Todos separados. Eso a Daniela la perturba un poco, se había acostumbrado a sus amigos ya. Se encontraba alojada en el despampanante castillo que ahora le pertenecía.
«No creo poder acostumbrarme a esta vida...»
Estaba observando todo con admiración. El palacio tenía muchos detalles en cristales, muchas puertas, pasillos anchos y largos. Todo ordenado de manera adecuada y con presunción, el piso espejeaba de lo limpio que estaba, pero la manada estaba casi vacía.
Está claro que era una manada con sus siglos encima, pero todos empezaron a irse con el pasar del tiempo.
Los que permanecieron en ella eran ancianos que se negaban a salir, adultos que se quedaron cuidando a los ancianos y los empleados que mantuvieron el castillo en excelente condiciones.
Daniela portaba un vestido fino color azul celeste. Miraba por uno de los grandes ventanales del lugar.
La ciudad estaba tétrica. Casas derrumbadas, edificios llenos de mugre y plantas trepadoras. Eso la ponía de alguna manera triste.
—Su majestad—llamó uno de los guardias, haciendo que Daniela voltee y vea una reverencia hacia ella. —Se le solicita en el salón de las actividades—dice. Hizo otra reverencia y dio media vuelta para marcharse.
—Espera—llama y el muchacho se detiene—, por favor—comenta al final. El muchacho hace un asentimiento esperando que le dijera. Daniela hace un ademán con la mano para que se acerque— ¿Qué le pasó exactamente a este lugar?—comenta.
—Pertenezco a una de las tantas generaciones de guardias, por lo que mi padre me ha dicho, que la dicho su padre y sucesivamente—dice pausando—la manada no fue lo mismo cuando la diosa luna murió. Los habitantes esperaron a que aparezca la sucesora, pero nunca llegó y se fueron yendo, explorando y buscando a sus mates—habla mirando hacia fuera—aún se encuentren dispersados por las diferentes manadas del mundo, tenemos una marca de nacimiento que compartimos en común, así que su pongamos que yo me voy, tengo hijos, mis hijos salen con esa marca—dice. No puede mirar a Daniela sin su permiso, así que permanece la vista hacia adelante—, si uno de mis hijos se llega a casar con alguien de esta manada sus hijos tendrían la marca. Todos los miembros están esparcidos, para ellos usted ya no existe—comenta.
— ¿Sabes? Desde que acepté en mi ser la diosa luna, y cuando desperté de aquel coma me siento diferente—comenta mirándolo—me siento más llena de vida—dice sonriendo y apoyándose del marco del ventanal—, pero aun así no sé qué hacer. Me he estado preguntando ¿qué hago ahora?—habla bajando la cabeza— ¡ya no sé qué hacer! ¿Acaso se acabó el camino? ¿Y si no llegó a ser buena diosa, ni Reyna? ¿Y si me odian?—dice nerviosa.
—Mi diosa eso no pasará jamás. Si usted no fuera capaz de tener este roll, no se le hubiera sido asignado—comenta haciendo otra reverencia—No cualquiera cumple un cargo tan importante de liderazgo—dice y Daniela abre los ojos de sorpresa.
— ¡ESO ES!—grita de repente haciendo que el chico brinque y la mire a la cara, no le dio tiempo de apenarse porque Daniela lo tomó de los hombros y lo jamaqueo— ¡Ya encontré mi lugar! ¡Ya sé que hacer!—dice emocionada y sonriendo—sígueme, el salón de actividades puede esperar—dice y levanta su vestido para poder correr hacia su recamara.
El joven le cae atrás dando medio trote.
Daniela abre la puerta de su habitación y le indica que pase.
—Yo... No creo que sea prudente—dice nervioso.
—No te estoy diciendo si es prudente o no—dice y lo jala del brazo entrándolo a la fuerza. —Lo primero será quitarme este maldito vestido que me tiene como mojigata—comenta abriendo su closet— ¿dónde diablos está la ropa normal?—comenta al ver todos esos vestidos. —creo que no me queda de otra—dice y va hacia su cama—siéntate donde gustes—invita y se agacha debajo de la cama sacando un pequeño maletín.
El joven tímidamente se sentó en un mueble color terciopelo.
Daniela saca el conjunto que tenía cuando venía de camino: unos jean ajustados azul oscuro, un poloche n***o algo holgado y su tenis.
