Lentamente la mano de Alexander se posicionó en su cintura y ella dio un paso más cerca de su cuerpo. Comenzaba a sentir cómo la excitación crecía en su cuerpo y también como la de él lo hacía de igual manera. Solamente los separaban unos centímetros y podrían fundirse en un beso que acabaría con la tensión s****l que habían tenido desde el primer día.
O eso pensaba ella.
Alexander quería empotrarla contra la pared y hacerla sentir el mayor placer posible. Sus pensamientos estaban nublados y no le importaba si entraban y los veían como estaban. Solo pensaba en besar sus carnosos labios y hacerla suya como si no existiera mañana.
— Joder… —gruñó y dejó que su mano bajara de su cintura al trasero de la chica. Inmediatamente sintió cómo su excitación creció—… Eres tan hermosa.
— ¿Te parece?
— Muy hermosa.
Louise se acercó para que se fundieran en un beso profundo y…
Abrió la boca sintiendo cómo se ahogaba.
Comenzó a toser y tocó la tierra en sus manos, dándose cuenta de que estaba fuera del domo.
— ¿Qué?
— Señorita Davis —el teniente Miller soltó un respiro aliviado—. Se desmayó.
La chica no podía creer lo que había pasado. No podía creer que todo había sido un sueño y, además, que hubiera caído al suelo frente a todos. Joder, no podía ser peor. Además, comenzaba a oler horrible y tenía que tomar una ducha lo más pronto posible.
Era inconcebible que todo hubiera sido un sueño y tenía tanta rabia y excitación que, si no fuera porque había varios soldados rodeándolos, besaría a Alexander y dejaría que su cuerpo decidiera por ella.
— No lo puedo creer —susurró y tapó su rostro, apenada.
— ¿Está bien? Solo tuvo unos cuantos raspones.
— No me importa.
El castaño apretó los labios ante su respuesta grosera, y decidió levantarla del suelo para que se recostara un poco en su cama. Necesitaba reposar y limpiar las heridas que se había provocado al caer así al suelo.
Él había alcanzado a asustarse cuando le habían avisado lo que había sucedido, pero cuando la había detallado, sabía que no se trataba de algo muy complejo. Solo se había desmayado porque no estaba acostumbrada a hacer ejercicio en ese clima.
Sintió un poco de culpa, pero luego despejó sus pensamientos. No había sido culpa suya, ella lo había desobedecido y conocía los castigos que había allí.
— La llevaré al domo.
— Gracias.
Soltó un gemido cuando la levantó y se disculpó cuando tocó de rapidez el trasero de Louise. No quería que ella pensara que lo había hecho porque quería, solamente que, para levantarla y acomodarla, había tenido que rosarla.
— Perdón por eso —espetó entrando al domo con rapidez.
— No me importa.
— ¿Por qué me responde de esa manera? —Inquirió. No le gustaba que le hablara así.
— No quería hacer eso y usted me obligó.
— Esas son las reglas aquí. No veo dónde está mi culpa.
— Hizo que todo el mundo me viera el trasero desmayada.
— Usted decidió quitarse sus prendas, señorita Davis —le recordó.
— ¡Lo que sea!
La muchacha se bajó de un salto y se dirigió a su cama. Estaba dolorida y excitada y nadie podía ayudarla. O bueno, alguien sí, pero era tan idiota que no lo aceptaría.
— ¿Puedo curar sus heridas? —Volvió a hablar Alexander. No quería dejarla, así como estaba. No importaba la superficialidad de sus heridas, solamente lo estaba y punto.
— Está bien. Solo déjeme acostarme.
Louise no sabía si lo que estaba haciendo estaba bien, pero se recostó y estiró en la cama para que él limpiara los raspones en sus rodillas y muslos traseros.
— Muy bien, puede doler un poco, pero pasará rápido. ¿Vale?
— Entiendo.
El teniente Miller comenzó a sacar las cosas que necesitaría y a ponerlas encima de la cama para comenzar su trabajo. Antes de empezar, observó a Louise y limpió su frente. Ella era hermosa y tenía miedo de que su cuerpo se acercara más a ella y fuera erróneo.
Comenzó a limpiar las heridas en sus rodillas y la observó directamente a los ojos cuando dejó caer un poco de alcohol allí. Su rostro se contrajo un poco y abrió los labios para dejar escapar una exhalación.
El castaño podía jurar que ella estaba comportándose de esa manera para excitarlo. Esos movimientos no era de una persona que estuviese sintiendo ardor.
— ¿Está bien?
— S-si…
— Vale.
Pasó a la siguiente rodilla y ella hizo los mismos movimientos con su rostro, haciéndolo tragar saliva cada vez más fuerte. La imaginaba como si estuviese gimiendo y Dios. No podía más.
— ¿Está bien?
— Si… —susurró ella mirándolo profundamente.
Alexander aclaró su garganta y le pidió que volteara. En sus muslos traseros tenía unas cuantas heridas más y eran más profundas ya que había caído de espaldas al suelo. Apenas las vio, frunció el ceño. Eso si debía doler.
— Muy bien, aquí seré rápido porque no quiero incomodar.
— No se preocupe, no me incomoda.
Él dejó salir un pequeño vale y mantuvo su vista en las heridas. Nunca la subió y fue difícil. Estaba lo suficientemente cerca para ver cada uno de los poros de su piel, pero no quería cometer ningún acto que la hiciera sentir insegura. Quería que entendiera que él estaba allí para ayudarla y protegerla.
Cuando aplicó un poco de alcohol en una de las heridas, ella saltó y le asustó.
— Mierda, lo siento. ¿Está bien, señorita Davis?
— No. Dios. Arde mucho —gimoteó ella, tapando su rostro con la almohada.
— Perdón. Intentaré hacerlo más rápido.
— Está bien.
Continuó con su labor con prontitud y tapó las heridas apenas terminó. Ella había seguido quejándose por el uso del alcohol, pero era necesario para desinfectar
— Todo está listo —sonrió y levantó la mirada, encontrándose con los ojos de ella que le miraban con atención.
— Por encima de todo, es un caballero, señor Miller.
— ¿Por qué lo dice? —Volvió a aclarar su garganta.
— No he visto que mirara mi trasero en ningún momento.
— Porque no tendría por qué hacerlo.
Louise se sintió valiente y musitó: — Le doy permiso. Puede mirar.
El teniente Miller abrió los ojos al escucharla y nuevamente tragó saliva, bajando la mirada lentamente.
Su respiración se entrecortó cuando observó el lugar que tanto había evitado y levantó la mano, queriendo acariciarla, pero se detuvo.
Ella le había dicho que solo podía observar.
— Si quiere, puede tocar.
Alexander exhaló con fuerza y volvió a mover su mano para seguir lo que ella le había dicho. No podía pensar con claridad y cuando estuvo a punto de hacerlo, se detuvo.
— No puedo. Lo siento.
Se levantó del suelo y salió del lugar rápidamente. No podía dejarse llevar por sus impulsos de esa manera. Estaba a punto de tocarla y eso era inaceptable. Si sucediera con algunos de sus soldados, él lo castigaría porque era una actuación en contra de su labor. Y no por ser él, lo iba a aceptar.
No podía volver a acercarse de esa manera a Louise.
No mientras sintiera esa tensión s****l creciendo entre los dos.