Así, los dos compartieron de un auténtico banquete de dioses. El escolta regresó con lo que su señora le había mandado a buscar.
Hestia le entregó la tarjeta y continúo hablando con Heros, quien era capaz de sostenerla y sobrellevar el hilo de la conversación. A veces hablaban en francés, mientras le comentaba técnicas, para pronunciar mejor el acento, como el uso de la lengua. Aunque lo más práctico hubiera sido enrollarla con la de él, mientras intercambiaban saliva. Las horas pasaron volando en el reloj. El atardecer ya dominaba el inmenso firmamento. No se habría interesado en Heros, si Lacey no la hubiera engañado, pero era agradable, cómodo y liberador estar con el joven, porque podía mostrarse de una manera diferente, a la que estaba acostumbrada a serlo. Era, como si pudiera, desnudarse en total confianza frente a Heros, porque él no estaba al pendiente de sus errores, para exponerla o juzgarla; más bien la veía como una figura de donde aprender debido a su experiencia. Tal vez, Heros se mantenía al margen y precavido, debido a la diferencia de edades. La mostraba respeto, porque era mayor que él, pero su lindo niño, no sabía que, deseaba que la irrespetara. Eso también resultaba estimulador y atractivo, porque al ser un chico tímido, caballeroso y angelical, quería corromperlo y hacer que se quemara en el fuego de su pecado. Su alma, pervertida y malvada, anhelaba unirse a ese hombre, que era un polo opuesto, para quemarlo con su lujuria. Ni siquiera con sus anteriores amantes, se había sentido así de bien y afable.
Heros observó la hora en su celular. Ya casi sería la hora de salida. Se había desviado del propósito que lo había hecho visitar el edificio de corporaciones Haller. Había sido una buena charla de negocios y temas variados con Hestia. Pero debía ir a la celebración de su aniversario con su novia y prometida.
—Creo que ya es hora de que regrese —dijo Heros, de manera cortes. Se puso de pie con lentitud. No quería parecer ansioso—. Le agradezco su invitación.
Hestia apretó los dientes y tensó la mandíbula. ¿Todavía insistía en ver a la desleal de Lacey? Quizás, debía aumentar el nivel de su persuasión.
—Acompáñame a un sitio más y yo te llevaré de vuelta. Yo te he invitado y te he dicho que dejaría que, Lacey saliera más temprano, para que pudieran celebrar —dijo Hestia, preparada para realizar su último movimiento en el tablero. Era el momento de colocar en jaque al rey héroe, fiel—. Pero antes, quisiera que escribieras tu celular, para poder avisarte de los pasos siguientes, para legalizar nuestro convenio. —Extendió su brazo hacia él—. ¿Tenemos un trato? Tu negocio es de mi interés, para invertir en él.
Heros sintió una gran emoción que le invadió el cuerpo. Intentó, hasta abrazar a Hestia, pero reaccionó al instante y expresó una gran sonrisa, mostrando su dentadura blanca. No había venido a buscar empresarios. Sin embargo, se había topado con la jefa de jefas de la corporación financiera de inversiones. Entonces, podía acompañar a su hermosa y hechizante socia, al lugar donde estaba invitándolo. Apuntó en una hoja su número y se lo entregó, mientras que Hestia también le había regalado el contacto privado de ella.
Los dos se embarcaron de nuevo al auto, seguidos por los guardaespaldas. Se detuvieron en el estacionamiento de un edificio desconocido.
Heros caminaba detrás de Hestia, quien le había dicho que la siguiera. ¿Qué clase de sitio era ese? Además, que los escoltas no los habían seguido, sino que, se había quedado en el carro.
—Señora Haller, es un gusto tenerla de nuevo en nuestro club —dijo una mujer mayor, que parecía rondar la misma edad de la jefa, pero que se inclinaba ante ella—. Veo que viene acompañada. ¿Desea obtener otro tipo de espectáculo?
