—Yo… —dijo él. Esa sola palabra la emitió de manera forzada; apenas y pudo pronunciarla.
Heros intentó colocarse de pie. Pero, ni siquiera podía levantarse; no tenía fuerzas para hacerlo, por lo que no podía evitar la presencia de esa preciosa mujer.
—Es normal sentirse mareado, si no estás acostumbrado a hacer ejercicio —comentó Hestia, con amabilidad—. El viento del abanico te servirá a que se te pase más rápido—. Ahora estás pálido.
Heros endureció las facciones de su rostro y tuvo que aceptar la ayuda de Hestia. Aunque, tampoco podía rechazarla, ya que estaba exhausto y sin energías. Al pasar los minutos, sus sentidos se fueron normalizando. Sudaba bastante, más que cuando estaba caminando en la máquina. Sentía su torso y su cuello frío. Pero ya respiraba menos agitado.
—Gracias —dijo Heros, dedicándole una ligera mirada a la diosa—. Ya debo irme. —Se puso de pie y caminó varios metros. Sin embargo, se detuvo y se dio media vuelta—. ¿Por qué me estaba buscando? Las cosas entre nosotros, no quedaron bien, y no quiero relacionarme en nada con usted.
Hestia moldeó una sonrisa rígida. Ese chico era difícil de conquistar. Le gustaba cada vez más, porque así obtendría más placer.
—Por la misma razón que, no terminaron bien, es que deseaba hablar contigo —dijo Hestia, sonando culpable y arrepentida—. Esto que haré, no es un hábito mío. Es más, no recuerdo haberlo hecho antes. —Se acercó al joven y extendió su brazo hacia él—. Me disculpo por lo sucedido el burdel. Eso que hice, estuvo fuera de lugar. Me equivoqué contigo. Eres un hombre diferente en el buen sentido de la palabra. Así que, quiero enmendar mi error. En verdad me interesó tu idea de negocio y deseo invertir en él.
Heros observó el semblante sincero de Hestia. Estaba dolido por lo que había sucedido, por lo que no tenía ganas de nada. Se libraría de ella, con más rapidez, si lo otorgaba el indulto.
—Acepto sus disculpas. —Correspondió el apretón de manos con la bella madura—. Pero eso ya no podrá ser. Mi negocio se incendió. Eso supone, que ya no me necesita para nada.
Hestia comprendía que era el momento justo de causarle una buena impresión.
—¿En serio? —Abrió sus labios cincelados y ensanchó sus párpados con ligereza, para actuar como si estuviera sorprendida—. Lo siento mucho. No tenía idea. —Su voz era sonsa, dolida—. Entonces, déjame darte esto. —Sacó la chequera de su bolso y anotó una cifra reducida, que la alcanzaría a pagarle a sus empleados. Necesitaba que estuviera sin dinero, para poder aprisionarlo en sus garras—. Toma esto.
Heros arrugó el entrecejo. No le estaba pidiendo, ni tampoco aceptaría favores de esa mujer.
—Lo lamento. No puedo recibir esto. No somos socios, ni conocidos —dijo Heros, mostrándose serio.
—Es una manera de mostrarte mis sinceras disculpas. Acéptalo; puedes utilizarlo para lo que necesites o tirarlo a la basura. Sé que con lo del seguro, tendrá suficiente —comentó Hestia, atacando un punto débil en Heros. Era consciente de que no tenía esos beneficios, que lo respaldaran en el incidente del. Era tan lindo fingir y manipular a las demás personas—. Por favor. No soy tu enemiga, ni tu rival. Yo quise ser tu socia.
La mano de Heros se elevó con lentitud y sostuvo el cheque. Entonces lo rompió frente a la cara de Hestia. Suspiró con pesadez. Eso era lo que debía hacer, pero no era un maleducado. Agarró el papel y lo guardó en su bolsillo, para tirarlo cuando estuviera solo. Estaba en momento vulnerable, en el que no sabía qué hacer, para solucionar sus problemas.
