Hestia llevó a Heros a un médico nutricionista, para que le diera una dieta óptima para él. Para cambiar a una persona se necesitaba contactos, tiempo y dinero, y por suerte, para ella, tenía todo lo que se necesitaba para transformar a un simple e insípido plebeyo en un héroe de una epopeya griega. Siempre usaba su fortuna para aumentar su patrimonio, y nunca fallaba en sus negocios. Este muchacho se iba a convertir en su mejor inversión. No podía haber queja, también apostaba por el capital humano. Por supuesto, solo para su conveniencia y satisfacción.
Heros fue pesado y medido, por parte del doctor. ¿Y quién era la persona que lo acompañaba en este proceso? Hestia Haller, una mujer que no conocía, hasta hace pocos. Luego, fueron al supermercado. Llevaba el carrito, mientras veía a Hestia, agarrar cualquier cosa de los estantes y lo arrojaba dentro de coche. Arrugó el entrecejo, y sonrió con diversión.
—¿Habías hecho mercado antes? —preguntó Heros, sin poder contener su humor.
—No, jamás lo había hecho. ¿No es solo agarrar, echar y pagar por lo que gustes? —contestó ella, con disimulada arrogancia—. Es hasta divertido hacerlo.
—No, esa no es la manera —respondió Heros, de modo cortes—. ¿Puedo? Quizás, yo también te pueda enseñar algunas cosas.
—Adelante —dijo Hestia, complacido con el muchacho—. No me niego a prender. El conocimiento, siempre es bienvenido.
Hestia había cambiado de puesto con Heros; ella era quien conducía el carrito de compras y su tierno conejito, era el encargado de elegir los productos. Observaba al chico, sostenerlos en ambas manos y leer todos los detalles que estaban en las etiquetas. Además, que le explicaba cómo y cuáles debía seleccionar. Se había obsesionado con seducir y enseñarle, pero él lo hacía de manera sincera y pura, como el dulce ángel que era.
Heros conversaba con Hestia de forma fluida y en confianza; ella siempre se mantenía atenta y lo escuchaba. Después de todo, no era tan mala; era gratificante y armonios, estar con ella. Al día siguiente, visitaron el gimnasio que ella había recomendado.
Hestia había apartado un piso, solo para ellos dos. No le gustaba la presencia de otras personas que la molestaran o la interrumpieran, cuando estaba conquistando a su chico.
Heros admiraba el sitio enorme, donde había máquinas de todo tipo, y otras, que no había visto nunca; desde cintas de correr, bicicletas, bancos y otra gran variedad de aparatos. Era como el paraíso, para hacer ejercicio. Sin embargo, sus mejillas se ruborizaron al ver el atuendo deportivo de aquella preciosa mujer. La licra negra, se le pagaba a la parte inferior del cuerpo y exhibía de forma incitante las piernas y los firmes glúteos. Podía apreciar la curvilínea silueta y los duros atributos de Hestia Apenas se había colocado un brasier, de mangas cortas, que no disimulaba los enormes senos. Además que, dejaba al descubierto el abdomen plano y trabajado, en el que se apreciaba la hendidura del ombligo de ella. El cabello ondulado rojo, como el granate, le rozaba los hombros. Ella era una verdadera tentación, a la cual no podía ver con esos ojos. Estaba comprometido y amaba a otra mujer; no podía engañar a Lacey.
Heros se había colocado ropa deportiva, para dar comienzo a su vida fitness. Así, sin tener que ocuparse en un empleo, y dedicándose por completo al ejercicio, manifestaba resultados a un ritmo excepcional. Durante los primeros treinta y un días, tuvo una preparadora personal, que lo guiaba, pero luego, fue la misma Hestia, quien lo instruía, hasta que transcurrieron cuatro más, para un total de cinco meses. No solo era su maestra en lo físico, también en la etiqueta, al igual que le había dado consejos sobre el mundo de los negocios. Al principio, se había comportado como una tirana. Sin embargo, había descubierto a una maravillosa mujer, con muchos dotes, conocimiento e inteligencia, para casi todas las cosas. A veces hablaban en otros idiomas, para practicar el acento. Estaba enamorado de Lacey, pero durante este tiempo, sus ojos, solo miraban y enfocaban a Hestia Haller, de cualquier manera, que fuera posible; tanto respetuosa, como atrevida. La fortaleza que, había creado para mantenerse alejado de Hestia, se había convertido en un hotel, en el que ella podía hospedarse, porque ahora le gustaba la compañía que esa hermosa mujer le proporcionaba. Respiraba de forma agitada, frente al espejo del gimnasio. Sin duda era él; no estaba viendo mal, a pesar de no tener las gafas. No obstante, el reflejo era distinto; se veía delgado y los cachetes se habían reducido, otorgándole unas facciones faciales atractivas. Se levantó el suéter y atestiguó su abdomen marcado. El sudor recorría cada parte de su anatomía esbelta. Los músculos en sus brazos y piernas eran moderados, pero se lograban apreciar de forma agradable. Hasta la expresión en su cara era distinta, como de póker y calmada. Sonrió de modo tenso, como lo hacía Hestia; podía decirse que, había adquirido, de forma inconsciente, un poco de la personalidad de ella. Después de todo, era su alumno, y había bajo la influencia de su preciosa maestra. Su cabello marrón, también estaba húmedo por la transpiración. Caminó hacia donde estaba Hestia y se la quedó viendo. Ya no podía resistirse a admirar la belleza de la que ella era poseedora. Sintió, como su virtud se endurecía en su sudadera, pero debía controlarse, para que Hestia no lo notara.