—Así es, quisiera una primera entrada con una de sus bailarinas y al final, que apareciera otra —comentó Hestia, preparada para dar paso a su perverso plan—. Quisiera el servicio completo y que hagan lo que les ordene. Ganarán hasta cien mil.
Heros escuchaba la conversación sin entender demasiado. ¿Qué era este sitio y por qué estaba dispuesta a dar tanto dinero? Su piel sintió un ambiente pesado y extraño, al que no estaba acostumbrado.
La otra mujer chasqueó los dedos y apareció una pareja, con trajes de sastre y antifaces, que les tapaban la cara.
—Ellos la llevarán a su habitación —dijo la desconocida—. En un momento enviaremos a sus chicas.
—Ven conmigo, Heros —dijo Hestia, con normalidad.
—¿Dónde estamos? —preguntó Heros, atreviéndose a expresar su interrogante.
—Aquí practico baile —dijo Hestia, sonriendo de forma tensa. Además de ejercitarse, todavía guardaba un arma poderosa para hacer que el joven se enloqueciera con ella. Era el recurso, que despertaría todo tipo de fantasías en el chico, y no lo dejarían dormir tranquilo, porque la vería en cualquier momento o lugar físico u onírico, porque la aparecería hasta en los sueños—. Erótico —comentó con provocación—. Más específico: chair dance.
—Ya veo —comentó él, pensativo.
Heros no conocía esa disciplina, pero sí era sensual, ya reflexionaba la manera en que podía hacerlo. Entonces, imaginó a Hestia bailando de esa manera con ropa interior, y tuvo que sacudir su cabeza, para espantar esas fantasías. Su corazón latió de modo acelerado, cuando observó el cuarto, tipo motel. Las luces eran fucsias con rojo. Había una cama grande, un baño pequeño, un alargado sofá. Sin embargo, lo que más llamaba la atención eran los diferentes objetos de figura rara y poco común. Así como, la barra brillante que, estaba incrustada en el piso y sujeta en el techo. No frecuentaba en esos sitios, pero tampoco era un tonto, para no saber qué tipo de habitación era. Las facciones de su rostro se tornaron serias. Había ido a la empresa a festejar su aniversario con Lacey. No lograba entender, ¿cómo era que había terminado en una recámara de ese estilo? Se sentó al lado de Hestia, nada más porque no quería declinar la invitación que le había hecho.
Hestia notó el cambio en la expresión de Heros. El niño era un verdadero desafío, a pesar de ser tan joven. Delicioso.
Un grupo de empleados les trajeron champaña y aperitivos, que dejaron en una mesa. Entonces, en el cuarto, comenzó a sonar música lenta y estimulante.
Heros divisó a una mujer que aparecía desde las sombras con un abrigo oscuro, una máscara de encaje negra que, la cubría la cara y unos exagerados zapatos de suela gruesa y punta de aguja, Pleasers.
La extraña realizaba ciertos gestos, y arrojó la prenda hacia un lado, al darle una vuelta a la barra. Mostraba la ropa interior lisa y un brasier en forma de buzo. La piel era blanca como mármol y el abdomen se la marcaba a detalle. Estaba en excelente forma. Dio otro giro, en tanto se soltaba el cabello y lo ondeaba en el aire.
Heros cruzó sus ojos con esa mirada desconocida, lujuriosa y profunda, que lo veían de regreso. Sus pupilas se ensancharon al atestiguar las habilidosas maniobras de la mujer, que hacía usando el resplandeciente soporte. Se sostenía con las piernas boca abajo y se soltaba de las manos. Llevaba a cabo diestras rotaciones. Mostraba sus dotes y curvas, al exhibir sensuales posturas, cuya diminuta, panti, daba rienda a sus pensamientos más lascivos. El olor, el ambiente, el lugar, la música y la bailarina, hicieron que se excitara. Mas, la compañía de Hestia a su lado, provocaron que su virtud se fuera levantando y endureciendo poco a poco. Respiraba con pesadez y cayó bajo el hechizo de la candente danza. Su semblante era inexpresivo, porque había quedado hipnotizado, sin saber cómo debía reaccionar. Ya había perdido la voluntad, cuando aquella dama, se fue acercando a él, y empezó a moverse de manera estimulante sobre su erguida entrepierna. Y, para aumentar su perdición, apareció otra chica, que también tenía un antifaz. Estaba agitado y su cuerpo se había calentado en consecuencia del baile.
