13. El sexting

2048 Words
Así, los dos terminaron su día, más distanciados que cercanos. La conversación entre ambos, no fluyó como en otras ocasiones. Había silencio y ninguno se veía de forma directa a los ojos. Heros iba en el asiento trasero del auto, junto a Hestia. Desde que había iniciado, ella lo traía y lo dejaba cerca del lugar donde vivía. Miraba a la preciosa Hestia, de manera disimulada. ¿Por qué la parecía más hermosa y encantadora que nunca? Era como si se hubiera quitado una venda de la cara, en el que por cualquier ángulo que la detallara, solo podía atestiguar esa magnífica belleza celestial. Su corazón latió de una forma diferente y percibió en su torso una especie de vacío, acompañado de inquietud. Sí, estaba nervioso, como cuando estaba al lado de la chica que le gusta y no sabía qué hacer, para poder charlas con ella. En las ocasiones pasadas, había podido empezar un diálogo fluido y ameno. Sin embargo, en esta ocasión, no sabía cómo empezar. No entendía; se suponía que su relación había avanzado, pero pareciera que se había devuelto al principio, o peor, porque quería dirigirle la palabra, pero no lograba hacerlo. ¿Qué era lo que estaba pasando con él? No podía sacarse a Hestia Haller de la cabeza, y aunque la tuviera al lado, deseaba poder acercarse más a ella. Hestia era consciente las miradas de Heros. Sin embargo, ya había hecho lo que debía hacer. Era cuestión de horas, para que el mismo chico, viniera por cuenta propia y la arropara con los brazos, de forma pasional. Se despidió de él, de forma neutra. Entonces, luego de que él cerrara la puerta, se percató de que había dejado el morral, donde guardaba la ropa que había utilizado para el entrenamiento, ya que siempre se bañaba en las duchas. Quiso llamarlo, para devolvérsela, pero tuvo una idea mucho mejor. Al llegar a su suite, soltó un extenso suspiro. Se abalanzó sobre su cama, con el suéter de Heros, pegado a su nariz. El embriagante olor del sudor de Heros, siempre la excitaba en el gimnasio; esa excitante fragancia en el aire, que había estado respirando durante estos meses, habían aumentado su libido. Había olvidado que, la transpiración de los varones era un afrodisiaco natural para las mujeres, más para damas ninfómanas como ella. Esto era en consecuencia de las feromonas y, Heros, al ser un hombre de corta edad y lleno de vitalidad, que estaba a plenitud de salud y en la cúspide de la juventud, por lo que el olor era más fuerte y estimulante. —Androstadienone —dijo ella, con sus mejillas ruborizadas. Hestia respiraba de manera lenta y extensa. Sostenía la prenda con su zurda y con la derecha se alzó el brasier, mostrando sus enormes pechos. Empezó a apretarlos a voluntad. Se rozaba el endurecido pezón y se lo pellizcaba con ligereza. Luego la deslizó por su vientre, alzó su licra y su braga, para tocarse en zona sensible que, ya había comenzado a mojarse con su blanca y espesa lubricación. Se frotaba en su punto erógeno, sin meter los dedos. Jadeaba con intensidad, hasta que después de varios minutos, y al no poder aguantarse, incrustó sus dos dedos del medio, que se deslizaron con comodidad. Realizaba figuras de gancho, mientras se estimulaba su punto G. Apretaba las piernas y se retorcía en la cama. Estaba agitada y sudada, pero no lograba obtener la calma que necesitaba; la sensación del clímax, se desvanecía rápido, como un suspiro. Se estiró en dirección a su mesa de noche. Abrió uno de los cajones y sacó un vibrador conejo fucsia, de doble estimulación, más largo, que tenía forma de una virtud masculina; todo estaba relacionado con su bello Heros. Se bajó su licra y sus pantis, lo introdujo en ella y lo encendió, para poder apaciguar su estado de frenesí. Movió sus manos de fuera hacia adentro, y gemía de forma moderada. Acomodó el suéter en su rostro, para liberar su brazo izquierdo y continuar masajeándose los grandes senos. Estuvo casi media hora, molestándose