27. Punto máximo

2026 Words
Hestia agarró la dura virtud su mano derecha, mientras veía a los ojos azules de Heros. Levantó su cuerpo y acomodó el erguido atributo dentro de ella. Suspiró con pesadez y gozo al volver a ser llenada. No importaba que lo hubieran acabado de hacer, se sentía tan bien al inicio de la velada. Movía sus caderas, mientras se apoyaba en los muslos del chico. Sus enormes pechos estaban expuestos y con sus pezones rígidos. La transpiración de ambos mojaba las sábanas. La cama se estremecía ante la violenta cabalgata que estaba aconteciendo. Los gemidos de los dos se combinaban, para dar paso un armonioso canto de lujuria. Sus pieles ardían en la llama del deseo y sus cuerpos se acoplaban como uno solo. Ósculos, caricias y chupetones acompañaron la escena de los amantes, que se habían escapado un fin de semana para estar juntos, en secreto, para entregarse a la pasión que se había avivado en sus corazones; una por venganza y castigo, y la otra por haber sido seducido y encantado. Así pasaron los minutos, más de media hora. Hestia meneaba sus caderas de forma circular, estando a poco de alcanzar el cielo. La sensación de alcanzar el clímax con Heros siempre la hacía perder la cordura. Era como si pudiera liberar a su alma de las cadenas mortales con las que había nacido. Era el momento en el que podía arrancar un pequeño trozo al paraíso celestial, al que pocos podían entrar. Heros enderezó su espalda y le propinó un ansioso beso a su hermosa diosa. Sintió que iba a desfallecer cuando Hestia se separó de él. Su tercera eyaculación no se hizo esperar, y en esta oportunidad bañó el abdomen plano de su diosa. Así mismo, pudo percibir la gran cantidad de líquido que le empapaba las piernas, producto de su doble liberación. Hestia se aferró al cuello de Heros y le mordió el labio, en tanto la ola de su clímax abandonaba su cuerpo, provocándole el estado de trance más relajante y sereno, como si hubiera alcanzado un plano superior. Estaba segura de que, solo cuando experimentaba el orgasmo, era que en verdad conseguía un estado divino y se convertía en una auténtica deidad. Cansada y feliz, cayó sobre el torso de su atractivo y magnífico chico. ¿Por qué no lo había conocido cinco años antes? Así, su vida no había llegado al punto de aburrimiento en que se encontraba. Pero, de igual manera, toda la libido que había acumulado a lo largo de los años, hacía que sintiera mejor, porque era, como si fuera, la primera vez. Su pecho se inflaba, para recuperar el aliento, en tanto su corazón latía rápido, como si hubiera estado corriendo. No había forma de que pudiera resistirse y evitar comerse a ese joven tan lindo y encantador, que llevaba hasta el cielo, mientras la quemaba en las llamas del placer. Solo se recostó y cerró sus párpados, en tanto el olor de sus fluidos expulsados la adormecían, como si fuera el mejor aromatizante. Heros también sucumbió al manto del sueño, que lo cubrió de forma apacible. Abrazó a Hestia y moldeó una leve sonrisa en sus labios. Era feliz estando junto a ella y no quería separarse de Hestia. Sin embargo, eso podía ser posible, por lo que disfrutaría al máximo cada instante con su preciosa diosa de cabello rojo carmesí y ojos verdes, esmeralda, que lo había intentado seducir desde el mismo día en que se habían conocido. A la mañana siguiente, Hestia fue la primera en despertarse. Sentía en sus muslos la firmeza de la erección matutina de su lindo héroe. Amaba la juventud y el vigor de Heros, tenía fuerza y energía de sobra, aunque como no estaba acostumbrado a la intimidad, las nuevas experiencias lo sofocaban y lo asfixiaban. Sin embargo, eso podría solucionar con la práctica continua de horas intensas de buen sexo. Admiraba a Heros y extendió su brazo