Hestia observaba a Heros, como una cazadora que había capturado a su presa en la trampa que le había colocado. La leona escarlata, al fin tenía al conejo pardo entre sus garras. Hizo una señal, para que la otra chica se acercara.
—Bésense —dijo Hestia, en tono imperativo.
Las bailarinas, que tenían las máscaras en sus rostros, se vieron la una a la otra. Sacaron sus largas lenguas rosadas y la enrollaron como vividas serpientes, en acto de apareamiento. Unieron sus labios y comenzaron a darse un extenso beso, plagado de ansia y avidez, en el que, a propósito, dejaban que la baba la recorriera la barbilla.
Heros detallaba el ósculo entre las dos mujeres. Ellas no dejaban de mirarlo, mientras protagonizaban esa escena tan ardiente y lasciva. Las dos extrañas le colocaron una de sus manos en la zona del pómulo. Acercaban su cara hacia él, tratando de que hiciera se uniera a la acción, para dar inicio a una obscena orgía. Pero un chasquido de dedos, los hizo mirar hacia donde estaba aquella dama madura, de cabello rojo y ojos verdes, que se alzaba con el poder y el mandato en la habitación.
Hestia inclinó su cabeza hacia arriba y negaba con el índice. No estaba dispuesta a compartir su comida con nadie más; lo quería, solo para ella. Así que, las bailarinas del club erótico se marcharon sin poder probar al chico, al ser expulsadas por la soberana y la única deidad que gobernaba en esos dominios.
—¿Por qué…? —preguntó Heros, pero fue silenciado por Hestia, al sellarle la boca con la yema de su dedo.
Hestia le acarició los labios a Heros y lo veía con fijeza. Puso su mano en el muslo del chico y lo apretó con ligereza. Estaba hambrienta por degustar al muchacho. Se la hacía agua la boca, al pensar qué sabor tendría un conejito tan bueno, inocente y amable. ¿Cómo sería? Debía hacerlo lento o muy rápido. No, tenía que hacerlo lo más pausado posible para disfrutarlo al máximo y para no atragantarse en el proceso.
—No digas nada. Solo disfruta —dijo Hestia, acercando su rostro al del joven. Se detuvo, al estar a pocos centímetros. Suspiró en el rostro de él, para que se embriagara con el exquisito aroma de su esencia—. ¿No es la fantasía de los jóvenes hacerlo con una mujer mayor?
Heros sintió el aliento mentolado de Hestia. El sonido acentuado en francés, lento y refinado, era como el hermoso canto de una sirena, que encantaba a los marineros, para devorarlos sin piedad y sin ninguna consideración en el fondo del mar. Estaba hechizado por ella. Sus parpados le pesaban y no podía ni moverse, para apartarse de ella. Su corazón latía tan rápido, que parecía que iba a sufrir un paro cardiaco por la situación que estaba experimentado con esa preciosa mujer, que lo había embobado con ayuda de las bailarinas. Pero ellas no se comparaban con la deslumbrante belleza que poseía Hestia Haller.
—Yo cumpliré ese lujurioso deseo. Tú solo tienes que ser un niño bueno y portarte amable y complaciente. Así, también obtendrás más beneficios y ayudas para tu negocio. —Reposó su palmar diestro en la cálida mejilla del inocente e inexperto muchacho, en temas de la pasión y la seducción—. Fais-moi l'amour —susurró, con incitación—. Heros.
Fais-moi l'amour: Hazme el amor.