en su empapada intimidad con el consolador, que no dejaba de oscilar. Hasta que su orgasmo, emergió de sus adentros, producto del juguete móvil. Manchó las sábanas y el piso, con su squirt, que salió disparado a presión, como una perfecta fuente de agua. Trataba de normalizar su acelerada respiración. ¿Por qué no podía disfrutar de su clímax por más tiempo? Necesitaba más, ya estaba cansada de hacerlo por su propia cuenta; deseaba las caricias de Heros recorrieran la silueta de su cuerpo y que la tomara con autoridad. Así, no podía apagar el fuego de su lascivia; ya anhelaba beber de esa agua pura y angelical, de la que brotaba de su precioso chico. Se levantó sin ganas, para limpiarse y cambiarse de vestimenta. Se había colocado un baby doll oscuro y una túnica transparente, caminó hasta otra habitación, que estaba bajo un sistema de seguridad diferente. Tecleó la clave y entró al enorme sitio que, hace mucho, no utilizaba. Las luces eran púrpuras y había una variada cantidad de muebles, objetos y parafernalia. Estaba segura de que, mañana, ocurriría algo maravilloso; tenía ese presentimiento y debía prepararse, porque una mujer precavida valía por mil. Al concluir lo que debía hacer, llamó por el teléfono a sus camareras de confianza. —¿En qué podemos ayudarla, señora Hestia? —preguntaron ellas, con su cabeza gacha. —Laven esto —dijo Hestia, entregándoles el morral—. Lo quiero limpio y seco, para el medio día. —Como ordene, señora. —Lo que uno hace por amor —comentó Hestia, para sí misma, y se dirigió a su recámara. Heros estaba en la sala de su departamento. Buscaba la mochila con su ropa sucia para lavarla, pero no la hallaba por ningún sitio. Fue cuando se percató de que la había dejado en el automóvil de Hestia. Exhaló con resignación; tendría que esperar. Se sentó en la mesa, de espaldas a la entrada, y tecleó en su móvil. Dudó en enviar lo que había escrito, debido a lo que había sucedido en la tarde; ella lo había besado por reflejo. Sin embargo, no dejaba de pensar en aquella placentera sensación, del precioso rostro de Hestia tan cerca del suyo; los ojos verdad, las mejillas y los mechones rojizos del cabello ondulado. Mentiría, si dijera que, no le había gustado. Siempre había tímido y no sabía, como coquetear con otras mujeres. No obstante, la frase que ella había dicho, se repetía en sus pensamientos: “Fue un impulso”. ¿Cómo era que la multimillonaria e inalcanzable Hestia Haller, tenía la iniciativa de besarlo? Antes, no había tenido el interés de hablar con otras chicas. No supo el porqué, o tal vez sí era consciente, pero no quería admitirlo y lo mandó a su destinataria. —Heros, quería avisarte que, mañana, saldré con unas amigas —dijo Lacey, viendo la espalda y el cabello marrón de su prometido. —Está bien —respondió Heros, sin prestarle atención y sin mirarla. Estaba nervioso y la expectativa, de que Hestia leyera lo que le había colocado. Aunque, no había sido nada extraordinario. Lacey se quedó observando a Heros, por pocos segundos. No lo había visto desde que había mencionado que estaría haciendo ejercicio, porque su negocio se había destruido por un incendio, producto de un corto circuito. Le comentó que todo estaba bien y no le reclamó sobre el p**o de la prima. Si no le había dicho nada, era porque había solucionado ese asunto, por lo que no tocaría ese tema; así estaba bien. Aunque, ya no la buscaba, ni pasaba detrás de ella, como lo hacía desde que eran niños. Bueno, así no tendría que estar rechazándolo, ni sacando excusas, para no estar con él a ca da rato. Así estaba mejor; podía divertirse con más libertad y sin tantas preocupaciones por él. Desde siempre, su relación fue más de compañeros que, de amantes, y ya estaban muy distantes desde un tiempo, a pesar de que pronto sería el día del matrimonio. No quiso rechazarlo en aquel entonces, porque no le molestaba estar con él, pero ya el momento de la boda estaba cada vez más