Hestia realizaba sentadillas con una barra con pesas, que reposaba en la zona trasera de su cuello. Se agachaba y sacaba su trasero, nada más para deleitar a su chico. La licra le permitía mostrar sus más sensuales atributos. Sabía lo que tenía, y no dudaría en usarlo para seducirlo. Ya habían pasado muchos meses. Era el momento indicado, de dar el siguiente paso en sus planes. Su bello conejito, ya tenía el aspecto de un feroz león. Sin embargo, todavía era inexperto. Y, tal vez, era probable que, estuviera pensando en que ya debían con sus caminos separados. Así que, se encontraba en el punto crítico de su estrategia; ya que, perdería lo que había cosechado, o, por el contrario, recogería los frutos de su paciencia. Era el momento, de realizar el movimiento en el que lo obtendría todo o no conseguiría nada.
—Heros, ¿puedes ayudarme? —dijo ella, estando de espaldas al muchacho.
Heros se acercó y sostuvo la barra en sus manos, como si pesara nada. Pero ya la alzaba con discos de más kilogramos. Le agradecía a Hestia por todo lo que había hecho. No obstante, quizás era el momento de alejarse. No quería ser un aprovechado, y mucho menos un interesado, porque ella era la que lo había auxiliado en todo; quería buscar un trabajo y ser independiente. Además, ya casi no le quedaba dinero; necesitaba buscar un trabajo. No toda la vida estaría junto a la gran señora Haller.
Hestia había colocado varias pesas en su puesto. Intentó caminar, pero de manera intencional, golpeó con su pierna los discos y simuló caer. Entonces, fue salvada por el cuerpo y los musculosos brazos de Heros. Miró a su dulce conejito. Aplastó sus grandes senos en el torso de él, para que los sintiera y lo aprisionó con sus cuidadas extremidades. Sí, desde la primera vez que lo había visto, se había percatado del enorme potencial de Heros, porque era un diamante en bruto, al que ya había comenzado a pulir por fuera y por dentro. Ahora era un auténtico galán, más atractivo que modelos de revista y afamados actores. Esos ojos azules la miraban con un resplandor diferente; había deseo y fuego. Admiraba la bella transformación de Heros, como una diosa orgullosa de su creación. Se puso de puntillas y lo besó de forma sorpresiva. Sin embargo, apenas pudo mover sus labios, por lo que no se podría considerar un ósculo como tal. Solo le quería dar a probar una pequeña muestra, de lo que podía llegar a disfrutar, porque no era de pensamiento conservador; anhelaba a comerse a Heros, pero también quería que, él, la devorara sin pudor y sin decoro alguno. Pero había hecho lo que quería; había avanzado dos pasos en el tablero, por lo que su siguiente acción, sería devolverse una casilla y mostrarse arrepentida.
—Lo siento —dijo Hestia, sentida. Ensanchó sus párpados y se soltó de Heros—. Fue un impulso.
Hestia dio media vuelta, y una expresión astuta se dibujó en su precioso rostro. Era divertido y estimulante, seducir a ese bello jovencito. Se alejó con paso moderado hacia el baño. Necesitaba calmar el hormigueo en su intimidad, luego de su excitante trampa.
Heros había permanecido perplejo y estático ante lo que había sucedido. En otras circunstancias, como en el burdel, eso le habría molestado y le habría reclamado a Hestia. Sin embargo, se había quedado sin habla y estupefacto. El agradable tacto de los cincelados y carnosos labios de Hestia, había hecho peso contra los suyos, por un efímero instante. Se tocó su boca con la yema de sus dedos, porque estaba seguro de que, la sensación que podía experimentar, era todavía mucho mejor que eso. Sacudió su cabeza. ¿En qué estaba pensando? No lograba entender, pero en lo único que se podía concentrar e imaginar, era en Hestia Haller, y en nadie más. En el pasado, no hubiera dudado en mostrar su inconformidad. Pero, ya no tenía esos sentimientos de rechazarla o de evitarla. Algo había cambiado en él, porque deseaba sentir más a Hestia, que ese simple beso. Agachó su cabeza y su rostro se tornó triste; eso lo hacía un mal hombre. La decisión de engañar a su prometida, era suya, y de nadie más. Eso lo convertía en un traidor que, no valoraba a la persona que había estado con él, desde niño. En el transcurso de la tarde, no habló con Hestia. Se había creado un ambiente tenso entre los dos, por lo que había ocurrido.
Hestia analizaba el comportamiento de Heros. No le había pedido explicación, sino que, aceptaba esa culpa por haberle gustado ese sencillo, pero contundente intento de beso, que lo hacía pensar. Aunque pareciera que, se habían distanciado y hubiera perdido todo el avance que había hecho con paciencia y calma, lo que en verdad sucedía era que había concretado un golpe crítico. Más que haciendo uso de sus voluptuosos atributos, había estado trabajando la psique de Heros, por medio de la alineación cerebral; la cual consistía en que, cuando dos personas que pasaban mucho tiempo juntas, compartían las mismas experiencias y solo hablaban entre ellos, puede llegar mostrar patrones comunes con respecto al lenguaje, emociones y hasta puntos de vista. Había notado los cambios de expresión y de habla de su lindo chico, que se asemejaban a la de ella, debido a que él era más maleable en carácter, producto de los complejos que tenía, por lo que eso le otorgaba una posición dominante, sin que Heros se percatara de ello. Podía sentirlo en los vellos de su piel, que se erizaron de forma inesperada; estaba por conseguir su más grande deseo, de poder estar con su dulce obsesión. Aunque, ya había ascendido a león, siempre sería su adorable conejito. Algo maravilloso estaba por suceder. Su sexto sentido de mujer, se lo advertía y tenía que estar preparada, para lanzarse a los brazos del placer, que le estaba por dar su atractivo muchacho.