derecho, para sobarle la mejilla. ¿Cómo era posible que un niño fuera el que le otorgara la mayor felicidad que jamás había podido tener? Esos detalles, aunque podrían parecer sencillos, eran los más difíciles de explicar. Sus ojos verdes se encontraron con los azulados, como el mar de su lindo chico. —Buenos días, diosa —dijo Heros, con voz ronca. Había recobrado la razón, luego de notar los movimientos de Hestia y de sentir el suave tacto del palmar de su señora en su cara. —Buenos días, héroe. ¿Cómo amaneciste? —preguntó Hestia, con voz juguetona—. ¿Te gusta cómo te trata la anfitriona de esta humilde morada? Heros apretó sus labios, conteniendo la gracia que le provocaba el comentario. Era raro de ver en ella, aunque el humor de Hestia era escaso, era el tipo de persona que tenía gustos singulares y excéntricos, por lo que no descartaba que fuera —No me quejo —respondió él, siguiendo el juego que le proponía Hestia—. Pero tengo una queja. No he recibido mi beso de buenos días. —Entiendo. Pero eso puede arreglarse de inmediato —dijo ella, dándole un apasionado ósculo—. Hoy tengo planeado algunas cosas. ¿Vamos a bañarnos? —Por supuesto. Heros solo se puso su bóxer, ya que no necesitaba colocarse todo su traje. Volvió la mirada por encima de su hombro y tuvo una espléndida idea. Buscó su camisa y se la ayudó a colocar Hestia, quien se había puesto la braga de encaje negra. —Gracias —dijo Hestia, ante la amabilidad del chico, que sabía cómo consentirla—. Eres amable y atento. —Es lo que te mereces y me gusta hacerlo —contestó Heros, con seriedad. Ya no era un niño, ni tampoco un adolescente, sino un hombre adulto que había tomado una decisión cuestionable desde lo moral y lo ético. Así que, debía hacerse responsable de las consecuencias de sus actos. Al estar con Hestia, sentía que todo en él, comenzaba a cambiar, desde su físico hasta su personalidad. Ahora era más sensato y reflexivo con los asuntos que lo rodeaban, porque al compartir con una mujer tan independiente, líder y segura de sí misma, que sabe lo que quiere, tenía que estar a la altura y desarrollar su carácter. Estaba segura de que, Hestia Haller, lo hacía una persona mejor y más lleno de confianza, porque hasta sentía que, podía enfrentarse al mundo, solo si ella estaba a su lado. —Espera —dijo Heros, con tranquilidad. Encorvó su espalda y extendió sus brazos, para cargar a Hestia como su reina—. Yo te llevaré. Hestia se aferró con sus extremidades en la parte trasera del cuello de Heros. Frunció el ceño con ligereza, en tanto observaba la vista de la parte inferior del atractivo rostro de su chico. Además, era claro el cambio que había sucedido, ya que no le había preguntado, ni tampoco le había pedido permiso; primero lo hizo y luego lo dijo. Aquel muchachito ya había crecido lo suficiente para atreverse a tomar la iniciativa, y apenas era el primer día en que daba rienda suelta a su pasión. El potencial de Heros era estimulante, lo que todavía podía aprender y evolucionar, lo hacían demasiado valioso. ¿Por qué se sentía tan bien y agradable estar con él? Aún sin estar teniendo relaciones; la compañía y el trato de Heros, causaban en ella una nueva emoción en su pecho, porque se sentía especial, querida y amada de verdad. Agachó su cabeza y el tiempo pareció transcurrir más lento; solo lo estaba utilizando como juguete y usándolo como la herramienta principal para llevar a cabo su castigo y venganza contra Lacey West, quien se había atrevido a engañarla y mentirle en dos ocasiones. ¿Heros se merecía eso? Se debatía entre culminar sus planes de represalia en contra de su desleal secretaria y nada más quedarse con Heros como amante y disfrutar del amor que él podía proporcionarle. Pegó su cabeza en el torso del joven. Era tan reconfortante