cerca. En fin, cerró la puerta y le avisó a su amante, de que pronto se reunirían, para seguir divirtiéndose. Hestia estaba en su cama. Había cerrado sus párpados, para dormir. Pero notó un cambio de luz repentina y luego sonó el tono de la notificación de mensaje. No le gustaba que la molestaran a esa hora, y nadie de sus trabajadores. Así que, no le prestó atención. Sin embargo, después de meditar por algunos minutos, ¿quién se atrevería a mandarle un texto en momento? ¿Podría ser…? Agarró el celular y observó el emisor; era su dulce conejito, tal como lo había sospechado. Sonrió de manera tensa y suspiró. No habían hablado, posterior a que lo besara. Esto era un buen augurio y confirmaba que su presentimiento. Abrió la aplicación en la que la conversación ya estaba comenzada; charlaban, de vez en cuando, de asuntos formales o de las rutinas de ejercicios. Heros. Disculpa importunarte. ¿Todavía estás despierta? Hestia. Para ti, siempre estoy disponible. Puedes molestarme, todo lo que quieras. ¿En qué soy buena? Heros no pudo evitar alegrarse, al ver la respuesta. No quería incomodarla, pero ahora se alegraba de haberlo hecho. Heros. Tú eres buena en muchas cosas. Hestia cambio su expresión a una complacida, pues ya le había dado un buen uso a la ropa de su tierno chico. Intentaría insinuársele un poco; tal vez, ya le correspondiera sus coqueteos. Se mordió el labio. Hestia. Sí, y aún no te muestro mis mejores talentos y virtudes. ¿Quieres que te los muestre? Heros arrugó el entrecejo. Era lento con las mujeres, pero eso era de forma clara, una pregunta con doble sentido. Respiró con agitación. Apretó los puños y miró a los alrededores, como si fuera un delincuente a punto de realizar un crimen. No había nadie, pero no estaba seguro. Cerró la puerta con llave, cerró las persianas y también tapó las ventanas con las cortinas. Estaba nervioso y ansioso. Había querido preguntar sobre su morral, pero Hestia había llevado el tema de la conversación por otro rumbo. Heros. Sí, me gustaría verlos. Hestia se sintió orgullosa de su lindo conejito; ya estaba creciendo y pronto lo convertiría en hombre. Encendió las luces de la habitación y se sentó en el borde de la cama, para posar para la selfi. No le gustaba tomarse tantas fotos, por lo que le envío solo dos; una, en la que mostraba su brasier y su cara, y otra, donde aparecían parte de sus muslos y su braga. Pero tenía atrevida sorpresa más, para su atractivo Heros. Hestia. ¿Te gusta? Las oscuras pupilas de Heros se dilataron al apreciar la prenda erótica, que Hestia tenía. ¿Siempre dormía con esas prendas? No obstante, alucinó con el corto video que había recibido, en el que finalizaba con un guiño del ojo de esa preciosa mujer. Su entrepierna se endureció, como si quisiera romper su ropa y se marcó en su pantaloneta. Era tan fuerte, que hasta le incomodaba su propia dureza. Observaba las piernas de Hestia. Además de parte del abdomen, en el que se lograba apreciar el ombligo que, el camisón, podía dejar ver, debido a la abertura que tenía. Los firmes y voluptuosos senos, parecían ser más grandes, producto de la lencería sexy; era distinto, mirarlos con esas vestimentas, así reveladoras y provocadoras que, con el traje de sastre erótico, que era característico de ella. El cabello rojo, se percibía más oscuro y los ojos verdes, seguían resplandeciendo como bellas esmeraldas. Además, de manera casi imperceptible, también se lograba apreciar, en uno de sus pechos, parte de la rosada areola del busto. Heros. Es muy hermosa, tanto la dueña, como el pijama. Pero más tú. Hestia. Gracias, guapo. ¿Y qué tienes para mí? Diccionario de la Jefa. Androstadienone: Feromona que se encuentra en el sudor de los hombres, que sirve para incrementar los niveles de cortisol, una hormona relacionada a responder contra el estrés y también aumenta el estímulo s****l en las mujeres.
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