—Dame unos minutos—dice poniéndose detrás del vestidor. Minutos después sale vestida y con el pelo en una coleta. —ahora sí, guíame al salón por favor—dice sonriente, tomando un lapicero (pluma/bolígrafo) y una libreta.
Minutos después entra y encuentra a unas personas con aire de superioridad. Linett abre los ojos con sorpresa al verla así vestida.
—Ya sé qué tengo que hacer Linett—comenta sonriente e ignorando las demás miradas.
— ¿Es ella la tal Diosa Luna?—pregunta un señor mirándola de arriba abajo.
—No soy la tal diosa luna—comenta sonriendo de manera hipócrita. Ella siente de qué va esto—Soy la diosa luna y me debes respeto—comenta para luego mirar a Linett.
— ¿Acaso no sabes quién somos?—pregunta caminando unos pasos hacia donde Daniela.
— ¿Son tan importantes como para que yo los conozca?—comenta. Si, la grandeza se le está subiendo en la cabeza.
El hombre se pone rojo de la ira.
—Ellos son los tres consejeros de la antigua diosa luna—comenta Linett.
Daniela asiente—Ya veo—dice mirándolos—¿Qué onda?¿Qué tal les va?—dice y voltea hacia Linett—Tengo un magnífico plan en mente, que te lo comentaré y como ustedes son los consejeros lo oirán—dice sonriente hacia ellos.
Todos toman asiento excepto el guarda. —Siéntate tú también por favor—añade Daniela hacia el chico.
—Eso no se puede—comenta otro de los concejales.
—No pedí tu opinión—dice brusca. —Siéntate—le dice al muchacho y se sienta a su lado. —Libreta y lapicero—dice tendiéndole al joven que acepta. —Cuando te pida que anotes, anota—comenta y el asiente.
—Discúlpenla mis señores no fue su intención—la excusa Linett ante los tres hombres.
—No pidas disculpas por mí, tengo una boca—dice y la mira mal. —las cosas cambiarán con mi llegada. Su opinión solo me será válida si la pido, no es que se vayan metiendo en todo lo que diga o me dé la gana de hacer. Tengan en cuenta que estoy muy por encima de ustedes y si la antigua diosa luna se dejaba meter entre el culo, yo no—comenta seria— ¿Les quedó claro?—pregunta y se quedan callados—dije, ¿que si les quedó claro?—vuelve a hablar y ellos dicen un vago si—excelente—añade.
Luego pasó a decir lo que tenía en mente de ahora en adelante.
—Para eso hay personas que lo harían por usted—refuta otro hombre y Daniela sonríe.
—Distinguido, que no se le olvide que también soy alfa y es mi deber poder aportar y no quedarme de brazos cruzados mientras los demás lo hacen—comenta.
—Debe de verificar muchas cosas más como para ponerse a eso—comenta otro.
—Señor Douglas—dice Daniela y suspira ya exasperada—iremos paso por paso, quiero estar pendiente y colaborar con todo lo que se vaya a hacer—dice seria.
—Si ella quiere participar, que lo haga—habla por primera vez el de apariencia más vieja de todo—total, ella es joven y si tiene la fuerza y la disposición que lo haga—habla. Los otros dos hombres empezaron a reprocharle.
Linett se encontraba en silencio, no había hablado nada desde que trató de disculpar a Daniela.
— ¿Y tú qué opinas?—pregunta Daniela hacia ella.
—Solo estaba pensando en que para eso falta más personas, pero obviando eso, estoy totalmente de acuerdo—dice sonriendo.
—¡NO SE DIGA MÁS!—grita con euforia parándose—OPERACIÓN RECONSTRUIR LA MANADA EN MARCHA—dice—tú, chico que me cae bien, sígueme a mi despacho—dice y camina hacia la puerta, pero antes de salir—¿tengo despacho cierto?—pregunta y Linett asiente riendo y diciéndole que el guardia la escoltará.
—Será una gran diosa y Alfa de esta manada—cuenta el concejal que la apoyó.
—Eso esperemos, es muy malcriada—comenta Douglas.
—Ya lo creo—le apoya el otro.
—Dicen eso porque fue la única en siglos que los puso en su lugar—dice el viejo y empieza a carcajearse junto con Linett, que esconde su risa con su mano.