—Sí, lo uso, se lo devolveré —dijo Heros, relajándose un poco más. Había estado a la defensiva, pero ella no se mostraba hostil, ni amenazante.
—Este no es el gimnasio que había recomendado —dijo Hestia, sonriendo de forma rígida—. Lo que te propuse, sigue en pie. —Retrocedió, para darle a entender que no lo estaba asechando como en el burdel—. Tienes mi número. Llámame en la tarde, si quieres iniciar tu dieta y tus ejercicios de la mejor manera. Esa también es mi forma de demostrarte mi arrepentimiento. Espero poder seguir estando en contacto contigo —dijo Hestia, inclinando su cabeza hacia atrás. Era la oportunidad excepcional, para colocarlo contra las cuerdas—. Por el contrario, si no requieres mi ayuda. Entonces, finalizaré nuestros asuntos y no volveré a importunarte. —Hestia dio media vuelta, en tanto sus ojos verde esmeralda brillaban. Lo había visto; su conejito estaba triste y abatido, por lo que necesitaba que alguien le diera amor, y ella sería quien lo consolaría en su seno—. Nos vemos, Heros.
Hestia caminó hasta su auto con expresión de satisfacción. Aprovecharías las virtudes, pero también las debilidades de su lindo conejito. Lo había subestimado una vez, no lo volvería a hacer una segunda.
Heros llegó a su departamento. Se había colocado sus gafas en el trayecto. Se terminó de reposar y se duchó. Había colocado sobre su mesa, el cheque, la tarjeta del gimnasio y había abierto el contacto de Hestia en su móvil. Las tres opciones que tenía disponibles, se las había dado la misma persona y lo conducían al mismo destino: Hestia Haller. No sabía cómo, pero Hestia había entrado a su vida, sin pedir permiso y sin avisar, pero con mucha relevancia y peso. Era la única que le había brindado auxilio, cuando otros no lo notaron. ¿Qué debía hacer? Ella se mostraba diferente y arrepentida, de lo que había acontecido en el burdel. No la conocía, pero en su torso, sentía un calor que lo tranquilizaba, al estar con ella. Tal vez, se debía, a que Hestia, era todo lo contrario a él, en personalidad y carácter; eso hacía que se sintiera protegido y a salvo. A pesar de lo sucedido, Hestia era quien se había mostrado interesada en sus ideas y era alguien que lo tomaba en cuenta, prestándole atención. Al anochecer, estaba acostado boca arriba en su cama. Estar pensado en lo que debía hacer, no lo dejaba dormir, y nada más tenía las siguientes horas, para tomar una decisión.
Ya se encontraba en la ruina, y no parecía tan mal, negociar con esa hermosa diabla de cabello rojo y ojos verdes. Eso era lo podía hacer en estos momentos. Al amanecer, sus piernas y sus pies le dolían, pero el dolor era moderado y soportable. Se preparó para terminar sus asuntos pendientes, y le tomó, toda la mañana.
Hestia entró a su oficina, luego de haber estado en una reunión ejecutiva. Tecleaba en su computadora y revisaba los papeles de la corporación. Sin embargo, miraba de manera reiterativa el celular que había puesto en su escritorio. Jamás la habían hecho esperar, porque todo lo que quería, lo hacía en lo que demoraba un chasquido de sus dedos. Estaba ansiosa y a la expectativa de una sola llamada; la de Heros Deale, y ya era medio día. Era una nueva emoción para ella. Movía con rapidez su dedo índice, expresado su inquietud. Sin embargo, dos horas después, su móvil había sonado, pero no era de quien quería. Se levantó de su silla y bajó del edificio administrativo, para subir a su auto. Al llegar al restaurante, se quedó inmóvil en su asiento. Quizás se había apresurado al presionarlo. Así que, ese jovencito que, todavía ni siquiera era un hombre, la había rechazado en dos ocasiones. Las piezas de ajedrez, en sus pensamientos, se fueron destruyendo como frágil cristal. ¿Esto era la derrota? Había sido vencida por Heros Deale El sabor del fracaso, era amargo, vacío y frío. En la intimidad de su cuarto, recodaría a la persona, que fue capaz de ganarle en una partida. Caminaba, anonada y perdida. Ese había sido un golpe mortal a su ego y a su orgullo como mujer, del que era probable, no podría recuperarse. No obstante, cuando creyó que todo estaba perdido, su celular timbró. Observó el monitor y vio el nombre que tanto anhelaba recibir. Un ensordecedor pitido hacía eco en su cabeza, para al instante en que la aceptó, sus sentidos se normalizaron.
