si, si… Solo me duele algo la cabeza
— ¿Seguro?
— Completamente.
— Estás un poco sudado —musitó viendo su camisa rápidamente. Lograba transparentarse un poco.
— Joder. Y está haciendo mucho frío para salir, ¿no?
La castaña sonrió ante sus palabras. Claramente no quería bañarse, pero igual no diría nada. Ellos eran muy juiciosos con su limpieza y podía escucharlo diariamente a las cuatro de la mañana levantarse para organizar todo. Y a las cinco de la mañana ya estaban listos para sus tareas del día.
— La verdad es que sí —lo apoyó—. Ni siquiera yo saldría a estar hora.
Alexander sonrió y se dejó caer en su cama nuevamente. Él era demasiado guapo. Joder, cada vez era más difícil para ella dejar de observarlo. Solo con esa acción y el mostrar todos sus dientes blancos, ya sentía que su corazón comenzaba a latir más rápido.
Cálmate mujer.
No.
— ¿Estás bien? Parece que estuvieras en una nube.
— Mierda, sí. Perdón. Debí parecer una loca.
— Algo así —se rió el rizado.
Louise decidió dejar todo lo que estaba haciendo y realizó la misma acción de su acompañante. Se recostó en su cama y observó el techo del domo. Recordó que aún no había hablado con su familia y había estado muy involucrada en el trabajo, haciendo que no tuviese tiempo para nada.
— ¿Cómo te has sentido aquí?
La pregunta tomó por sorpresa a la chica y soltó un suspiro. Todavía no sabía cómo responder eso. Era algo duro para ella estar alejada de su familia y amigos, pero, también era un sueño cumplido.
— Feliz.
— ¿En serio?
— Si —lo miró—. Este era mi sueño desde niña.
— ¿Estar en la guerra?
— No, no —rió—. Ser una periodista.
El teniente Miller la miró varios segundos y nuevamente sonrió.
Ella era algo diferente a lo que estaba acostumbrado. Y aún más tratando solamente con hombres en su día a día. Ni siquiera sabía cómo se estaban comportando fuera de un campo de guerra las personas. En los años que llevaba prestando servicio a su nación, había salido una vez de vacaciones y luego había llegado su cargo y con eso, no poder descansar.
Ni siquiera sabía cuál era el último celular que habían sacado al mercado. Ellos utilizaban radios de comunicación o teléfonos antiguos.
— Eres muy inteligente —soltó. No quería que ella pensara que estaba coqueteándole. Solo que supiera que realmente pensaba eso de ella—. No muchas personas son capaces de venir a hacer lo que estás haciendo. Eres inteligente y valiente.
— ¿Eso crees? —Los ojos de la chica brillaron y Alexander pudo jurar que la hicieron ver diez veces más atractiva.
— Completamente. Eres una mujer sorprendente —miró sus uñas—. Pero hasta ahí, no quiero tener malentendidos.
Louise comenzó a reír y él la siguió.
Los dos sentían que era un momento más íntimo y les gustaba. Nunca habían tenido ese tipo de compañía y, además, en ese domo solo dormían ellos dos. El castaño, al ser el jefe de pelotón, era mejor que durmiese así por la cantidad de reuniones diarias que tenía y temas privados.
Por esa razón, tampoco le había gustado cuando le habían dicho que tendría que compartir domo con otra persona. Luego, le habían dicho que era con una chica y él, en su mente de mierda, si había llegado a pensar que podían tener algún tipo de intimidad, pero luego, desechó todo tipo de pensamiento y se enfocó en ser profesional.
No quería seguir multiplicando ese tipo de actitudes de mierda y primero, tenía que trabajar en sí mismo para que cuando decidiera tener una familia (si llegaba a hacerlo), supiera qué enseñarles a sus hijos.
— Muchas gracias. Hace mucho no escuchaba eso.
— ¿De verdad?
— Si. Mi familia no estaba muy de acuerdo de que estuviera aquí —se sinceró—. Ni siquiera han intentado contactarse conmigo.
— ¿Y tú con ellos?
— Tampoco —se encogió de hombros—. Igualmente, no éramos muy cercanos.
— Mañana deberías llamarlos —le aconsejó el hombre—. Yo perdí a mi familia y quisiera revivir muchos momentos con ellos.
Louise asintió, dándole la razón. Si algo le sucediera a algún m*****o de su familia, estaba segura de que moriría. Por encima de cualquier cosa, todos eran muy importantes para ella.
— Mañana lo haré.
Alexander levantó una ceja, esperando que dijese algo más seguro.
— Lo prometo.
— Así si te creo —hizo un sonido de afirmación—. Mierda, siento esta camisa pegada al pecho.
— Eso es asqueroso…
— Lo comparto completamente —aceptó las afirmaciones y se levantó—. Me quitaré esta mierda.
— ¿Cierro los ojos?
— Puede ser.
Louise tapó su rostro y esperó un poco a que él cambiara su camisa. Contó diez segundos y los destapó, encontrándolo más cerca de lo que pensaba, haciéndola saltar en la cama.
Él rió.
— Solo es un torso.
— Si veo —la chica lamió rápidamente sus labios dando un vistazo a su pecho y volvió a conectar sus ojos con los de él—. De todas formas, espero que no te tomes en serio eso de que es solo un torso cuando yo tenga que cambiarme.
— Tenemos lo mismo, ¿no? —Se burló y ella bufó.
— Cállate.
Alexander se puso una camiseta blanca y se sentó en su cama.
Obviamente se había dado cuenta de la manera que ella lo había observado, pero no le importaba mucho. Él sabía que cuidaba bastante su forma y si a ella le gustaba su cuerpo, no tenía ningún problema de que ella lo observara.
Además, le gustaba saber que, para ella, él tenía algo de atractivo.
— Yo nunca te haré nada que no quieras —soltó—. No soy una mierda como puedo parecer.
Louise tosió un poco por sus palabras (y el doble sentido que había entendido) y prefirió dejarlo pasar. No quería quedar como idiota si él estaba haciendo referencia a algo más y no esa cosa en específico.
— ¿A qué te refieres?
Alexander se mantuvo en silencio, pensando seriamente qué quería decir. No sabía si ser directo o dejar el comentario en el aire. Luego de unos cuantos segundos, decidió que no era momento para dejar la puerta abierta para otro tipo de tema y habló.
— A todo lo que puede involucrarnos a los dos.