poder descansar y sentirse protegida, bajo el cuidado de un hombre. Durante sus años de soledad no había precisado de la compañía masculina, hasta ahora que, Heros aparecía y se introducía en todos los ámbitos de su vida. No sabía que lo necesitaba, hasta que lo encontró a él. —¿Qué tienes? —preguntó Heros, al notar el semblante reflexivo de Hestia. Sin embargo, ella no le respondió. Arrugó el entrecejo, sin apartarle la mirada. Hestia a pesar de estar sumergida en sus pensamientos, puedo escuchar la voz de Heros, ya que era el único con quien quería estar y lo que le interesaba. Era una sencilla interrogante, pero debido a sus actos malvados, se convertía en un cuestionamiento de más peso, que no podía responder con lo que en verdad sentía. —¿Por qué lo dices? —dijo ella, tratando de aminorar la situación. —Te veías pensativa —respondió Heros, deteniendo su marcha. —No te preocupes. Solo que, hace mucho que no era tan feliz —dijo Hestia con destreza. Lo había alagado de forma indirecta, para que no hiciera más preguntas respecto a la situación—. Estuviste increíble. Heros retomó el paso y caminaba sin prisa. Tensó sus músculos, para afianzar su carga, ya que no estaba sosteniendo a cualquier persona, sino a una verdadera diosa griega, descendida del monte Olimpo. —Gracias, pero sé que debo mejorar —dijo él, mientras abría la puerta de la recámara de Hestia—. No puedo soportar tu ritmo, ni controlarme por mucho tiempo. —Era tu primera vez —dijo Hestia, en tanto modelaba una sonrisa tensa a escondidas de Heros—. Hay un largo camino por recorrer y eres maravilloso. —Es bueno oír eso —comentó él, con tranquilidad. Eso era muy alentado e inspirador. Heros suspiró, en tanto dejaba caer a Hestia sobre el piso del cuarto de baño. Observó, como los pechos se asomaban a través de la camisa, que se había rodado con ligereza. Pensó que, ella era el pecado encarnando en una mujer. Su entrepierna se endureció con levedad, manifestándose en su interior. Hestia notó el aire entre sus pechos, la mirada fija de su chico y la firmeza que se había formado en la parte baja de su lindo joven. Iban a bañarse, por lo que la ropa sobraba. Movió sus brazos y se quitó la camisa que Heros le había colocado. Luego la arrojó hacia un lado y encendió el agua de la tina, la cual empezó llenarse con rapidez. Echó jabón líquido y agitó su mano para combinarla con el agua, haciendo espumas en la superficie. Se dio media vuelta y vio por encima de su hombro, con incitación. Levantó su extremidad izquierda en el borde la bañera, para bajarse la media velada. Así, con la diestra, hasta que los últimos atuendos de su lencería de encaje, que le habían quedado de su lasciva velada, salvo la braga. Se metió con cuidado y se recostó en uno de los extremos. Veía a Heros, con una sonrisa tensa, sin separar los labios. Alzó sus piernas, para sacarse los pantis. La envolvió en sus manos, para darle forma de una bola, y la arrojó hacia donde estaba su bello amante. —Te las regalo —dijo Hestia, con malicia—. Guárdalas como recuerdo. —Gracias —respondió él, con complicidad. Heros le devolvió la sonrisa y dejó la prenda en la superficie del lavabo, para luego acompañar a Hestia en la tina. La espuma era abundante y el lugar era complementado por un delicioso aroma a flores de lavanda, que causaba un ambiente agradable, en el que los dos estaban relajados y muy a gusto el uno con el otro. —Sabes, siempre quise hacerlo en una bañera, en la mañana —dijo Hestia, con voz seductora—. Para comprobar si hacerlo al amanecer te hace más feliz durante el resto del día. —Ahora podemos averiguarlo —dijo Heros, encorvándose hacia delante. Acercó su cara a la oreja de ella—. Yo puedo ayudarte —susurró.
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