Louise no podía creer lo que había sucedido y apretó las sábanas debajo suyo para dejar fluir las lágrimas. No lloraba porque la hubiese rechazado, sino por el hecho de haberlo provocado de esa manera.
Ella no era así y se sentía mal. No quería que él pensara algo indebido de ella y le preocupaba que lo fuese a hacer sabiendo que por sobre todas las cosas, ese era su campo de trabajo. Si él quería, podía dañar su carrera con solo una llamada y eso hizo que las lágrimas salieran con más ganas.
— Joder, joder —sus lágrimas comenzaron a detenerse y se levantó, para ponerse un pantalón.
Se sentía un poco dolorida, pero no le importaba. Tenía que salir a buscarlo. No podía dejar que esa situación escalara.
Luego de hacer una mueca y que cada uno de los pasos que daba se sintieran como si estuviera tocando cada una de sus heridas con fuerza, salió del domo en busca del teniente Miller.
La vergüenza que había en su cuerpo era inexplicable. Ni siquiera sabía de donde había sacado las fuerzas para accionar de esa manera. Nunca lo había hecho. Si, claramente había ligado, pero no de esa manera.
Sus mejillas comenzaron a teñirse de rojo y se vio buscando domo por domo sin hacer mucho ruido. Pero, en ningún lugar lo encontraba y eso lo único que hacía era que sus nervios aumentaran.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero sus pies comenzaban a doler y era más difícil distinguirlo entre los domos.
— Disculpa, ¿has visto al teniente Miller? —Le preguntó a uno de los soldados que tenía que cuidar en ese momento.
— No, señora Davis. Él debe estar descansando en este momento. ¿No lo vio?
— No, no. Él salió y lo necesito con urgencia.
— No, señora. Lo siento.
— Gracias igual —se encogió de hombros la chica y continuó con su camino.
Había decidido que, si no se encontraba en las duchas, entonces no estaría en ningún lugar y tendría que volver al domo a esperarle allí, muerta de vergüenza.
Sus pasos era lo único que se escuchaba, cuando a lo lejos observó como Alexander Miller salía del baño en solamente una toalla que colgaba de sus caderas.
¿Por qué se había bañado?
Ella se escondió y esperó a ver qué era lo que él hacía. Y vio cuando tomó sus prendas y comenzó a dirigirse hacia el domo, donde tendría que estar ella.
En ese momento, decidió que lo seguiría para saber qué era lo que hacía y cómo actuaría apenas no la viera en su cama en vez de detenerlo para hablar de lo sucedido.
Eres una chismosa.
Cuando Alexander entró al domo, ella contó alrededor de treinta segundos para volverlo a ver salir, completamente vestido y con el ceño fruncido.
— ¡Señorita Davis! —Gritó a la nada y comenzó a buscarla con rapidez.
Ella no lo había visto en esa faceta, pero se veía tierno. Sus cejas estaban tan pegadas que parecían una sola y sus labios estaban formando un pequeño puchero cada vez que no podían encontrarla en algún lugar que buscaba. Por su parte, la castaña se encontraba detrás de uno de los domos.
No se movería, solo esperaba que él se fuese para otro lugar y ella entraría al domo, para acostarse a dormir.
Alrededor de cinco minutos después el rizado se alejó del lugar y ella caminó directo a su cama. Allí lo esperaría y si aún estaba despierta, hablaría con él. Su cambio de decisión había sido bastante rápido y solamente lo había basado en que estaba segura de que él no diría nada porque también tenía qué perder.
Él había seguido hasta cierto punto lo que ella estaba diciendo y solo por eso, también era culpable.
Por otro lado, le intrigaba la forma en la que había salido a buscarla. No pensaba que iba a suceder de esa manera, sino que, por el contrario, pensaba que apenas viera que no estaba cerca, se acostaría y la dejaría a sus anchas.
Con cuidado, la chica se dejó caer de espaldas en su cama y se arropó con las mantas que allí había. Sus ojos se cerraron y se dejó llevar por el sueño que estaba teniendo en ese momento.
***
Un sonido fuerte se escuchó fuera del domo y Louise abrió los ojos asustada. No se escuchaba como si se tratase de un animal, parecía una persona. Con prontitud, buscó con sus ojos a Alexander y no lo encontró, llenándose aún más de miedo. A ella no le habían explicado nada de defensa personal ni cómo podría responder ante el ataque de un enemigo.
Joder, en ese momento quería volver a su casa. Estaba a punto de orinarse en los pantalones y el único objeto de protección que tenía a la mano, era su cámara costosa, que claramente no iba a dañar. Prefería que sucediera lo que fuera, pero no la utilizaría para golpear a alguien.
Joder, había tenido que ahorrar toda la universidad para poder comprarla.
— ¿Quién es? —Un hilo de voz salió de sus labios.
Ningún ruido se escuchó y tomó su mochila, tratando de encontrar alguna manera de defenderse con ella.
— Tengo un arma —espetó, un poco más fuerte.
No quería que vieran que estaba temblando y, además, que al levantarse tan rápido, se había lastimado aún más las heridas que ya tenía en las piernas.
Nuevamente miró a su alrededor, pero era demasiado tarde para reconocer algo y eso le dio aún más miedo. Si querían entrar, podrían hacerlo desde cualquier lugar sin siquiera utilizar la puerta.
— Joder —lloriqueó—. ¿Alexander?
— Dime.
Louise saltó en su lugar y soltó un grito que fue callado por la palma del militar.
Él sabía que ella respondería de esa forma, por lo que estuvo atento para callarla. Cualquiera de esos sonidos eran señal para que sus hombres se despertaran y comenzaran a buscar el lugar de donde venían.
Cosa que no quería que sucediera.
Luego llegarían y le preguntarían que había sucedido y todo podía malentenderse.
Mierda, sabía que pensaba mucho en el hecho de los malentendidos, pero no le importaba. De verdad amaba su profesión y no quería tener ningún llamado de atención que pudiesen utilizar en su contra más adelante.
— Dios… —la chica lo abrazó—… escuché algunos ruidos afuera.
— ¿Dónde estabas? —Inquirió el castaño sin devolverle el abrazo. Entendía que había solamente un impulso.
— ¿De qué hablas? Aquí dentro.
— No, antes. Vine y no estabas.
— ¿Ah?
— Más temprano. Vine a buscarte y no estabas. ¿Dónde estabas? No puedes desaparecerte así, luego no sabría qué decirles a mis mayores si algo te sucediera.
Falso.