—¿Es muy tarde para aceptar su propuesta, señora Hestia? —preguntó Heros, con voz ronca y segura, al otro lado de línea.
Hestia sintió como si el pecho se le hinchara de la emoción. Solo con esa voz, podía excitarse y tocarse en su entrepierna. Inhaló con lentitud y exhaló con armonía, para calmar su ímpetu.
—Ni demorado, ni temprano. Es la hora perfecta —comentó Hestia, con neutralidad.
—Entonces… —dijo Heros, alzando el tono con el que hablaba. Hestia oyó la voz detrás de ella y se dio media vuelta; su bello conejito, estaba allí, a escasos metros de ella. Además de hermoso y fiel, era adivino. ¿Qué tan atractivo y encantador podría llegar a ser su tierno ángel? Eso pronto lo descubriría —. Acepto.
Hestia dio un paso hacia adelante y se ubicó frente a Heros. Miraba, con su rostro inclinado hacia arriba de modo leve, debido a las diferencias de estaturas. Ese cabello marrón, los ojos azules a través de los lentes y las facciones del bello rostro, eran su dulce némesis. No podía esperar a ver el resultado de su más arduo trabajo, cuando lo convirtiera a él; el chico nerd y gordiflaco, en el hombre más deseado del país y en el amante perfecto. Sus días de aburrimiento había terminado, porque ya había encontrado con quien entretenerse de ahora en adelante.
—Ya es un hecho —dijo Hestia, con seguridad. Este sería el día, en que iniciaría a seducirlo, sin oportunidad de que él se negara o se pudiera resistir a su hechizo. El conejo había vuelto a las garras de la leona, y la cazadora, no dejaría que su presa se volviera a escapar—. Tú serás mi aprendiz y yo tu maestra. Déjame enseñarte, Heros…
Hestia moldeó una sonrisa tensa, como las que siempre hacía. Y pensó: Déjame enseñarte los deleites que te puede ofrecer este mundo corrupto e inmoral. Ese es mi deseo, manchar tu alma blanca, que brilla como mármol, y que permanece limpia e intacta. Permíteme acabar con tu pureza y corromperte, mientras te quemas en el fuego de mi carne. La diabla, haría pecar al ángel. Estaba obsesionada con bajarlo del cielo y traerlo a su placentero infierno, hasta convertirlo en su amante, para que, también, se enloqueciera por ella.
—Solo con una condición —dijo Heros, extendiendo su brazo hacia la hermosa mujer madura. Quería dejar las cosas en claro, para que no hubiera malentendidos a futuro—. Nada de intentar cosas extrañas.
Hestia inclinó su cabeza hacia atrás. Eso era justo lo que estaba en sus planes; no hacer nada durante los siguientes meses; solo necesitaba permanecer al lado de él, porque la mayoría de los romances en las novelas comenzaban, sin darse cuenta, con dos personas que pasaban mucho tiempo en su diario vivir. Se mantendría neutra, al menos, por ahora. Sabía que desde este precio instante, ya todo estaba resuelto para sus perversos y excitantes planes. Estaba segura de que el momento oportuno, pronto llegaría. Estrechó la mano inocente de su bello y tierno conejito, y respondió, con sagacidad:
—Tenemos un trato.